Revista Cine
Mea culpa: quisiera borrar todo lo que escribí el año pasado sobre Mariachi Gringo (Gustafson, 2012), la ganadora del Mayahuel a Mejor Película en Guadalajara 2012. Dije que esa cinta no tenia nada qué hacer en la competencia oficial, que cuando mucho aguanta el palomazo del fin de semana, que no era más que una decente película comercial y ya. Repito: mea culpa. Hacia la mitad de El Niño con Olor a Pez (The Boy Who Smells Like a Fish, México-Canadá, 2012) me di cuenta que, después de todo, El Mariachi Gringo no era tan mala. Por lo menos era lo que ya comenté: un filme comercial, palomero, de fin de semana. Supongo que algo así quiso hacer la directora egresada del CCC Analeine Cal y Mayor, pero no le salió. En su lugar, tenemos un remedo de comedia romántica y melodrama de crecimiento juvenil, centrado en un jovencito, Mica (Douglas Smith, el hijo mayor de la teleserie mormonesca Big Love), que sufre de trimeltilaminuria, una rara enfermedad congénita que consiste en el que paciente huele a pescado. Por supuesto, esto significa que es un solitario, incapaz de sostener una relación con alguien y, para rizar el rizo, vive en la casa-museo de una suerte de Elvis mexicano, regenteada por su mamá (Ariadna Gil), quien tiene la muerte más ridícula y gratuita que me ha tocado ver en los últimos años, apenas comparable a la del chillón de Bane en el último Batman. Por fortuna para Mica, encuentra en la comprensiva Laura (guapa Zoe Kravitz) a su ansiada media naranja. Hacia el final de la película, aparece Gonzalo Vega en el papel del "legendario" cantante mexicano Guillermo Gairibai, aunque más que cantante pareciera que se trata de una suerte de ángel guardián que logra que Mica y Laura sean felices para siempre, con número acuático-musical a la Esther Williams (¡brincos dieran!) de por medio. De pena ajena. Usted disculpara el siguiente chiste pero el título de la película lo exige: El Niño con Olor a Pez apesta. En el otro extremo se encuentra Miradas Múltiples (La Máquina Loca) (Francia-México, 2012), de Emilio Maillé, exhibida en función especial dentro de Guadalajara 2013. Como de esta película espero escribir de ella largo y tendido en las próximas semanas, cuando se estrene cultural/comercialmente, no me extenderé mucho. Sólo baste decir que se trata de un formidable documental sobre Gabriel Figueroa que sobrepasa, por mucho, la mera apología del legendario cinefotógrafo del "Indio" Fernández, Buñuel, Huston, Ford y compañía. Estamos anrte una serie de entrevistas/reflexiones de una veintena de los más grandes directores de fotografía del momento, que hablan de Figueroa y de su estilo, pero también de la cinefotografía en general, de lo que era hacer cine antes y hacer cine ahora, de la democratización (¿o vulgarización?) del cine, y de otros temas similares, todo ello enmarcado en fragmentos claves de varias películas fotografiadas por Figueroa. Una película para cinéfilos. Ya escribiré de ella in extenso en unas semanas. En Reforma o aquí. Por su parte, Bajo Tortura (México, 2012), opera prima de Cristina Juárez Zepeda, cumple una función clave del cine documental: dar a conocer un tema necesario. En este caso, la injusta prisión de Alfonso Martín del Campo, sentenciado a 50 años de cárcel por los asesinatos a puñaladas de su hermana y su cuñado, acaecidos en mayo de 1992. El documental de la debutante Juárez Zepeda es muy convencional -cabezas parlantes, fotografías, recortes periodísticos, testimonios, entrevista con el preso-, pero la cineasta tiene claro cuál es el objetivo de su filme: dar a conocer un caso flagrante de tortura y la negligencia criminal del Estado mexicano para atenderlo. La directora, supongo, sabe que no va a ganar ningún premio por este brevísimo filme de apenas 64 minutos de duración, pero espero, de verdad, que sirva para que se revise el caso de este hombre en la Suprema Corte de Justicia y que, de pasada, se empiece a respetar, de una vez por todas, el debido proceso en este país. En este sentido, resulta encabronante escuchar el audio de la Lic. Margarita Espino del Castillo, representante del Estado mexicano ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por el caso de Alfonso Martín del Campo, aceptar frente a la citada Comisión las faltas cometidas, pero afirmar, así nada más, que ninguna de ellas prueba la inocencia del acusado. Licenciada: ¡el Estado es el que tiene que probar la culpabilidad del ciudadano, no el ciudadano su inocencia! Qué cosas. Otra opera prima notable revisada este día fue Tanta Agua (Uruguay-México-Holanda, 2012), debut a cuatro manos de Leticia Jorge y Ana Guevara (nada que ver con ya saben quién). El padre divorciado Alberto lleva a sus hijos Lu (una adolescente) y Fede (un niño) de vacaciones a algún balneario a varios kilómetros de Monteviedo. El problema es que el clima es horrible: llueve todo el día y en la cabaña rentada por el papá quiropráctico no hay ni televisión. El asunto es, usted enterá, alarmante. La situación, sin embargo, empieza a arreglarse y no tanto por el cambio de clima: el papá liga a alguna guapa mujer, Fede encuentra un amiguito con quien jugar e, incluso, la difícil adolescente -perdón por el pleonasmo- Lu se topa con la posibilidad de hacer migas con un muchacho que se pasea por el balneario. Las cineasta Jorge y Guevara logran capturar con inteligencia las complejas y cambiantes dinámicas familiares y, más aún, el doloroso proceso de crecer en la adolescencia, a través de una mirada directa, sencilla, pero siempre justa, sin azotes ni deficiencias. Espero que esta película se lleve un premio. El que sea. Si lo gana, será merecido.