Título original:
Shepherds and Butchers
Año:
2016
Fecha de estreno:
12 de Mayo de 2017
Duración:
106 min
País:
Sudáfrica
Director:
Oliver Schmitz
Reparto:
Steve Coogan, Garion Dowds, Andrea Riseborough,Robert Hobbs,Deon Lotz, Brett Williams, Carel Nel, Lauren Steyn, Matthew Dylan Roberts
Distribuidora:
Filmax
Vengo de reseñar una película nepalí, una representante de un desconocido cine de Asia del Sur, y de renegar de la costumbre de la distribución occidental de dar visibilidad a cierto patrón de “producto audiovisual exótico” que no termina siendo otra cosa que una extensión de la propia mirada etnocentrista hacia estas regiones desconocidas y que deja poco espacio a un cine que ofrezca una mirada auténticamente autóctona. Hoy nos toca mirar otro costado de la distribución cuando analizamos una película sudafricana que, lejos de apelar al exotismo, intenta fundirse con las formas conocidas de hacer cine de los centros; en este caso “Guardián y Verdugo” se sirve de los elementos del cine judicial occidental y de las formas narrativas tradicionales para intentar construir un relato en torno a la pena de muerte y los horrores de Apartheid. La película de Oliver Schmitz bien podría ser una muestra de inteligencia narrativa y de dirección solvente, que obligara a dejar las discusiones sobre las industrias de cine dependientes para otros ámbitos, sin embargo “Guardián y Verdugo” es una película deficiente en tantos aspectos, que resulta inevitable preguntarse por qué nos siguen llegando estos productos y, sobre todo, cuál es la lógica por la cual se siguen seleccionando en los festivales como Berlín (participó de la sección panorama).
La película tiene un acabado tosco. Ni el montaje, ni la dirección ni la fotografía ayudan a que la obra entre por los ojos. Por momentos, parece una dramatización salida de programas de televisión sobre crímenes en donde poco importa lo amateur que se vea el conjunto porque lo importante es la potencia de lo que se está referenciando. Y aquí es exactamente ese el espíritu: el fin es que este alegato contra la pena de muerte y el heroísmo de un personaje sea una buena enseñanza y un fuerte impacto para el que lo vea. Pero ese fin también pretende ser el medio mediante el cual debemos conectar con lo que vemos, puesto que en esta historia llena de clichés y torpezas se nos dan pocas herramientas para empatizar con los personajes y meternos en situación.
No será hoy el día en que me reconcilie con este cine venido de lugares remotos y traído por las salas comerciales; quizá ese día no llegue nunca. Pero desde luego será otro día donde enfatizaré, una vez más, que necesitamos que aparezca el verdadero cine que se está haciendo en estos países que seguro que lo hay y nos lo estamos perdiendo. No es que niegue que esta historia entronca directamente con el corazón de la historia reciente sudafricana, eso es evidente; el problema es que la mirada a los hechos sigue siendo de un sentimentalismo tan superficial que parece más una lección básica de humanismo para occidentales: Necesitamos ver a la gente de sudáfrica (y hágase extensivo a todos estos países cuya bandera no acostumbramos a ver asociada a una película) pensar y cuestionar su propia historia a través del cine, y generar su propio lenguaje cinematográfico en el proceso. No olvidemos que por décadas el cine latinoamericano fue para Europa un conjunto de westerns Serie B sobre indios y vaqueros, y que fue largo el proceso mediante el cual logró consolidar su singularidad frente al mundo. Esperemos no tener que esperar años para ver florecer a ese cine africano que apenas conocemos.4/10