Revista Economía

Grandezas y vergüenzas

Publicado el 27 noviembre 2012 por Joseluisortin

Cuando se pierden los valores se imponen los extremismos a la sensatez y al buen gusto. Los forofos muerden por sus colores  ocurra lo que ocurra, ganen o pierdan y jueguen a lo que jueguen, tachando a quienes osan poner en duda cualquier cualidad de su equipo o alaban las del contrario de ‘antital’ o ‘anticual’.   Algunos de estos aficionados, no acérrimos, producen ternura cuando se limitan a expresar sus opiniones dentro y fuera del graderío sin insultos ni violencia, que son la mayoría en la mayor parte de las ocasiones, pero cuando enarbolan la agresividad o la intransigencia   como norma de conducta generan el rechazo y la reprobación  de los buenos aficionados.
LIGA DE FUTBOL PROFESIONAL Y eso es entendible. Como también es cierto que no conozco a ningún aficionado que alguna vez no haya gritado o proferido palabras mayores  desde la grada de cualquier estadio. Es parte de la salsa del fútbol y el ribete divertido de las pasiones que engendra. El día que desaparezcan, además, nuestro deporte habrá perdido su esencia.
Sin embargo, cuando se producen manifestaciones de elegancia o deportividad con el contrario por parte de los profesionales o de los mismos aficionados, también son mayoría los seguidores de cualquier equipo que hinchan su pecho  orgullosos porque quien siente sus mismos colores sea capaz de tamaño gesto. Y de este emocionante sentimiento  hay pocos futboleros huérfanos. Casi todos lo hemos sentido alguna vez.
Viene lo anterior por el grandioso ejemplo que ha dado Del Bosque, madridista de pro antes que magnífico seleccionador nacional, votando a Guardiola como candidato a mejor entrenador del año pasado, y a Xavi e Iniesta como segundo y tercer futbolista reservando para Casillas el primero. Y lo ha argumentado valorando tanto sus resultados deportivos como sus comportamientos; españolidades aparte.  Es uno de los gestos que dignifican al deporte rey y del que sus seguidores debemos sentirnos orgullosos.
Al hilo de esos valores recuerdo otros ejemplos.
El propio Guardiola dijo no hace mucho que el mejor futbolista español de todos los tiempos era sin duda Raúl. Se podrá estar o no de acuerdo con esa afirmación, pero que venga de quien ha sido su rival a ultranza en los terrenos de juego durante tantos años es un alarde de elegancia que habla a las claras del talante de quien lo dijo, ennobleciéndole.
Recordemos cuando en un partido aciago del Madrid en el Bernabéu contra el Barsa miles de aficionados blancos aplaudieron  el recital de juego blaugrana después de uno de sus goles. Extraordinaria lección de deportividad que, sin embargo, nunca se ha visto en el Nou Camp con el Real, que yo sepa, aunque sí con otros equipos. También habla a las claras de la grandeza de una y otra afición. Muy al contrario, lo que está en la memoria futbolística es la impresentable y vergonzosa acción del cochinillo a Figo, que el ínclito Villar dejó sin sanción, por muchas circunstancias que concurrieran para el cabreo de los culés con el Madrid y con dicho jugador.
Otro gesto magnífico fue el que tuvo Pelé con Di Stéfano, cuando respondió a la prensa en la consabida pregunta sobre quién ha sido el mejor jugador de todos los tiempos que la Saeta Rubia había sido el jugador más completo que ha habido sobre un terreno de juego. ¡Chapeau! para la Perla Negra; único futbolista ganador de tres mundiales y reconocido mayoritariamente como el mejor de la historia.
También el mundialista detalle de Iniesta con el españolista Jarque. O el de algunos béticos con Puerta.
Como murciano, me  enorgulleció hace años  en la vieja Condomina que la afición grana aplaudiera los goles del Cartagena fuera de casa anunciados por el marcador simultáneo.  Perico Arango,  cartagenero indudable y mejor futbolista albinegro de la historia para muchos, testigo excepcional de ello por estar lesionado ese domingo y no viajar con su equipo, reconoció públicamente haberse sorprendido ante tan singular gesto elegante. ¡Qué diferencia con la actitud ramplona de muchos aficionados cartageneristas, hace poco, aplaudiendo los goles que le marcaban a su equipo en el Cartagonova y que condenaban al Murcia a perder la categoría!
Sin embargo, a nivel personal, también afirmo justa y gratamente  que fuimos tratados de maravilla cuando visitamos Cartagena en 1.993, aun ganando 1-2, siendo presidente del Murcia.    Al final, tanto los profesionales – imperdonable en su caso-  como los aficionados que fomentan lo malo en lugar de los valores deportivos quedan retratados y en su sitio.
Unos gestos engrandecen,  otros avergüenzan. 

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