Querido(a) viajero(a), improbable lector(a), yo como tú (como muchos de ustedes) también había estado en ATENAS sin haber ido nunca. Y lo había hecho desde muy niño, desde aquellos días en que a mis hermanos se les dio por coleccionar los pequeños tomos de la HISTORIA UNIVERSAL DE CARL GRIMBERG, los cuales eran vendidos cada semana con una revista peruana. Los que recuerdo haber leído de forma voraz eran los de GRECIA y los de ROMA. Mi fascinación fue tal que hasta apuntaba en un cuadernito la secuencia de los hechos, los nombres de los personajes, y hasta hacía esquemas basados en lo que leía y que solo mi imaginación de niño podría haber entendido.
Ya había “estado” en ATENAS, la grande. Ya había conocido a sus mejores hombres. ¿Qué poder tiene la Historia bien contada para transportarnos hasta un lugar lejano, hasta un tiempo pretérito? Desde entonces supe que aunque la ficción es fabulosa, nada podía superar los hechos de la Historia; nada podía superar a la narración de los grandes, y también los alevosos, actos que el hombre ha sido capaz de realizar desde siempre.
Por eso, estar en Atenas, ver como la ACROPOLIS emergía sobre el pálpito caótico de la moderna capital griega, me hacía poner en la cara ese mohín de incredulidad que es inevitable cuando se tiene experiencias como éstas: ¿Estoy aquí, en verdad estoy YO aquí? Y sí, sí que lo estaba. Atenas no solo existía en los libros. Atenas no solo era un lugar ubicado en los límites del mito y la realidad. No. Atenas existía, era un lugar por donde uno podía caminar atormentado por el bullicio, por la velocidad con la que se mueven sus nuevos habitantes, agotado por cruzar la anchura de su espacio de punta a punta: Atenas es real.
Este blog tiene por nombre LA BRUJULA DEL AZAR. Creo haberlo explicado, pero me atrevo a repetirlo: el nombre de marras se debe sobre todo al hecho de que me he pasado la vida viajando y viviendo en sitios donde nunca jamás había planeado estar y a los que sin embargo fui por pura casualidad, por puro azar... y mucha fortuna. Grecia era uno de esos sitios adonde llegué llevado por la suerte, por los caprichos del destino. Alabados sean los dioses.
Sí, Grecia, el lugar que tú querido(a) viajero(a), al igual que yo, escribiste en ese papelito donde alguna vez te ordenaron poner los nombres de los 5 lugares que alguna vez quisieras conocer. No me digas que no escribiste el nombre de este país fantástico y contradictorio porque eso sería imposible de creer.
Era 2009 y mi hermana todavía vivía allí. Desde Londres (donde entonces yo residía) no era tan difícil ir aunque había que hacer algunos esfuerzos. Los dioses se lo merecían: un madrugón para cruzar toda la capital británica desde Richmond hasta el aeropuerto de GATWICH; la incomodidad de los asientos poco reclinables en el avión de una línea low-cost; la ansiedad y los nervios por planificar un viaje tan especial como éste. Y valió la pena. Claro que valió la pena. Pueden dar fe de ello cada uno de los pálpitos emocionados que dio mi corazón cuando nos fuimos acercando a LA ACROPOLIS que, como he dicho, emergía como el tesoro inalcanzable por sobre la inmensa capital griega. La emoción alcanzó niveles de órdago cuando se hicieron más notorias las columnas de EL PARTENON que aparece como si fuera una bisagra que une cielo y tierra. El sueño estaba casi cumplido. Ya me moría de ganas por empezar a caminar a la sombra de todo ello. Subimos.
Posiblemente Atenas sería una ciudad sin mucha gracia sino estuviera desparramada a la milenaria sombra de esta “ciudad elevada” que es como se podría traducir la palabra ACROPOLIS. De eso te das cuenta cuando miras la capital desde las mismas alturas desde donde antiguamente sabios y genios miraron el mundo.
Entre el caos dilatado que es Atenas algún claro aparece en la que se puede ver alguna ruina que milagrosamente ha resistido la aparición de casas y edificios con los que prácticamente colindan: es como si una marea blanca de concreto hubiese llegado casi hasta la misma base de las ruinas: estoy seguro que ni siquiera los muchos ejércitos que la saquearon han significado tanta amenaza para la ACROPOLIS como lo es la desbocada urbanización. Parece haber pocos espacios verdes, el cemento se ha comido todo. Hoy uno de esos filósofos peripatéticos que antaño amaban caminar en los bosques para que los encontrase allí la chispa de las ideas no tendría espacio para ir a por esa luz inspiradora. El cemento no deja espacio para la filosofía.
Debajo de la Acropolis no solo hay callejuelas donde se agolpan desesperados los turistas a comprar todo aquello que deje certeza de que fueron (fuimos) felices en la capital helénica. También está el extraordinario NUEVO MUSEO DE LA ACROPOLIS. La visita a este sitio lo recomiendo antes de subir a ver las ruinas ya que da una excelente idea de la historia griega y de lo que vamos a ver. También, claro, se nos hace conocer, casi “sin querer”, el expolio que ha sufrido este maravilloso lugar por parte de esas potencias del ayer que hoy no quieren entregar el botín que se llevaron y guardan bien esos tesoros como modernos Ali-babas.
Pero bueno, pasemos el trago amargo metiéndonos de lleno en la ACROPOLIS. El paseo empezó bien. Lo primero que vimos fue una cosa hermosa: el teatro romano de HERODES ATICO.
Anfiteatro de HERODES ATICO en la ACROPOLIS. ATENAS - GRECIA.
Anfiteatro de HERODES ATICO en la ACROPOLIS. ATENAS - GRECIA.
Otro deja-vu: ya "había estado" aquí cuando adolescente me hice fanático de la música del griego YANNI y de su disco en vivo en este hermoso recinto: veía y reveía el dvd del concierto. Era, es, impresionante que esa música tan buena haya sido tocada en un sitio inigualable. Escuchar un concierto en ese sitio debe ser increíble.
Entre los jardines remolonean los gatos (los vi en casi todas las ruinas griegas que visité) a calentar sus cuerpos con la luz solar de octubre, una luz que no es tan feroz como la de agosto, mes en que medio mundo occidental está apretujada en las calles de Atenas. La otra mitad lo está en las playas de las islas griegas. Los senderos de tierra conducen hasta la puerta Beulé, la primera entrada de la Acrópolis; y luego, unas viejas escalinatas nos ponen frente a LOS PROPILEOS y el TEMPLO DE ATENEA NIKÉ. Cuidado, la emoción es tal que hasta los grupos de los siempre bien educados y fríos japoneses se acaloran y pasan sobre ti como kamikazes.
ACROPOLIS. ATENAS - GRECIA.
ACROPOLIS. ATENAS - GRECIA.
ACROPOLIS. ATENAS - GRECIA.
ACROPILIS. ATENAS - GRECIA.
ACROPOLIS. ATENAS - GRECIA.
ACROPOLIS. ATENAS - GRECIA.
ACROPOLIS. ATENAS - GRECIA.
Se abre el espacio, un suelo lleno de desniveles y guijarros te recibe, pero igual caminas indiferente porque frente a ti aparece el monumento más famoso del mundo occidental. EL PARTENON. Sí, de nuevo pienso en aquello de ¿estoy en verdad aquí? Lleno de andamios que tratan de sostenerlo como a un viejo cansado y maltrecho pero lleno de sabiduría, nada es suficiente para expresar la emoción que inspira tal construcción. Pensar que todo esto no era sino decorado, parte inevitable de la vida diaria de gente corriente. Bendito Pericles, que los dioses te tengan vacilando a su lado por la grandiosa idea que tuviste de reconstruir todo esto. Aunque luego ya nosotros nos hayamos encargado de desmantelarlo.
EL PARTENON EN LA ACROPOLIS. ATENAS - GRECIA.
EL PARTENON EN LA ACROPOLIS. ATENAS - GRECIA.
EL PARTENON EN LA ACROPOLIS. ATENAS - GRECIA.
EL PARTENON EN LA ACROPOLIS. ATENAS - GRECIA.
ACROPOLIS. ATENAS - GRECIA.
EL PARTENON EN LA ACROPILIS. ATENAS - GRECIA.
La magia no acaba. Al lado del PARTENON se ubica otro clásico, nunca mejor dicho: EL ERECTEON, quizás el lugar más sagrado de toda la ACROPOLIS pues se dice que es allí donde POSEIDON clavó su tridente en una roca y nació el olivo de ATENEA en su guerra por el patronazgo de la ciudad. Sus CARIATIDES son lo más llamativo y famoso, claro. Aunque lamentablemente son copias, pero sirven para darnos una idea de cuán fabulosas eran. Algunas de las originales están en el museo, por eso es que recomendamos visitar ese sitio previamente.
EL ERECTEON EN LA ACROPOLIS. ATENAS - GRECIA.
EL ERECTEON EN LA ACROPOLIS. ATENAS - GRECIA.
No hay una gran cantidad de edificios por ver pero los pocos que hay ya te dejan una gran sensación de satisfacción y alegría. El camino señalado indica la salida pero… no puedo irme todavía. Vuelvo a ponerme frente al Partenón, tomo fotos, miro de nuevo, vuelvo a mirar, una vez más, sus rincones, sus frisos, sus columnas, sus heridas, las huellas del tiempo y de la barbarie humana, sus escalones, mis ojos devoran detalles tratando de aprenderse de memoria todo lo que pueda. Nunca había hecho algo semejante. Ahora sí hay que irse, lamentablemente. Más tranquilo aunquee dentro no deja de resonar el eco de la pregunta inacabable: ¿estoy aquí?, ¿en verdad estoy aquí?
Pablo
DATOS UTILES
- Entrada al Acrópolis: 12 euros, te permite la entrada a más sitios. Si eres estudiante EN la COMUNIDAD EUROPEA la entrada es gratuita.
- Entrada al nuevo museo de la Acrópolis: 5 euros. Si eres estudiante EN la COMUNIDAD EUROPEA la entrada es gratuita.
- Se recomienda llevar agua y gorra si vas en verano y, por supuesto, ir con zapatos planos y no con tacones porque el suelo tiene muchos huecos y puede ser algo incómodo caminar.