Revista Economía

Grecia y la crisis del euro

Publicado el 07 julio 2015 por Josecristiancallejon

El euro, la moneda común, está atravesando un momento difícil, si bien es cierto que la unión económica y monetaria es un proceso incompleto donde la celeridad ha primado sobre otros aspectos. Y además, Grecia supone un caso particular. En 2009 indicó que falseo las finanzas públicas, quedando el déficit 10 puntos por encima de lo inicialmente anunciado, cerrando el ejercicio con un déficit y una deuda sobre el PIB próxima al 15% y al 130%, respectivamente.

Dejando al margen este evidente deterioro de las cuentas helenas, la Unión Europea se ha caracterizado por buscar una rápida consolidación, tanto es así, que el proceso de adhesión a la misma es, simplemente, irreversible, es decir, no existe un protocolo que permita a un determinado país, renunciar a la moneda funcional para retornar a una más inflacionista e inestable.

El año pasado pedía, para garantizar la sostenibilidad del euro, los siguientes elementos:

  • Un Mecanismo de Resolución Única, es decir, un reglamento único y un sistema de garantía de depósitos homogéneo que permita afrontar los momentos de dificultad desde la unión bancaria absoluta.
  • Competencia de supervisión bancaria del BCE.
  • División de las tareas de supervisión y política monetaria.

Aunque un año después hemos avanzado, aún quedan trabajo pendiente. En mi libro también señalaba que uno de los problemas fundamentales que hemos tenido ha sido, precisamente, tratar de resolver cuestiones europeas con políticas nacionales. Y un problema europeo no se puede atajar de forma unilateral.

El Mecanismo Europeo de Estabilidad, configurado a finales de 2012, exige como contrapartida por dotar de liquidez a un sistema, la aceptación de un Memorándum de Entendimiento (MoU) firmado por un representante de la Comisión Europea y un miembro del Ministerio de Finanzas. Así, la política fiscal queda asociada a la Unión Europea. Si Grecia no quiere ser austera, está en su derecho, pero necesariamente tendrá que hacerlo con su dinero. No es posible rechazar reformas y ajustes de gasto público, y seguir viviendo de prestado, porque ni es ético ni la configuración europea lo permite. Dejando esto al margen, renegociar la deuda no es un evento inusual. Sentarte con tu acreedor para pedir una carencia parcial, una reducción de los tipos de interés e, incluso, una quita sobre el principal o indexar éste a la cuenta de resultados, es una cuestión que puede producirse, pero evidentemente el deudor tendrá que garantizar una contrapartida que permita hacer frente a esa deuda. No obstante, a pesar de la alta tasa de endeudamiento heleno, su gasto financiero en términos relativos no es demasiado oneroso y el vencimiento de su deuda es dilatado, es decir, disfruta de unas condiciones laxas.

El impago heleno no puede ser una solución pues sumiría al país en una fuerte depresión, las subidas de impuestos tampoco son la solución. Reformas estructurales, estabilidad jurídica e institucional, ajustes de gasto público, protección de la propiedad privada y fomento de la inversión privada son los ingredientes que deben aplicar si quieren hacer de Grecia una economía sostenible. Todo ello permaneciendo en la Unión Europea.

El referéndum griego no debía haberse producido, porque la inconsistencia de las decisiones humanas impiden que se adopte la mejor alternativa. Hay factores psicológicos que impiden que, en momentos límite, la parte cognitiva del cerebro asuma la opción más racional, además de que el voto requiere un importante conocimiento técnico en materia, no solo económica, sino también política y jurídica. Por otro lado, se degeneró tanto el referéndum que impedía conocer con claridad el objetivo último y real de las elecciones.

En resumidas cuentas, el problema es considerable. Grecia no debería incurrir en default y para ello tiene que negociar y aceptar. Las instituciones europeas tendrán que mostrarse más laxas ante la victoria del NO en los pasados comicios, pero siendo conscientes de que una nueva inyección de liquidez sin los compromisos necesarios por parte de Grecia no es más que una patada hacia adelante. En caso de que Grecia no asuma la responsabilidad que le toca, la única vía será el indudable colapso.

Grecia no estará en el proyecto europeo si no quiere estar.


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