En los discursos de los políticos y tecnócratas y en los análisis de expertos, se ha reiterado que es necesario fortalecer el capital humano. Ese debe ser el gran centro de atención de las políticas sociales y económicas. Eso garantizaría la cohesión social. Sin recursos para educación y salud, esto es simplemente imposible.
La situación de salud, la falta de independencia y las muertes maternas son una muestra de esa ingente necesidad. Los indicadores económicos, sociales y políticos y los índices de desarrollo humano, son fuente de constatación fidedigna de la exclusión, discriminación y falta de participación de las mujeres. Estas determinantes sociales inciden directamente en su autonomía y salud, especialmente en las situaciones de morbilidad y mortalidad materna.
La responsabilidad es estatal, donde cada uno tiene su cuota de culpa. Las autoridades del ramo no pueden dar una atención adecuada a este aspecto y buscan las justificaciones, que no radican más que en el mísero porcentaje del producto interno bruto que el Estado invierte en salud, el más bajo de América Latina.
Las muertes maternas son una tragedia que enluta a las familias de manera alarmante. La tasa de mortalidad en Guatemala es de 157 por cada cien mil nacidos vivos, una de las más altas de América Latina. En las indígenas es tres veces mayor. No hay estrategias adecuadas para atajar el problema ni voluntad y recursos para atenderlo.
El “destino histórico” de muchas mujeres es morir para dar vida. Este es uno de los más evidentes indicadores de inequidad de género, es una muestra de la valoración que la sociedad tiene de las mujeres. Es inaudito que, ante los avances científicos y tecnológicos, continúen elevadas las cifras de mortalidad por causa del embarazo, parto y puerperio.
Hay que actuar enseguida; ya se tuvo todo el tiempo para la discusión, el diagnóstico y pronóstico, para las explicaciones, excusas y ofrecimientos. Urge que la voluntad política que siempre se argumenta tener, se traduzca en asignación de recursos para mejorar la salud materna.
Hay muchos factores que dificultan a las mujeres atenderse adecuadamente, entre ellos el acceso a los servicios, problemas geográficos, de idioma, actitudes de los servidores de salud, que hacen diferencias según sea el origen de la parturienta. Algunas mujeres carecen de la posibilidad de decidir, deben esperar la autorización del marido, de la suegra o de alguna otra persona, aunque en ello le vaya la vida. También hay aspectos culturales que deben ser reconocidos. Ya ha sido aceptado el parto vertical, aunque unos gineco-obstetras oponen resistencias.
Casi toda muerte materna es evitable; no es un asunto de tecnología, es una cuestión de conciencia, de sinergias, de participación y de acompañamiento social multisectorial, por eso la estrategia de romper el silencio, sumar voces, construir alianzas y exigir nuestros derechos es una buena propuesta.
Invertir en las mujeres generará beneficios económicos y sociales de largo plazo. La inversión dirigida a la salud materna, neonatal y reproductiva tendrá un impacto conmovedor y duradero en el tejido económico y social, señalan documentos especializados en la materia. Las muertes maternas prevenibles son una violación flagrante de los derechos humanos de las mujeres, que los gobiernos tienen la obligación de garantizar. Por Ileana AlamillaFuente: Cerigua
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