Revista Sociedad

Grecia. Reset o Game Over.

Por Jmbigas @jmbigas
Grecia ha sido muchas cosas maravillosas en la Historia. Fue la cuna de la democracia occidental, hace ya varios milenios. Fue el faro de lo que, evolucionando, ha venido a ser la cultura que nos resulta más próxima. En su época, Atenas y Esparta encarnaron las dos grandes aproximaciones al poder: sabiduría y fuerza. Su mitología fue reproducida por los romanos y se extendió con su Imperio por buena parte del mundo conocido.

Grecia. Reset o Game Over.

(Fuente: iniciativadebate)

Pero hoy Grecia es, básicamente, un problema. Un problema, es cierto, que tiene muchas causas y muchos culpables. Los equivalentes griegos del PP y PSOE han gobernado de modo alternado durante muchas décadas, y han alumbrado un sistema político y económico básicamente clientelar y corrupto. Un país donde los ciudadanos desconfían por completo del Estado, y le engañan todo lo que pueden. Un país donde pagar impuestos sólo se hace si no hay más remedio, y defraudar es muestra de poderío. Un país donde hasta las reglas más básicas de un estado moderno son desafiadas continuamente por los ciudadanos. Sin ir más lejos, hemos visto al ya dimitido Ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, llevando en su moto a pasajeros y pasajeras sin el casco reglamentario. Según parece, la prohibición de fumar en lugares cerrados es sistemáticamente violada, ante la pasividad de ciudadanos y autoridades. Si no se respetan ni siquiera estas reglas simples, ¿cómo podemos esperar que su sistema fiscal sea capaz de alimentar las arcas del Estado de forma legal, justa y progresiva?. Da la sensación de que el Estado no dispone de un sistema eficiente para la necesaria recaudación de impuestos. Y, en el pasado reciente, han tenido modos, modas y vicios de país ultrarico, estando en el vagón de cola entre los países europeos. Jubilaciones anticipadas o sobredosis de funcionarios sin una labor clara y definida son sólo algunos de los síntomas de una disfunción que se ha vuelto endémica.  Ninguno de los gobiernos de las últimas décadas parece haber hecho nada consistente para modernizar el país, y ponerlo al nivel que debería estar, de acuerdo a su gran pasado y destacable historia. Si no fuera un país europeo e integrado, por el momento, en la Unión Europea, Grecia correría un riesgo cierto de ser un estado fallido. Su entrada en la Unión Europea y su incorporación a la moneda única fue una operación en que demasiados actores se pusieron una venda en los ojos, para conseguir lo que parecía interesarles. Se aceptaron como ciertas unas cuentas que luego se demostró que habían sido falseadas (o convenientemente maquilladas) con la colaboración inestimable de Goldman Sachs. Alemania y muchos otros países de la Unión tenían (y tienen) un gran interés en que Grecia forme parte del club. Entre otras cosas, conviene no olvidar que Grecia es un país con una situación geoestratégica particularmente delicada. Forma parte de la incendiaria región de los Balcanes y es la frontera sur de Europa con Asia. Su vecino (y tradicional enemigo o, al menos, rival) es Turquía, un aliado militar de la OTAN, pero a su vez el país musulmán más poblado del área. Grecia tiene un presupuesto militar que dobla o triplica (en % del PIB) al de la mayoría de otros países desarrollados. Mucho material militar (de origen alemán, francés,...) ha sido comprado por Grecia en los últimos años. Europa y, para el caso, la Unión Europea, no pueden permitirse que Grecia no esté en su órbita política, económica y militar. Simplemente no es posible. El problema de fondo es que un país en la situación en que está Grecia sólo puede evolucionar, progresar y modernizarse a partir de la fuerza interna que puedan tener sus propios gobiernos y sus ciudadanos. Pero, y este es un gran pero, Grecia ya está metida en una trampa de la que es prácticamente imposible escapar, al menos sin violar las reglas que la Unión Europea y el resto de instituciones quieren que todos los países cumplan. La adopción del euro provocó, sin duda, un ímpetu, público y privado, que acabó conduciendo al despilfarro y al descontrol. Ante la imposibilidad de la devaluación recurrente de su moneda nacional, la única solución ha sido la de aumentar desenfrenadamente la Deuda. Si nada cambiara, el único remedio es que la propia Unión Europea tuviera un capítulo enorme de su presupuesto destinado a financiar, a fondo perdido y para siempre, a Grecia. Evidentemente, esa opción no es viable. La única posibilidad es intentar lo que están forzando las instituciones europeas, con más voluntad que éxito. Los millonarios paquetes de ayuda y rescates no han llegado, de verdad, al Estado griego y a sus ciudadanos, para financiar la modernización del país. Sólo han sido maniobras casi puramente financieras, para convertir la deuda en manos de bancos privados en deuda pública, es decir, financiada (pagada) por el resto de ciudadanos de la Unión Europea. Entre los que estamos, por cierto, los españoles. Si vamos a creer al arrogante de Varoufakis, sólo un 9% de los enormes capitales destinados al rescate de Grecia han llegado al estado griego. El resto sólo sirvió para cambiar la deuda de manos. El problema gravísimo de estos días es que la situación real de Grecia a día de hoy, si nos atenemos a la pura aritmética financiera, es la de un estado inviable. Condenado, simplemente para malvivir, a ver cómo su deuda pública siga aumentando día a día, confiando en que la inevitable explosión de ese globo gigantesco no les pille a los ciudadanos de hoy. Pero, lógicamente, los griegos están inquietos por el país que les podrían dejar a sus hijos y nietos. Esa burbuja reventaría, sin duda, en un momento u otro. La única solución para Grecia es un reset completo, una puesta a cero. Hay varias fórmulas para ello, pero todas tienen un prerrequisito imprescindible: el Gobierno y el pueblo griegos deben tener absolutamente claro lo que deben empezar a hacer, sin falta, al día siguiente de darle al botón del reset. Entre muchos otros deberes, deberían poner la primera piedra (y todas las siguientes) para convertir a Grecia en un estado moderno y viable. Esa puesta a cero podría producirse dentro o fuera de la Unión Europea y del Euro. El reset total supondría la salida del euro y de la Unión Europea, cambiar el nombre al país, para acaso dejar de estar obligado al pago de la monstruosa deuda pública, la creación de la Nueva Dracma (por ejemplo) como moneda nacional. Si hicieran las cosas bien, es probable que en dos o tres décadas pudieran solicitar de nuevo, pero sin trampas, la incorporación a la Unión Europea y al Euro. Claro que tres décadas a la deriva podrían llevar al país a estrellarse contra los arrecifes, o a crear lazos, indeseados por los europeos, con países terceros, como Rusia o China. El riesgo es, desde todo punto de vista, excesivo. Casi con seguridad, nunca volveríamos a conocer a la Grecia que hemos visto en las últimas décadas. Ese reset total, el llamado Grexit, sería en realidad un Game Over. El reset sin que el estatus político y económico de Grecia cambie significativamente requiere de políticos (en Grecia y en la Unión) que sean auténticos estadistas que sepan ponerse metas para las siguientes décadas y no para el año siguiente. Pero las instituciones están plagadas de funcionarios sin perfil de estadistas, y el Fondo Monetario Internacional, por su parte, no es conocido, precisamente, por sus recetas mágicas sino por su infalibilidad en conseguir el empobrecimiento y la ruina de los ciudadanos que caen en sus manos. Política y estratégicamente, la mejor solución es que esta puesta a cero se realice en el marco de la Unión Europea, de alguna forma bajo su tutela. La conversión de Grecia en un estado de Europa Occidental viable y moderno es posible, pero es tarea para una o dos generaciones y no menos de 20, 30 ó 40 años. La tutela es imprescindible porque, como para cualquier operación de largo plazo, hay que vigilar desde la proximidad que el día 2 y los sucesivos se esté un pasito más cerca del objetivo final para varias décadas después. La magia no existe, y todo camino hay que recorrerlo paso a paso. Pero ningún día puede el caminante sentarse a contemplar el paisaje sin dar un solo paso. Y cualquier desviación debe corregirse un momento después de que se produzca. Este proceso debe estar liderado por estadistas con visión de largo plazo. Tanto dentro de Grecia como en la Unión Europea. Las medidas de corto plazo que son la especialidad del FMI (subida del IVA, bajada de pensiones y salarios, etc. etc.) sólo pueden tener sentido en el marco de un proyecto de más largo plazo, cuyo objetivo sea, de verdad, hacer de Grecia un estado europeo viable y competitivo. Pero es imprescindible que nadie olvide que todos los actores que han intervenido en el tema en los últimos 20 ó 30 años son parcialmente culpables de que la situación haya llegado a donde está hoy. Resultan torticeros, falaces o directamente falsos los intentos de unos y otros de echarle toda la culpa a Syriza (el actual gobierno griego), a Nueva Democracia o al PASOK, a la troika, a las instituciones o al FMI. Los coroneles, los Papandreu y Karamanlis, el tecnócrata Papadimos, Samaras, Tsipras, así como todos los dirigentes de los grandes países de la Unión Europea y de la propia Unión, el Banco Central Europeo o el FMI, todos ellos tienen su parte de culpa en haber cerrado en algún momento los ojos, confiando en que la bomba que estaban cebando acabaría estallando en las narices de otro. Hay que diseñar entre todos un proyecto viable para convertir a Grecia en un estado moderno, y hay que velar por su correcta implementación, día a día. Habrá sin duda, algunos condicionantes imprescindibles, como la quita de la deuda griega. Todo puede ser válido si se pone al servicio de un proyecto creíble, para las próximas dos o tres décadas. Así podría ser el reset para Grecia. La alternativa, el llamado Grexit, sería el Game Over para el país tal y como hoy lo conocemos. JMBA

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