Revista Música
Lo hecho en “Shields” difícilmente sea ubicable dentro de las fronteras que exige la descripción. El ejercicio de “reseñar” involucra dar una serie de características, como puntos cardinales, con los cuales dibujar una imagen, más menos, acercada a lo que el artista nos entrega. Y en ese tránsito entre lo expresado por el artista y lo interpretado por el escucha, hay un trecho insondable, en que las diferencias de códigos, estados anímicos, hasta el propio ambiente, crean una distorsión en que la libre interpretación es la que manda.
Este fenómeno (aplicable a cualquier otra obra), encuentra en “Shields” su máxima expresión, y es que al escucharlo y revisitarlo, su construcción parece más cercana a la de fotogramas en movimiento que a la de un retrato estático y traducible.
Siempre me refiero a la creación de atmósfera en un disco, como a una capa uniforme que cruza todas las canciones, en esta ocasión, la sensación es diferente, pues más que involucrar un denominador común para todos los temas, da la idea de que las cubre un multi-estado anímico. Un salón con muchas puertas, y tras cada una, una habitación con un ambiente diferente, pero que no es siempre el mismo cuando se vuelve a entrar.
Muchas facetas, acceso rápido, percusiones hondas (y súper inspiradas) bañadas de detalles que no buscan cubrirlo todo, sino realzar las particularidades. Y ese adjetivo es quizás el único que le siente bien al trabajo hecho por Ed Droste y compañía, la singularidad de la música albergada en este LP merece mucha atención e ir maravillándose con cada nueva escucha hasta el punto de no querer entenderla, sino que simplemente incube el bichito que hará volver a entrar en la placa otra vez.
Un poder musical esparcido en diez cortes y entre los cuales “A Simple Answer” , “Speak In Rounds” o “Yet Again” han de ser algunos de los más integrales de los que tengamos memoria, pero de los cuales, como decía antes, no se saca nada al intentar colgarles una etiqueta ni una función dentro del disco, ya que se sostienen por sí mismos, son canciones con vida propia, que bajo ningún punto se podrían encasillar o tildar, lo suyo es moverse y fluir constantemente entre las diferentes capas sensoriales ofrecidas.
Como una experiencia en sí, “Shields” convoca a redimensionar lo que se oye. Y no basta con una sola vuelta cuando la oferta es tan rica. Arriesgando en el tiempo, Grizzly Bear ofrece una invitación continua en la que perderse y salir sorprendido siempre. La apuesta está ahí, en el asombrarse. Ya sea en su cama, sentado, o mirando el techo sin hacer nada, nunca es tarde para perderse en una de las maravillas que nos dejó el 2012.
Publicado originalmente el 07 de enero del 2013 en Melómanos Magazine