Una mañana como otra cualquiera es un precioso día de marzo la primavera comenzaba a revelarse mientras tanto el interior de Brad empezaba a marchitarse.
Brad era un muchacho alegre y siempre fue así pero eso no duraría demasiado, últimamente no se sentía bien, tenía una presión en el pecho que casi no le dejaba respirar la mayor parte del día, notaba que sus amigos se alejaban, pero no se daba cuenta de que el provocaba eso pero que podía hacer, quería soltarlo todo contar lo que pasaba, pero eso solo era un susurro que gritaba por dentro, los días se le hacían rutinarios ya no encontraba esa chispa que le hacía feliz, alegre, despreocupado simplemente era como el polen que se dejaba llevar por el viento.
Avanzaban los días, las semanas sabía que no podría seguir con esa careta que había fabricado desde mucho antes de que eso sucediera, pero ya todo estaba en marcha no había nada que se pudiera frenar, la mayor parte de tiempo pensaba en la posibilidad de desaparecer de este mundo, y que en la otra vida le esperaría el descanso y la paz eterna, no había nadie que le dijera que lo único que encontraría seria una oscuridad tan oscura como el carbón recién picado. Era demasiado cobarde para realizar tal acto.
Pero sin medida ni resultado, las cosas no siempre pueden ir mal, comenzaba a ver el día a día de otra manera seria esta muchacha que había conocido recientemente, si sería lo mas probable, pero ya sabes el destino es tan cruel como amable y las cosas que deseaste con tanta fuerza que casi puedes tocarlas, se acaban cumpliendo. Brad pasaba la calle y el camión no paro siguió y se llevo el alma con su pasada.
Tarde para arrepentirse… no?