También expone su primera pieza de colección, un llavero de un elefantito, que le regaló su madre cuando tenía 10 años, que se destaca entre otros 19.500 acumulados desde entonces. Los hay de todas partes del mundo. Se pueden ver, entre otras miles de cosas, de distintas formas y colores, 3000 ceniceros, 270 sacapuntas, planchas y morteros.
La familia de Emilio también se contagió las ganas de juntar objetos: su esposa colecciona frascos de perfume y Ricardo, el hijo, tarjetas telefónicas, que están expuestas.
La granja también tiene sus curiosidades. Sobre una mesa hay cucharitas descartables para degustar dulces tradicionales y los que pocos se animan a probar: hay sabores de cebolla, berenjena, zanahoria y morrón, entre otros manjares.
Pero las cucharitas se hunden mejor en los de duraznos, higos, frutillas y especialmente en el dulce de leche que tan bien elaboran. Junto con las góndolas hay un salón con una cafetería para tomar algo calentito entre raros objetos de colección.
El acceso es gratuito y además de comprar alguna de las esquisitas mermeladas (como la mermelada de banana,por ejemplo) no deje de comer en el restaurante. Prueben el buffet, es una verdadera delicia y a un precio accesible ($uruguayos 360 por persona a mayo 2013)