Imperdonable. Sencillamente imperdonable que a estas alturas Venom no tuviera su propia entrada. De hecho, es imperdonable que hasta ahora apenas haya tocado el panteón de enemigos de Spider-man, siendo de los que más sé, además de mis favoritos. Pues aaaamos allá.
Venom es uno de esos personajes que, de tanto éxito que gozó, acabó estando hasta en la sopa durante su época de mayor esplendor. Tanto fue así que tuvo hasta, en cierta manera, su propia colección (en realidad eran series limitadas que iban enganchándose una detrás de otra de mes en mes), pero no es en esa etapa en la que me centraré, sino en la que le presentaba como lo que siempre ha sido y siempre debería ser: un villano de tomo y lomo.
Debo decir también algo muy importante, y es que para mí Venom es indivisible de Eddie Brock. No concibo al uno sin el otro, porque en efecto así es. Los demás personajes portasimbiontes no son Venom, sino sucedáneos de un concepto que fue genial y se acabó desvirtuando en aras de estirar un personaje que nunca debió salir de las páginas de Spider-man.
El nacimiento de Venom, como muchas cosas geniales en el mundo de la creatividad, fue casual y no intencionado. Comenzó con la intención de Marvel de dotar a Spider-man de un nuevo traje durante las Secret Wars, un concepto que, todo sea dicho, se ejecutó con gran acierto, gracias sobre todo al maravilloso diseño de Rick Leonardi, elegante a la vez que sencillo. Pero ese nuevo traje negro no sólo fue un cambio de look dejando atrás los colores del original, más propios de Agatha Ruiz de la Prada; fue también un cambio radical debido a que la materia del traje era, digamos, especial.
Hoy en día un montón de gente ha visto series de Spider-man o las películas, y dan por evidente que ese traje negro tan molón y que parece maleable, bueno, bueno no debe ser pa la salud. Pero en la época original, no había ninguna doble intención con respecto a tan insólita vestimenta: había venido para quedarse. Lo de que fuera un alienígena que pretendía establecer una simbiosis con Parker fue una salida, original pero una salida, para regresar al traje clásico, que era más apreciado por los lectores en términos generales.
Durante ciertos meses y números, sin embargo, la tendencia a veces cambiaba, y Spider-man volvía a lucir el traje negro, esta vez de simple tela, eso sí, generando algo de lío y, sin duda, problemas de continuidad. ¿Cómo regresar al traje clásico para siempre, sin cortapisas y sin dudas de clase alguna sobre lo definitivo de la elección?
La respuesta llegó con el tandem de David Michelinie y Todd McFarlane, que puso sobre la mesa una solución simple y clara: ¿y si damos el traje negro alienígena a otra persona, alguien que odie a muerte a Spider-man? Esta respuesta además resolvía otro asunto de importante calado: la creación de un villano a la altura del Duende Verde, alguien que cuando apareciera, supieras que iba a dar problemas serios al héroe.
El elegido para llevar tal traje fue un personaje nuevo (toma nota Marvel, personaje nu-e-vo, no como hoy en día), un periodista llamado Eddie Brock cuya carrera se vio arruinada debido a que Spider-man destapó que había estado entrevistando a un tipo llamado Emil Gregg y que decía ser el asesino conocido como el Comepecados... con el único problemilla de que el verdadero Comepecados era un poli llamado Stan Carter. Despedido y sin nada por lo que vivir, Brock intentó matarse, pero al ser católico, temía por su alma... hasta que, oculto en la iglesia, el traje negro, repudiado también por Spider-man, sintió su odio común... y nació una amistad sin igual, tanto que siempre se referiría a él mismo como 'nosotros'.
Eddie aceptó al alienígena sin fisuras, y su unión fue todo un éxito. La musculatura de Eddie fue aumentada por el alien hasta ser más fuerte que el propio Spider-man, y le dotó de poderes idénticos a los del arácnido, con extras como telaraña (casi) ilimitada o la capacidad de camuflarse. Yo también consideraría el rosto que le otorgó como un poder extra... desde luego dar mal rollo, lo da sin la menor duda, con todos esos colmillos y esa lengua imposible. Y así nació Venom, un ser movido por un único propósito: venganza. Venganza contra Spider-man. Eso sí, el sonido es su gran punto débil, como le pasaba a Spider-man con el traje negro, y se añadió otro aún más interesante: el fuego (la sola cercanía de llamas pone al simbionte a mil).
El primer punto divertido de Venom es que no le basta con matar a Parker: quiere torturarle hasta el límite de lo inconcebible, y no de manera física, sino psicológica. Ese detalle magistral, el convertirle en un Max Cady chiflado en versión comic, es lo que le da la mayor salsa al personaje, y que eliminaron de manera tajante en la película de Spider-man 3. En fin.
Para tal fin Venom cuenta con dos armas excelentes. La primera es su conocimiento de la identidad de Spider-man, algo que muy pocos de sus enemigos poseían y que le coloca, tal como se deseaba, a la altura del Duende Verde. Pero, ¿cómo es que no mata a sus seres queridos? La respuesta es nuevamente perfecta y muy original: Venom se considera a sí mismo una víctima, un inocente (palabra esta crucial para entender cómo piensa), y como tal, aprecia la inocencia que tienen otros. No tocará un pelo de Tía May, o de Mary Jane. Aunque con un psicópata como él, piensa Parker a menudo, ¿quién puede estar seguro?
La otra característica es que no es detectado por el sentido arácnido de Spider-man, y esto le coloca a otro nivel: muy pocos de sus enemigos gozan de tal habilidad, que yo recuerde, al margen de otros futuros simbiontes, sólo Misterio es capaz de engañar a su sentido del peligro gracias a sus brumas químicas. Eso le permite seguirle, ya sea como Venom o como Eddie Brock (adoptando el simbionte la forma de su vestimenta), presentarse en todas partes, presionarle, o ser más drástico y, como hizo la primera vez que le persiguió, intentar empujarle a las vías del tren. Una joya, vamos.
Venom alcanzó mucha popularidad, tanta que acabaron por darle estatus de antihéroe, llevando al límite todo el tema de los 'inocentes'. Para ello elaboraron un sonrojante comic en el que, debido a que Spider-man salvó la vida a su ex mujer, hace el pacto de no perseguir a Parker si Parker no le persigue a él. Eso le dejó en un limbo extraño, que a ratos funcionaba bien, como cuando se enfrentó al Jurado y a Carnage (otro villano del que crearé entrada) y a ratos mal, como cuando salieron ciento y la madre de simbiontes.
Luego de eso ha vivido de tó, y la mayoría malo de veras: el simbionte pasó a manos de un mafioso, luego lo obtuvo el Escorpión, luego se lo dieron a (atención) Flash Thompson, que se había quedado sin piernas y lo emplea sólo a ratos, como si fuera un equipo de operaciones especiales... mil y un bizarradas. ¿Y mientras qué pasaba con Eddie? Pues su rosario particular, también: de estar a punto de morir por no tener el simbionte a generar el suyo propio y convertirse en un ser llamado Antivenom... ya no sabían ni por dónde tirar.
Por eso, yo os recomiendo: buscad las primeras historias de Venom. Son buenas a rabiar, para empezar por el gran ingenio de los guionistas para que Spider-man le derrote: en ni una sola se limita a ganarle empleando sin más el sonido o el fuego. Particularmente me encanta una en la que emplea algo que los superhéroes no suelen usar jamás: la inteligencia emocional. Derrota a Venom sin un solo puñetazo, sin un solo salto, sin fuego ni sonido, y sin siquiera tener puesto el traje. ¿Cómo es eso posible? ¡Buscadlo! Grande, grande de veras.
Ir al índice de villanos