Revista Comunicación

GTD®: No hay problemas, solo hay proyectos

Publicado el 08 junio 2018 por Jmbolivar @jmbolivar

GTD®: No hay problemas, solo hay proyectos

My mission is to make this world a place where there are no problems, only projects
David Allen

Este es el sexto y último artículo de la serie avanzada que he venido dedicando durante las últimas semanas a profundizar en los proyectos de GTD®.

Comenzamos por el principio, definiendo y aclarando conceptos, diferencias y relaciones. A continuación, dediqué un artículo completo a explicar cuáles son los errores más frecuentes para, posteriormente, tratar a fondo las dudas más habituales que nos encontrarnos los nodos de OPTIMA LAB en los cursos de formación GTD® oficial que facilitamos.

La adicción a sobre-planificar, unida a la tendencia natural a procrastinar y al mucho daño que la «gestión del tiempo» ha hecho y sigue haciendo a la efectividad personal, son tres de los principales responsables de que el aprendizaje de GTD® por parte de personas adultas resulte mucho más complejo de lo que resulta, por ejemplo, para cualquier adolescente.

¿El motivo? Los adolescentes, por lo general, no necesitan desaprender nada para poder aprender GTD®. Las personas adultas, por el contrario, normalmente necesitan desaprender antes todas las creencias erróneas que les han inculcado sobre este tema, ya que muchas de esas creencias chocan frontalmente con lo que la neurociencia ha demostrado y GTD® propone.

Una propuesta que, por otra parte, es extraordinariamente sencilla y potente: «Deja de preocuparte por todo lo que no puedes hacer, y céntrate en hacer lo que tienes que hacer y ya puedes hacer».

Esta propuesta es, además, la puerta de entrada a una nueva forma de percibir la realidad y de interaccionar con ella: el pensamiento centrado en siguientes acciones y resultados.

Son muchas las personas que viven «afincadas» en lo que Covey denominó «zona de preocupación»; personas que se amargan la vida y malgastan sus recursos lamentándose y/o preocupándose por situaciones o cosas que escapan por completo de su alcance, cosas inevitables que hay que aceptar con tales. Este tipo de comportamiento, además de doloroso y dañino para la salud emocional y mental, es profundamente inefectivo, ya que quejarse no cambia absolutamente nada.

Como sabiamente afirma un proverbio chino: «Si un problema no tiene solución, ¿para qué preocuparse? y, si la tiene, ¿para qué preocuparse?».

Lo que nos propone GTD® es precisamente eso, que dejemos de preocuparnos por cosas que no podemos cambiar y nos centremos en su lugar en lo que Covey llama «zona de influencia», que es dónde se encuentran las situaciones o cosas que sí podemos cambiar.

Es muy importante tener esto claro: Solo cuando dejamos de malgastar nuestra atención y recursos en cosas que no podemos cambiar y los dedicamos a cambiar lo que sí podemos cambiar, empezamos a lograr resultados.

Preocuparse no cambia nada, hacer algo al respecto, sí las cambia.

Recientemente, en un piloto del curso de formación GTD® oficial de Nivel 3: «Focus & Direction», David Allen nos compartía un elemento clave de su Visión: «Mi misión es hacer de este mundo un lugar donde no haya problemas, solo proyectos».

Para una persona ajena a GTD®, la frase puede resultar extraña. Para alguien que, como yo, que ha interiorizado completamente los principios de la metodología hace años y los ha integrado en su vida cotidiana, se trata de una frase simplemente brillante.

Porque, ¿qué es realmente un problema? Una posible forma de definirlo sería «algo que se interpone entre yo y lo que yo quiero conseguir». Ante esta situación, únicamente caben dos posibles escenarios:

  1. No hay nada que yo pueda hacer para cambiar eso que se interpone entre yo y lo que yo quiero conseguir
  2. Hay cosas que yo puedo hacer para cambiar eso que se interpone entre yo y lo que yo quiero conseguir

En el primer caso, nos encontramos ante un problema sin solución y, si es así, ¿para qué preocuparse? En el segundo caso, nos encontramos ante un problema con solución, y por tanto ¿para qué preocuparse?.

Si el problema tiene solución, el comportamiento efectivo es definir con concreción qué puedo hacer ya, ahora, como primer paso para acercarme a esa solución. Se trataría de definir la «siguiente acción», en términos GTD®. Por otra parte, si con ese paso aún no alcanzo la solución, lo adecuado es concretar cuál es el resultado que busco, ese que definiría la solución del problema. En términos GTD®, sería identificar el «proyecto».

Como ves, frente a nuestra tendencia a sobre-complicar las cosas, GTD® nos ofrece un comportamiento alternativo sencillo y efectivo: Si algo no tiene solución, olvídalo y, si la tiene, defínela e identifica un primer paso físico y visible para lograrla.

Y quién sabe, tal vez algún día, cuando todas las personas hayan aprendido esta nueva forma efectiva de pensar y de vivir, la Visión de Allen se habrá hecho realidad y viviremos por fin en un mundo en el que no habrá problemas, sólo proyectos.


Volver a la Portada de Logo Paperblog