¡Qué película! De esas tan bien trabadas que no dan respiro y que te mantienen expectante hasta el final. Tecnología e ingenio artístico van de la mano para una película de riesgo, de aventura y denodada lucha por la supervivencia. Más que de ciencia ficción es de aventura pionera, ya que es toda una realidad el hecho de que haya astronautas, una primitiva estación espacial, lanzaderas de la NASA y restos de basura peligrosa, orbitando a altísima velocidad.
Sandra Bullock siempre intervino en filmes donde el peligro y la acción están presentes y su compañero George Clooney parece una presencia benéfica, un Angel de la Guardia, que aguardará sin pánico su muerte mientras contempla el amanecer sobre el Ganges, después de haber sacrificado su vida para salvar a su acompañante.
Hasta se le aparece en un sueño para darle la solución, cuando ella ya se había resignado a quedarse dormida sin oxígeno por el dióxido de carbono. Le dirá en sueños una frase genial: Lanzamiento es aterrizaje. Y gracias a esa paradoja, podrá usar la nave dañada.
Lo relevante es mostrarnos una realidad diferente, donde las leyes físicas han cambiado y la realidad es perturbadora. La falta de gravedad crea un entorno donde el comportamiento de las cosas diverge de tal manera que todo se vuelve peligroso y puede convertirse en una trampa mortal.
Cualquier objeto que choca continúa en movimiento inercial sin que nada lo detenga, desplazando a otros objetos y empeorando las cosas. No hay fricción ni rozamiento con el aire o el suelo. Y cualquier colisión produce no sólo traslados, sino que hace que las cosas giren sobre sí mismas, en torno a su centro de gravedad.
Hasta el hecho de que aparezca una fuerza contraria de reacción a la que el otro ejerce, decide el destino de sus protagonistas. Stone será arrastrada de vuelta hacia la estación y Kowalski quedará a la deriva. Mostrarnos a Bullock girando y alejándose en el espacio es otra secuencia impresionante.
La vista es espectacular. El amanecer recorre un planeta bellísimo, rareza en un Universo oscuro y hostil, mostrando a nuestro planeta como una perla de valor insuperable que navega en el vacío. El uso de los silencios, de la banda sonora y de las imágenes es impecable.
Escapa a muchas convenciones. Se trata de ser verosímil, de ajustarse a nuestra época contemporánea. Aquí la única superviviente lucha, sufre. Sus propias lágrimas flotan en el espacio entre muñecos de peluche y piezas de ajedrez. Nos muestra a astronautas humanos, no se trata de súper-hombres, aunque Clooney (que se llama Kowalski, como el Marlon Brando de Un tranvía llamado deseo, sea la excepción). Bullock es la Dra. Stone (Stone, no por nada significa de piedra).
Hablan poco de su pasado. El menciona una amante infiel mientras sobrevuelan Texas y un incidente gracioso en el Mardi-Grass (el carnaval de Nueva Orleans), que no podrá terminar de contar. Y también prevé malos presentimientos. Otro astronauta es indio y muere con las fotos de su familia a su lado. Y Stone vive sola y perdió a su pequeña hija en un accidente.
Es una ironía que un misil ruso cause el desastre por querer destruir un satélite obsoleto, dado el duro pasado de la Guerra Fría y su postura a favor de los países árabes rebeldes como Siria. Y que China no le entienda ni una palabra cuando quiere comunicarse, aunque sea su estación espacial la que le salvará la vida, mientras ésta se precipita a tierra convertida en miles de pedazos devenidos en meteoritos ardientes.
Por primera vez los astronautas hablan sobre la experiencia de estar en el espacio. Hablan del silencio, la paz y la espectacularidad de lo inconmensurable. Disfrutan de la ingravidez, juegan como niños hasta que los abraza la fatalidad. Lo emotivo aparece en todo momento, sin perder por eso el temple jamás.
Recuerda a la poesía visual de 2001: Odisea en el espacio, aunque aquí todo es muy verosímil. No hay lugar para la monotonía ni el hastío. Trabajan precisamente en el famoso telescopio Hubble, que termina destruido, y sufren todo tipo de peripecias. Las cuerdas pueden ser tu salvación o tu perdición. Te sujetan a la posibilidad de poder volver a la Tierra con vida, pero también pueden atascar a una nave y no le permite despegar.
Al final, cuando aterriza, ¿en un mar o en un lago?, con un paracaídas con los colores de la bandera estadounidense, recupera el aliento, da las gracias a Dios y vuelve a pisar tierra firme, sintiendo de nuevo la gravedad, esa fuerza que por no estar presente condujo a todos sus compañeros a la muerte.