Tomo la lectura de Granja 54 con prejuicios. La sombra de Rutu Modan es alargada y pienso que la obra de los hermanos Seliktar será similar y, por tanto, inferior. Error. Craso y terrible error. Sólo las primeras páginas, con esa lenta aproximación a una habitación en la que sólo entrevemos apenas unas personas de pie, indican que la obra sigue caminos muy diferentes a los imaginados, en una sensación que se confirma de inmediato con la primera de las tres historias que componen el libro. Tres momentos en la vida de Noga, tres instantes anecdóticos de la vida de esta mujer apenas esbozados por Galit y Gilad con una delicadeza exquisita, articulando texto y dibujo con la geometría de los versos de un poema, dotando a la lectura de niveles de ritmo diferenciados. El fino y elegante grafismo, apoyado en un bitono de presencia contundente, juega con un compás lento, de secuencia cinematográfica descompuesta. El texto, por su parte, apuesta por una aparente redundancia que pronto revela su intención: texto y dibujo coincidirán prácticamente en su descripción excepto en pequeños detalles, en ínfimos y casi indescriptibles rasgos que aparecen así subrayados, señalados con evidencia por ser la única discordancia en la intersección de imagen y texto, llevando al lector a la ruptura de ese equilibrio horizontal que texto y dibujo marcan con exactitud.
Tres historias sobre infancia, adolescencia y madurez que coinciden en buscar momentos de confrontación de vida y muerte en la vida de Noga: el primer beso torpe de amor y la muerte de su hermano pequeño, la muerte de un perro y la estupidez de la adolescencia, el amor adulto y el descubrimiento de una realidad social de enfrentamiento. Momentos de tragedia profunda o ridícula, como suelen ser en esta vida, contrastados con los pocos de dicha, que son entrelazados, tejidos con una sencillez falsa, que va dejando una estela de pequeños matices y trazos que demuestran la minuciosidad con la que los hermanos Seliktar han compuesto este particular poema gráfico, en el que se escuchan tanto ecos del proceso de aprendizaje, de la pérdida de la infancia y la locura de la juventud, como de la situación política y social de un país en estado de guerra permanente. Apenas se oyen mientras leemos el libro, apenas se entreven, pero van envolviendo la lectura hasta tomar forma propia y definida, acompañando y enriqueciendo la lectura de Granja 54. Muy recomendable. (3)