Patricio Montesinos.─ El llamado “Grupo de Lima”, una "cofradía" alentada por Washington y la Organización de Estados Americanos (OEA) para dividir a la Patria Grande, actúa como punta de lanza permanente contra Venezuela, mientras calla ante procesos electorales fraudulentos, asesinatos cotidianos, más pobreza, tarifazos, escandalosos hechos de corrupción, y juicios infundados a líderes progresistas que enfrenta la región.
Conformado en la capital peruana en agosto de 2017 por obra y gracia, no precisamente del Espíritu Santo, sino del actual secretario general de la OEA, Luis Almagro, la referida agrupación impugna y condena todo lo que el gobierno legítimo de Venezuela decide sobreramente.
Tutelados por Estados Unidos, los países que conforman ese engendro, Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú, más ahora Guyana y Santa Lucia, volvieron a reunirse esta vez en Santiago de Chile con el propósito de cuestionar la convocatoria de los comicios presidenciales en Venezuela en el primer cuatrimestre de este año.
En otro acto injerencista, del cual Almagro es también su principal protagonista, los representantes de esas naciones miembros de la OEA exigieron en una declaración que la consulta popular en la Patria de Chávez se realice en otra fecha posterior porque de lo contrario no sería “transparente ni creíble”.
Ni siquiera tardaron 24 horas para inmiscuirse nuevamente en los asuntos internos de Venezuela, y objetar una determinación de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) de ese país hermano de la Patria Grande.
Una vez más el “Grupo de Lima” atacó a la Revolución Bolivariana y a la ANC, a favor de la oposición violenta y menguada venezolana, que poco podrá hacer en los comicios presidenciales ante el empuje del chavismo.
Sin embargo, sus integrantes se hacen los sordos, ciegos y mudos frente al descomunal fraude electoral en Honduras, los asesinatos diarios de manifestantes pacíficos allí, los crímenes en Argentina, Colombia y México, el indulto a Alberto Fujimori y la crisis política en Perú.
Similar se comportan ante la corruptela oligárquica que sacude a sus Estados, y la persecución judicial y política que viven expresidentes populares como Lula Da Silva, en Brasil, y Cristina Fernández, en Argentina, además de líderes sociales en casi toda la región.
El “Grupo de Lima” no hace otra cosa que dividir y enfrentar a los 33 países miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en un intento desenfrenado por revivir a la moribunda OEA, y en beneficio de los intereses de dominación de Washington en Nuestra América.
Rebelión