Cruje la nieve bajo mis botas, rompiendo su silencio y hollando el blanco inmaculado; siento mis latidos en las sienes, mi jadeo en el pecho. Me agrada el frío en la cara hasta que el viento me hostiga con mil cristales helados.
Con la mirada en la cima y la ilusión en la mochila subo a las cumbres de Gredos, allí donde las cabras monteses dominan sobre las heladas cascadas, los granitos y los pastos de montaña. En la época de celo los machos ventean aromas de amor mientras, remolonas ellas, las cabras mordisquean las briznas que aún sobresalen tras la primera nevada.
En los pinares los troncos desconchados se elevan en asombrosas rectas naranjas. El hielo azul del arroyo apresa las hojas caídas del sauce y los últimos frutos de un rosal silvestre.
Se acerca el invierno.
Gredos nevado y nubes lenticulares
Huellas
Nieve, granito y ventisca
Paseo por el pinar
Hojas en el hielo
Río helado y fruto de rosal silvestre
Pinos silvestres
Macho de cabra montés
Macho con pelaje invernal
Cascada helada
Hembra y recental
Macho montés
Macho venteando a una hembra
Macho entre el rebaño
Joven macho mordisqueando la hierba
Hembra y macho de monteses
Junto al hielo.
Foto: Eduardo Cubera