Aquí todos flotamos, pero en el espacio exterior se flota más. A Chris Hadfield le han colocado el mejor de los escenarios posibles para que interprete una canción sobre la odisea del hombre en las estrellas. O ha sido al revés y todo ha sido un meticuloso plan cuyo cierre ha sido esta representación. Quién dice que la canción de Bowie (Space odditty) no fue originalmente creada a este fin y ha estado larvada, creciendo entre los fans, pero pacientemente a la espera de que un astronauta lo suficientemente sensible (Hadfield) la haya aireado y sea (ay) trending topic o, mejor expresado, space trending topic.
Los astronautas comparten con los buzos cierta negación de lo real o incluso una inclinación natural a refugiarse en la soledad. De esas dos ideas nace mi fascinación por ambos oficios. La ciencia-ficción nos ha enseñado que es en las estrellas y debajo del mar en donde podría subsistir la civilización, empujada al caos por la demografia salvaje y por la belicosa animadversión que nos tenemos unos a otros.. En todo caso, a cuestas con la experiencia, el suelo firme ya ha cumplido su cometido y se ha quedado lamentablemente corto. Solo falta que los de la ciencia de verdad, los que rubrican el progreso con sus avances, den con la cápsula de contención apropiada para que fundemos un reino bajo el mar del que el capitán Nemo se sintiera orgulloso. Lo dirían así: provenimos del mar y al mar volvemos. Y si es el espacio nuestra casa del futuro lo dirían de un modo similar: provenimos del cielo y al cielo volvemos. Todo depende de que miremos desde el corazón (en donde reside la fe y la creencia en un mundo más allá de éste) o desde la cabeza (en donde la razón maquina sus tautologías y todo es un esfuerzo por desmontar los argumentos del corazón). El caso es que a mí todo esto me suena a vaticinio. No porque nos ensarcemos en una batalla absoluta de la que no salga nadie sino porque el ser humano es un bicho inquieto y precisa de estos estímulos domésticos para no aburrirse en demasía. Supongo que será el aburrimiento el que ha lanzado a Hadfield a montar el número de Bowie. Bendito aburrimiento. Nunca se cantó mejor la odisea espacial del Duque Blanco. Ni en los conciertos de Ziggy ni en los tugurios de Berlín en donde Bowie entretuvo a sus más íntimos, e imagino (mal pensado que soy) con qué refinadas artes. Mi día se ha alegrado. Que les vaya bien el suyo.