Por Daniel Lew y María Celeste Berecoechea (*)
Comienza nuevamente una temporada donde la protagonista es la gripe. El virus de la influenza suele estar muy activo en los meses del otoño e invierno, aunque su circulación sigue siendo importante a lo largo de todo el año.
La gripe suele ser una enfermedad autocontrolada; es decir, que el organismo se encarga de eliminar el virus mediante una pelea a través del desarrollo de anticuerpos. Y si bien suele ocasionar un cuadro clínico que es difícil de distinguir de otros virus respiratorios -como los del resfrío común-, se caracteriza por presentar los siguientes síntomas: fiebre (generalmente alta y persistente a lo largo de los días), dolor de cabeza, dolores musculares, decaimiento, tos seca, dolor de garganta y estornudos.
La transmisión del virus se produce por vía aérea a través de estornudos, tos, contacto con las manos o materiales contaminados con el virus como teléfonos, computadoras, utensilios de cocina. Por ese motivo, uno puede contagiarse en cualquier espacio cerrado, dentro o fuera de los hogares, en oficinas, escuela y medios de transporte públicos.
Existen muchas medidas para la prevención de esta enfermedad como el lavado frecuente de manos con agua y jabón o con soluciones alcohólicas, cubrirse la boca con el codo al toser o al estornudar, ventilar bien los ambientes y mantener las superficies limpias. No obstante, la principal herramienta para la prevención de formas graves de la gripe es la vacuna antigripal. Todos los años es necesaria su aplicación ya que el virus puede sufrir modificaciones o mutaciones frecuentes.
¿Quiénes deben vacunarse? Todos los adultos a partir de los 65 años, los niños entre 6 y 24 meses, las embarazadas en cualquier trimestre del embarazo y las mujeres en los primeros diez días del puerperio (si no se vacunaron durante el embarazo) y todos los trabajadores de la salud -por el mayor riesgo de exposición y la posibilidad de transmitir la enfermedad a poblaciones vulnerables-.
La vacuna es especialmente importante para todas las personas entre los 2 y los 64 años con factores de riesgo y/o que padezcan alguna enfermedad crónica y persistente.
Es necesario señalar que la vacunación no provoca la gripe, ni empeora el cuadro gripal en caso de adquirirlo. Por el contrario, como fue dicho anteriormente, está destinada a prevenir las formas graves de gripe, y/o atenuar el cuadro en caso de que se presentara.
La pandemia de la gripe en 2009 nos dejó varias enseñanzas, como ser la vulnerabilidad de las mujeres embarazadas (tuvieron cinco veces más riesgo de morir que la población general), de los niños entre 6 meses y dos años, y los obesos.
Consultar a un médico es necesario en estas épocas. No dudes en pedir su consejo y seguir las acciones que te recomienda.
(*) Daniel Lew es director de la carrera de especialización en Medicina Familiar de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral. María Celeste Berecoechea es jefa del Servicio de Medicina General Ambulatoria del Hospital Universitario Austral.
Fuente: clarin.com