El placer de llegar a ïtaca era un reto que nos propusimos al viajar por las Islas Jónicas. Una joya que uno no debe dejar pasar por alto pues era parada obligada de todo viajero.
Al despertar en el Hotel Boutique Alicelia de Vathy desayunamos en la hermosa terraza: tomamos queso, yogur, mermeladas, pan, embutido, fruta fresca, cereales, zumo y café.
Luego marchamos hacia el embarcadero pues a las 11 horas salía una barquita hacia la playa de Gidaki, una de las más hermosas de la isla, te dejaba allí unas tres horas y te llevaba de vuelta a Vathy. Íbamos con una pareja de griegos, otra de ingleses y una familia rusa. En media hora atravesamos la bahía bordeando la costa.
Cuando atracamos bajamos por la escalera vimos que la playa se encontraba prácticamente vacía. Había tumbonas esparcidas por la estrecha playa y parasoles así que aprovechamos para dejar las cosas y relajarnos cómodamente.
Después de disfrutar del sol, agua y de la lectura, volvimos hacia Vathy, la capital de la isla y nos fuimos a comer a uno de las tabernas típicas que daban a la hermosa bahía, pedimos saltziki y calamar con salsa de mostaza. De postre tomamos un helado en una de las heladerías del pueblo.
Para bajar la digestión, caminamos hasta el final de la bahía donde se encontraban las casas pintadas de alegres colores, la gente local nos saludaba al pasar desde sus casas.
Justo enfrente se encontraban atracadas las barquitas de pescadores, éstas se mecían con el suave vaivén de sus aguas cristalinas.
Y es que Ítaca era pura tranquilidad. Nos sentamos para contemplar la magnificencia del paisaje y tomar algo en un bar donde iba la gente local, tomamos un frappé y volvimos a releer el poema de Kavafis referido a Ulises y que normalmente llevo escrito en la primera hoja de mis diarios de viaje:
Ítaca - Poema de Kavafis
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya
qué significan las Itacas.