Cuando éramos críos a muchos de nosotros nos molaba inventarnos malos molones para que se enfrentaran a nuestros héroes favoritos. Con el paso de los años, algunas de esas invenciones infantiles se han convertido en realidad de la mano de guionistas de comics maduros (eso es lo que ocurrió con, por ejemplo, el personaje del Monitor de DC Comics, invención de infancia de Marv Wolfman). Volviendo al asunto infantil, seguro que muchos críos pensaban en animales que pudieran molar para superpoderes. Y seguro que muchos pensaron en el Hombre Rata, y automáticamente lo desecharon por absurdo y ridículo.
J.M. DeMatteis decidió no desechar esa idea. Y por Dios que a veces he pensado que hubiera preferido que lo hiciera, pero no precisamente porque el villano me parezca ridículo.
Alimaña, o Vermin en el original, es sin duda uno de los villanos más monstruosos y perturbadores que he conocido jamás. Como ya he mentado alguna vez, hay villanos que producen fascinación, como Magneto; otros producen admiración, como Doctor Doom; otros producen inquietud por su naturaleza real, como Kingpin. Alimaña produce verdadero miedo del chungo, del que despierta el mamífero aterrado que llevamos dentro, el que se escondía cuando aparecían los depredadores en los tiempos prehistóricos.
Detrás de ese ser horrible, por increíble que pueda sonar, se esconde un ser humano. Su nombre es Edward Whelan, y era un brillante científico que tuvo la malísima pata de encontrarse en su camino con un nazi suizo llamado Arnim Zola del que decir que es un genetista malvado es como decir que Hitler era un sujetillo que le tenía un poco de tirria a los judíos.
Los experimentos de Zola eran de tal calibre malrollero que Whelan se bajó del barco en cuanto se enteró de que pretendía usar seres humanos como cobayas. Fue entonces cuando apareció otro diablo en esta historia, un segundo nazi conocido como el Barón Helmut Zemo (y que no posee aún entrada propia pero sí se le menciona en la de los Thunderbolts), que sugirió que porqué no usar al propio Whelan de cobaya.
El resultado en efecto fue esa monstruosidad medio hombre medio rata, pero para entender bien a Alimaña hay que comprender la naturaleza del experimento y el pasado de Whelan. Cuando sólo era un niño, sufrió abusos inenarrables por parte de su padre, que reprimió y escondió durante toda su vida adulta. El experimento de Zola y Zemo actuó como 'manifestador' de esa naturaleza que su mente creó en su interior; la de un ser (como diría la doctora Kafka, la mujer que intentó curarle) 'merecedor' de todos los abusos recibidos. Así es como nació Alimaña: como la mutación física de un terrible y oculto desorden interior.
Cuando está transformado, la personalidad de Whelan es inexistente casi por completo. Al contrario que ocurre con villanos como el Lagarto, es muy difícil encontrar signos de que debajo de esa abominación existe alguien que debe ser salvado. Su primer adversario de renombre fue el Capitán América, pero dada su naturaleza urbana y su confinamiento en las alcantarillas de Nueva York, no tardó en cruzarse en el camino de Spider-man, y a partir de ese momento sus historias nunca se separaron.
Si buscáis un gran villano que amenace el destino de la Tierra o del universo al completo, leed otra entrada. Alimaña no es vuestro tipo, pero os confieso que me da más mal rollo que Thanos y Galactus juntos. Para empezar, Alimaña es caníbal. Come gente, normalmente transeúntes que atrapa saliendo muy brevemente de las alcantarillas, y no deja más que los huesos. Odia la luz del Sol, y puede comunicarse con las ratas de manera primitiva (no es exactamente un poder mental ni nada parecido, sino más bien que las ratas le ven como uno de ellas), además de lanzarlas contra sus enemigos. Posee garras y colmillos y pelea de todas las maneras instintivas imaginables, mordiendo, desgarrando, tal como haría un animal psicótico o mi gato en un día cualquiera.
En cuanto a su personalidad, posee una. Habla, dice palabras, pero es algo así como una mezcla entre animal y niño trastornado. Para Alimaña todos suponen un peligro, todos quieren hacerle daño, y él no hace nada malo, sólo se alimenta. Tiene además una cualidad que siempre me ha inquietado, y es una suerte de capacidad innata para hacer perder el control de las emociones a sus enemigos. Esto no es un 'poder' en absoluto, dado que a veces ha funcionado a su favor, como cuando hizo a Spider-man entrar en pánico al verse rodeado de ratas, pero otras lo hizo en su contra, principalmente porque cuando sus enemigos contraatacan, pierden el control y se convierten ellos mismos en animales, en alguna ocasión estando a punto de matarle.
Los comics donde aparece Alimaña no se caracterizan por su luminosidad ni por mostrar el lado más suave del ser humano, y es verdad que es casi en exclusiva un personaje obra de su autor, DeMatteis, uno de mis guionistas favoritos... pero no menos cierto es que casi toda historia donde le trató es buena como pocas. Muchos le recordarán por La Última Cacería de Kraven, donde tiene un papel secundario pero pivotal (Kraven le captura para demostrar su superioridad frente a Spider-man y acto seguido les obliga a luchar a muerte), pero tiene un rol mucho mayor en la saga Child Within, que marca también una inmensa amargura al ser la saga en la que Harry Osborn enloquece y jura matar a su mejor amigo Peter Parker, algo que a la larga le acabará trayendo la muerte.
Pero sin duda la mejor historia es la llamada 'La Muerte de Alimaña'. En ella ha sido internado en Ravencroft, un psiquiátrico para rehabilitar supercriminales que estuvo muy de moda en los años 90, y se convierte en uno de los internos estrella al ser uno de los pocos que ha sido rehabilitado en su práctica totalidad, gracias a sueros y, sobre todo, el tratamiento psicológico de su directora, la doctora Kafka. Whelan recupera su vida y obtiene un puesto como celador en ese mismo sanatorio, como parte de su reinserción social, y todo parece ir bien aunque con ciertos peros. El primero es que Whelan se siente culpable por los horrores que, involuntariamente, ha cometido, y esa culpabilidad es peligrosa, pues puede permitir que Alimaña regrese y tome el control. El segundo pero estalla de manera aterradora cuando una legión de seres horriblemente mutados asalta el sanatorio y le secuestran a él y a la doctora Kafka. Son otros seres producto de los experimentos de Zola que, claramente, están siendo manipulados y controlados por alguien. Y el tremendo clímax llega cuando ese alguien se muestra, y resulta ser el mismísimo Barón Zemo, cerrando así por completo el círculo del personaje y obligando a Spider-man a librar la batalla de sus vidas: no sólo para derrotar al verdadero monstruo (no el hombre con forma de rata, sino el demonio con forma de hombre que le hizo eso), sino también para traer a Whelan de vuelta al camino de la humanidad.
Alimaña ha tenido otras apariciones, pero siempre han sido fugaces y realizadas por autores que no tienen especial aprecio por el personaje. Y es que este es uno de los pocos casos, como ya pasaba con el Duende Verde o Venom, en que un puñado de comics bastan para disfrutar un personaje al completo, ya que son producto casi exclusivo del autor que sacó el máximo potencial de ellos.
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