He recordado, de repente, que tuve ocasión de reproducir aquí -con ocasión del viaje de Benedicto XVI a Santiago y Barcelona en noviembre pasado- unas elocuentes palabras de Gregorio Luri en su blog El Café de Ocata: tanto su bienvenida (Yo sí te espero) como su despedida (Adiós).
Y al pasar por el Café, leo ayer, bajo el título Los números, las noticias, las verdades, este texto que no me resisto a reproducir.
Gracias, Gregorio, por plantear un asunto clave, en un contexto en el que Estado, gobierno y sociedad a veces se confunden peligrosamente. Entiendo que, dadas las limitaciones normales de un Estado neutral ante una sociedad, no puede -como algunos pretenden- imponer una imposible neutralidad de la ciudadanía sin que se impida la libertad de expresión cívica de conciencia y religión so capa de la igualdad de trato. Sin duda que hay mucho que hablar al respecto, pero conviene hacerlo -como condición de posibilidad- racionalmente, como entiendo escritas estas palabras:
"Numbers don't prove truth, of course. But they are measures of commitment, and of political importance. Three hundred times as many people have travelled to Madrid to see the pope as have travelled to protests against him. Which group is more important to know about?"
Ni más ni menos que en The Guardian.
Todo lo que envuelve la visita del papa a Madrid está teniendo para mí un alto interés, porque viene a ser un test proyectivo de las convicciones de cada cual. Y no andamos muy sobrados de pruebas de este tipo. Me parece especialmente simpática la idea de "no con mis impuestos". Los que se cobijan tras este lema deberían ser coherentes y proponer que se adjunte a la declaración de hacienda de cada uno un listado de actividades a las que no quieres contribuir con tus impuestos. Los gobiernos de turno se evitarían así muchos males de cabeza a la hora de confeccionar los presupuestos del Estado.
Sin embargo no encuentro nada simpática, sino muy preocupante, la confusión entre la conveniente laicicidad del Estado y la escasamente conveniente laicicidad de la sociedad. ¿Un Estado laico es aquel que impone su laicicidad a la sociedad o el que, precisamente para apoyar la pluralidad de opciones religiosas, decide situarse en estos asuntos un paso por detrás de la ciudadanía? ¿Qué hay de contradictorio en que un Estado laico apoye una iniciativa religiosa de la sociedad civil? Un Estado laico no tiene por qué ser antireligioso. Más aún: no debería serlo si quiere comprometerse con la defensa del pluralismo.
Vergonzosamente demagógico me parece lo de enviar a Somalia el dinero que cuesta el apoyo a una iniciativa internacional que reúne en Madrid a más de un millón de jóvenes de todo el mundo. Cáritas Somalia está actuando en el país desde hace tiempo. De hecho uno de los primeros en dar la voz de alarma sobre la situación de la región fue el obispo de Yibuti y presidente de Cáritas Somalia, Giorgio Bertín. Sospecho, además, que los participantes en la JMJ han colaborado ya con Somalia al menos tanto como lo han hecho los críticos con los fastos de la visita papal.
Tengo la sensación de que lo que molesta a muchos es que haya jóvenes católicos sin complejos a la hora de manifestar sus convicciones. Parece como si entendieran que la proclamación pública de la fe cristiana es un freno para el progreso moral de la sociedad, como si estuviesen convencidos de que sin la Iglesia la sociedad sería moralmente más sana.
En todo caso en este debate lo que está en juego no son argumentos lógicos sino convicciones morales. Si es así, entonces hay que prestar atención a lo que Peter Seewald llama "la salida del armario" de no pocos católicos que tenían su fe en "stand by" y que, a medida que van comprobando la imposibilidad de dotar de una dirección moral bien fundada a la autonomía que promete la modernidad, se reencuentran con la religión convencidos de que en la aceptación de la fe hay también la aceptación de una vida existencialmente más densa. Hay diferentes formas de racionalismo. Y no todas están en el ateísmo.Interesante, Gregorio. Un cordial saludo.