Nunca esta frase había tenido tanto sentido. Daniela casi cumple los 2 años. Los terribles dos, dicen los expertos.
Con este título no solo me refiero a los comunes berrinches propios de esta edad, que claro se manifiestan literalmente a gritos, sino a la búsqueda diaria de autosuficiencia y las ansias de nuevas aventuras. Y claro, a esos gritos de jubilo cuando se conquista eso que deseamos lograr.
Estamos comenzando una etapa llena de emociones fuertes, que dura por lo menos un año. A esta edad los niños exploran sus límites, físicos y mentales, buscan hacer cosas por sus propios medios, y usan la palabra NO para mucho más allá de la típica desobediencia.
Es como una constante lucha interna: quiero ser independiente pero al mismo tiempo quiero seguir siendo el bebe de mamá y papá.
Y es que las pataletas están a la orden del día, no solo como manifestación de caprichos infantiles, sino también como muestras de frustración y formas de comunicación, aunque no lo crean.
Voy a tratar de explicar este lenguaje nuevo que Roberto y yo estamos conociendo, frase por frase:
AQUÍ TOY: forma de decir, "acá me quiero quedar mama, estoy cómoda y quiero seguir jugando en este lugar". El problema es cuando ese lugar son las escaleras o sobre la mesa de la sala. ¡Es ahí donde surgen los gritos!
MI o YO PEYO: son las palabras que usa cuando intenta hacer algo sola y no desea pedir ni recibir ayuda. Comer usando cubiertos, abrir una caja o botella, vestirse por sí misma, son algunas de las situaciones.
Verla subir una silla, es como ver a quien escala un monte altísimo, su esfuerzo es un espectáculo gratificante. Al final, ver esa carita de satisfacción al lograrlo, no tiene igual. Ahora incluso, ya ni quiere comer en su silla, sino en una normal, eso significa que tiene confianza en si misma y que sabe que puede luchar y alcanzar lo que busca.
¿Y ESHTO QUES?: tomar algo y preguntar, hace nuevo y llamativo hasta un porta vaso de madera.
NO QUEYO: cuando se niega a hacer o comer algo, como diciendo: "yo puedo decidir por mí misma".
NO: palabra tan simple y clara, se convierte en algo tan complejo, ya sea "No quiero hacer lo que me pides", "quiero pero te digo que no para ver tu reacción" o "digo no porque es lo contrario al sí".
UN simple GRITO puede llegar a comunicar tanto: enojo, frustración al no poder lograr algo, simplemente ser signo de que tiene sueño y no puede dormirse, o bien una señal de que completó algo que estaba tratando de hacer sola. También puede ser una herramienta para llamar nuestra atención.
Lo curioso con el grito es que muchas veces los mismos niños no se dan cuenta de que su voz es chillona o que están gritando. Lastimosamente nosotros los padres tenemos como primera reacción devolver el grito. Lo ideal en estos casos es mantener la calma y pedir calma al niño, resaltando que debe expresar sus deseos e ideas con palabras, y no con gritos, para poder entenderle y ayudarle.
El reto es mantenerse firmes y no asustarse. Si cedemos al primer capricho, el niño se da cuenta que tiene el control de la situación al llorar o gritar. Si mostramos indiferencia, tarde o temprano se cansan y ven que su comportamiento no tiene éxito. Lo extenuante es que tienen tanta energía que, a veces, ese punto tarda en llegar mucho más de lo que nuestro cuerpo y mente toleran. Al final es una etapa más y hay que disfrutarla.
He decidido no inquietarme por los berrinches que nos esperan. Si no, ver las circunstancias como una oportunidad para poder cultivar la paciencia. Es que el Señor no nos da paciencia, sino pone en el camino las situaciones que nos permitan ejercitarla y cultivarla. Y que mejor lugar para practicar y enseñar virtudes como esta que en la vida familiar.
Imagen tomada de la Web Los Berrinches La revolución de los dos años