Ya estaba finalizando la recorrida por el lugar, a punto de dirigirme hacia la Reserva Natural Punta Loma a unos centenares de metros de ese lugar, esperando que abriera sus puertas a los visitantes cuando de repente los guanacos que estaban a la distancia se aproximaron un poco; la hembra se quedó cautelosa a decenas de metros sin embargo el juvenil se vino hacia la calle, sin mucha desconfianza a beber agua de unos charcos que había en la calzada producto de unas lluvias recientes. La madre al ver ese comportamiento impudente de su hijo se puso nerviosa y se desplazaba de un lado hacia el otro, siempre a buena distancia, mientras este no se preocupaba en absoluto. Yo tenía mi teleobjetivo de 300 mm y debía alejarme en muchas ocasiones para tomar las fotos, asombrado le sacaba todas las que podía mientras el guanaquito deambulaba.
Luego de unos minutos en ese camino escasamente transitado a tempranas horas de la mañana, pasaba de vuelta un señor con unos cuantos años más que yo, entrenando en una bicicleta todo terreno,creo que era el único humano que pasaba en dos horas desde el amanecer que fue cuando llegué a la playa. El ciclista se detuvo y me contó que ese guanaco tenía la cinta en el cogote porque se la habían puesto "los indios" aunque no me dio más precisiones, luego me dijo que era manso y lo acarició incluso, al parecer ya lo había hecho antes y me instó a hacerlo. Noté que conmigo no tenía tanta confianza, y no me equivoqué porque cuando lo intenté tocar se incomodó y me escupió en la palma de la mano una saliva acuosa inodora, con algunos restos de plantas que estaba comiendo.
Después de ese encuentro el hombre se fue en su bicicleta, el guanaco agarró campo adentro y fue con su madre, yo por mi parte me fui contento hacia la reserva.
Juvenil de guanaco
Guanaca madre
Ciclista acariciando al guanaquito