Lo que sigue son las ideas centrales expuestas por Jorge Altamira en la presentación del libro “El ascenso de la izquierda”, el pasado 10 de mayo en Avellaneda. Altamira, que compartió la mesa con el compañero Víctor Grossi, del Sitraic, ubicó las cuestiones centrales que estarán en discusión en el próximo Congreso del Partido Obrero.
Este libro está pensado como el balance de una experiencia política, pero con vistas a un debate que se va a desarrollar en el Congreso del Partido Obrero. Nuestro partido no puede desarrollar un congreso de estas características sin un intercambio de ideas con la clase obrera. Si no tiene lugar ese intercambio, pasan dos cosas: son las conclusiones de una minoría, que no están ligadas a la experiencia general de la clase obrera y, además, no ayudamos a que los obreros vean cómo se construye un partido obrero, y entonces no van a participar de su construcción.
En estas presentaciones he procurado señalar distintos aspectos, siempre vinculados con el desarrollo de la crisis mundial en la cual se inserta la lucha que estamos protagonizando. Hay un banco muy importante: el cuarto banco de España que está quebrado. El Estado le da 10 mil millones de euros para que siga funcionando. Al lado de esta información, nos enteramos que el gobierno de España recortó 8 mil millones de euros en gastos de salud. ¿De dónde salieron estos 10 mil millones para salvar a un banco? De los 8 mil millones de euros sacados a la salud. “Que la crisis la paguen los capitalistas”, es sacarle los 10 mil millones al banco y aumentar el presupuesto de la salud, y no seguir alimentando parásitos, porque este banco, a su vez, intervenido por el Estado, tampoco va a poder funcionar. La crisis capitalista es el mecanismo por medio del cual se arrebatan conquistas de los trabajadores para financiar el rescate de un puñado de parásitos. Tiene que existir un Estado con un poder de coacción, que haga que los que tienen que atenderse por problemas de salud reciban 8 mil millones de euros menos y se transfieran a los bancos. Para hacer que la crisis la paguen los capitalistas, los obreros necesitan un Estado que le imponga la completa nacionalización de los bancos y la pérdida de sus capitales, para salvar los derechos de los trabajadores. Para conseguir ese Estado, necesitamos un partido que luche por ese poder político. Entonces, el problema de la política obrera es el de la lucha por el poder del Estado.
Grecia
Este fin de semana hubo elecciones en numerosos países de Europa, y los resultados de estas elecciones han provocado una descomunal crisis política. Los partidos tradicionales de esos países fueron masacrados. En Grecia, los que allá serían los justicialistas y los radicales, que han reunido siempre el 80 por ciento de los votos, sacaron el 30 por ciento. ¿Por qué cayeron? Porque Grecia es uno de los países más golpeados por la crisis capitalista. Grecia está viviendo una masacre social. ‘Bancarrota de la sociedad capitalista’ quiere decir que el capitalismo, que explota al obrero, es incapaz de darle de comer al mismo que él explota. El límite de la sociedad capitalista, como experiencia histórica, ha sido alcanzado.
En estas elecciones, el fenómeno principal es que el segundo lugar lo ocupó un partido de izquierda que es ajeno a los partidos tradicionales, y lo que plantea por primera vez en Grecia la posibilidad de que gobierne la izquierda que actúa fuera de los partidos tradicionales. Este solo hecho, sin todavía emitir una opinión sobre qué carácter tiene este frente de izquierda (Syriza), ha colocado en la cabeza de los griegos el tema de qué pasa si gobierna la izquierda. El conjunto de los partidos y frentes de izquierda han reunido cerca del 35 por ciento de los votos, y estarían a un paso, en las nuevas elecciones en junio, de tener mayoría para gobernar a Grecia contra los partidos tradicionales.
Pero la izquierda que podría gobernar Grecia enfrenta el siguiente problema: quiere nacionalizar los bancos, postergar el pago de la deuda externa, que se anulen todas las rebajas de sueldos y jubilaciones y que se suspendan los despidos, pero seguir formando parte de la Unión Europea, integrada por 27 países capitalistas; es decir, quiere contrarrestar las medidas antipopulares, pero, bajo ninguna circunstancia, salir del marco capitalista. Incluso en sectores de la izquierda revolucionaria existe una hostilidad hacia el planteo de romper con la Unión Europea. Aquí aparecen los límites de muchos de estos partidos y frentes; unos, que creen que se puede mezclar el agua con el aceite; otros, que pretenden evadir el problema político concreto del momento: la ruptura con la UE. La izquierda revolucionaria tiene una gran oportunidad, pero a condición de que entienda que se ha abierto un gran campo de acción, en la que está en juego la construcción imperialista de la UE y, con ello, del capitalismo en una escala nunca vista. La izquierda revolucionaria en Grecia está atomizada y carece de homogeneidad política.
Hay una conexión estrecha entre el desarrollo de la bancarrota capitalista y la lucha de los obreros, de los estudiantes y los jóvenes. En Grecia ha habido como doce huelgas generales de 24 horas, a lo sumo 48. Si hubiera una dirección no burocrática, ya se habría largado una huelga indefinida y desarrollado un doble poder, capaz de remplazar al estado capitalista por el estado de los trabajadores. Debido al comportamiento vacilante e incluso traidor de esas direcciones, las crisis se prolongan. Lo que la burguesía no logra evitar es que se abra camino la discusión acerca del poder.
Argentina
¿Cómo se manifiesta esto en la Argentina?
La estatización parcial de YPF fue votada por los justicialistas, los radicales; la abstención de Elisa Carrió, Prat Gay y Estenssoro equivale también a un voto a favor, incluso más fuerte que el de todos los del Frente para la Victoria. Votaron a favor porque es un proyecto de reprivatización; ante el fracaso de Repsol, el Estado interviene para convocar a otras empresas capitalistas, como Exxon. Repsol es intervenida porque quebró, como el banco español que mencionamos al principio o como los bancos griegos. Esta quiebra se manifiesta en que nos ha dejado sin gas y sin petróleo; un escenario de crisis capitalista.
Cuando la Presidenta de la Nación anuncia que va a intervenir YPF, dice dos cosas: “esto no es una estatización”, es decir que adelanta la privatización, y dice algo mucho más importante: “está amenazada la viabilidad de Argentina”, porque sin energía, sin petróleo ni gas el país es inviable. Ésta es la definición crucial: está amenazado el Estado capitalista. La viabilidad del país es, para los capitalistas, el país organizado en beneficio de ellos, no de la Argentina como nación. En el momento en que sienten que este sistema está amenazado, todos, los de derecha y los de izquierda (Lozano, Solanas, Binner) corren a apoyar al gobierno.
¿Qué tiene que ver esto con Grecia? Que al igual que en Grecia, pero con mucha menos agudeza, por ahora, se plantea la cuestión del poder. El voto favorable al proyecto reprivatizador del gobierno, relativo a YPF, representa una salida política capitalista a una crisis de poder, que pagarán los trabajadores. A este voto de rescate del capital, el Partido Obrero opuso la expropiación sin pago de la industria petrolera, bajo control obrero; una reivindicación que plantea el gobierno de los trabajadores. La izquierda tradicional es la rueda auxiliar del capitalismo, que cobra actualidad cuando el neumático se pincha. La izquierda revolucionaria desarrolla una alternativa de poder al agotamiento del capitalismo, tal como se expresa en la crisis mundial, y como se expresa en la bancarrota económica que se presenta en Argentina de un modo cada vez más manifiesto. Esto es lo que va a discutir el Congreso del Partido Obrero.
Un partido y una organización no es una estructura: es, en primer lugar, la conciencia política de sus militantes. Nuestro próximo congreso apunta a desarrollar una conciencia clara de los desafíos revolucionarios que plantea la bancarrota capitalista. Desde hace más de una década que somos el único partido que señaló esta situación. Esa conciencia tiene que estar en la cabeza de los que van a formar ese comité nuevo, ese círculo nuevo, esa actividad sindical renovada. La gran cuestión que va a dominar por entero la política mundial y Argentina en los próximos tres o cuatro años, es la cuestión del poder. La cuestión del momento es la preparación de la clase obrera para remplazar el poder político en desintegración de la burguesía, por un poder político de los trabajadores.
La pregunta es: ¿los trabajadores tienen la capacidad para ello? El problema es puramente político. Un trabajador del subte, ¿no sabe manejar el subte?; un obrero de la construcción, un albañil, ¿no sabe cómo construir?; un ferroviario, ¿no sabe cómo manejar los ferrocarriles? Entonces, si el trabajador sabe manejar los subtes, el otro sabe cómo construir, el otro maneja los ferrocarriles, podemos remplazar a los capitalistas, con una gran ventaja para todos, porque dejaremos de alimentar parásitos corrompidos. La fuerza de trabajo reúne la capacidad productiva, no el capital. El problema político es arrancar de la conciencia del trabajador el velo que oculta esta realidad y que somete el obrero al capital. La bancarrota capitalista pone en contradicción mortal a este sistema de explotación con el desarrollo de las fuerzas productivas, que encarna la clase obrera. La bancarrota capitalista viene preñada de una revolución social. Lo prueba el desarrollo político mundial de los últimos años.