Alba Trejo SEMlac.- Cortar el pelo a una mujer, hincarla sobre piedrín y arrastrarla por la comunidad es un castigo natural para la población maya. Introducir a las mujeres en una pileta con agua con excrementos, pintarles el pelo, romperles la ropa y obligarlas a correr por la universidad, autocalificándose de prostitutas, es visto como un bautizo normal. Son dos formas de violencia de género que la sociedad permite y acepta como parte de una. Agregar racumin (veneno para ratas) al azúcar para que su pareja muera lentamente, sellar el pozo donde lanzó a su compañera para desaparecer su cuerpo o estrangular a su víctima, bañarla y después simular un suicidio colgando su cuerpo en una viga, son feminicidios que ya no escandalizan a la sociedad guatemalteca. “La sociedad ya no se horroriza por nada”, dice Norma Cruz, de la Fundación Sobrevivientes. Según la activista, los niveles de insensibilidad y tolerancia han rebasado todo y por eso las muertes de mujeres van en aumento. Esa pasividad ha permitido que 625 mujeres murieran de forma violenta este año en Guatemala. El recuento indica que, de ellas, 21 estaban en estado de gestación, 99 apenas iniciaban su vida de adolescente, 122 estaban casadas y 12 concluían sus estudios universitarios. Eran guatemaltecas amas de casa, maestras, comerciantes, estilistas, policías, cocineras y empacadoras, entre otras actividades laborales. En ellas, la permisibilidad de la violencia concluyó en feminicidio.
Eran mujeres que se ocupaban en realizar un trabajo de acuerdo con sus capacidades y conocimientos y que, sin embargo, muchas de ellas encontraron en su compañero de vida sentimental a su verdugo.
Los datos de 10 meses obtenidos en el Instituto Nacional de Ciencias Forenses dan cuenta de que, entre las guatemaltecas asesinadas, un centenar son menores de edad, pero destaca que en las adolescentes se concentra el mayor número de crímenes.
“Eso tiene su explicación -dice Teresa Benítez, jefa de la Oficina de Atención a la Víctima de la Policía Nacional Civil- porque las niñas inician relación sentimental con jóvenes involucrados en el crimen organizado o pandillas, o son víctimas de pandilleros que eran sus amigos desde pequeños”.
Arma de fuego, asfixia por estrangulamiento o arma blanca, en ese orden, son las formas que los victimarios utilizan para terminar con la vida de su pareja.
Karla Campos, del Grupo de Apoyo Mutuo, afirma que, de cada 10 feminicidios, ocho son cometidos por el compañero de vida de la víctima. Lo sustenta al decir que, cuando una mujer desaparece de su casa, la persona con la que vivía no denuncia su ausencia.
Con ese criterio coincide Claudia Hernández, directora de la Fundación Sobrevivientes, quien añade que no es una casualidad que cuando una mujer desaparece de su entorno, el hombre cambia de vivienda y se lleva a los niños, pero cuando el cuerpo de la víctima aparece sin vida y el hombre es entrevistado por las autoridades, nunca sabe qué pasó.
La experiencia ha demostrado en Guatemala que ya no se puede omitir en el proceso de investigación a la pareja como principal sospechoso, destaca Sonia Atabal, de la Red de la no violencia contra las mujeres.
El caso de Cristina Siekavizza puso de nuevo sobre la agenda el tema de las mujeres que desaparecen en este país después de que su esposo dijera que había sido secuestrada y huyera del país con sus dos hijos y una falsa identidad.
Después de dos años, el Ministerio Público lo señala a él como sospechoso de la desaparición de Siekavizza y posible asesinato, aunque el cuerpo de la mujer no ha sido hallado.
El Instituto Nacional de Ciencias Forenses advierte que, en el transcurso de este año, 87 cuerpos de mujeres no han sido identificados y la gran mayoría apareció en un barranco, una calle o entre matorrales.
Mientras, por cada 10 mujeres, nueve denuncian que son víctimas de sus parejas o exparejas y en las denuncias sobresalen la violencia sicológica y la intrafamiliar, reporta el Instituto Nacional de Estadística.
De esa cuenta, 18.693 guatemaltecas acudieron de enero a junio de 2013 ante las autoridades de seguridad para ser protegidas de la violencia de género.
Que tal acusación recaiga sobre los hombres no es fortuito. La Fiscalía de la Mujer recibe, en su gran mayoría, denuncias que inculpan a los maridos, quienes en ocasiones sacan a sus esposas a la calle para darles muerte y aparentar un acto de delincuencia.
En el Organismo Judicial, la magistrada Thelma Aldana muestra preocupación al conocer que los principales denunciados por las víctimas son sus compañeros de vida; o en la muerte violenta, las sentencias se dictan fundamentalmente contra alguien ligado sentimentalmente a ellas.
De ahí la preocupación de Aldana de ampliar los juzgados y tribunales especializados en género denominados “Justicia especializada para mi”.
Guatemala ha creado ya siete Tribunales con un enfoque de género, seis de ellos en el interior del país y uno en la capital.
José Mendizábal Olazábal, de la Fuerza de Tarea contra el Feminicidio, comenta que se ha comenzado a tener como principal sospechoso al marido, novio o compañero de vida de la víctima. En ocho de 10 casos analizados, resulta que fueron ellos.
La violencia de género en este país centroamericano está enraizada por patrones culturales, más aun en la población maya, que conforma 60 por ciento de los 14 millones de habitantes.
De acuerdo con el derecho consuetudinario, el castigo a una mujer que tiene relaciones con un hombre casado o comete una acción considerada delito es acompañado de latigazos.
Los hombres emiten comentarios como “las mujeres cometen los mismos delitos que los hombres, por eso las matan” o que las “mujeres extorsionan a los hombres con la pensión alimenticia”. Ello hace que el machismo se empodere aún más y permita niveles de violencia que llevan al feminicidio.
Guatemala es el país de Latinoamérica donde más mujeres son asesinadas brutalmente, incluso donde son desmembradas y decapitadas.
La Oficina de Naciones Unidas para las Mujeres (ONU-MUJERES) señaló que 14 de los 25 países con mayor tasa de feminicidios incluyen a Guatemala, Honduras y Belice, Colombia, Bolivia, Venezuela, Brasil, Ecuador y Guayana.
Las autoridades reconocen como avances la existencia de una ley contra el feminicidio y otras formas de violencia contra la mujer, aprobada en 2008; los tribunales especializados y las fiscalías contra el feminicidio. Pero la naturalización de la violencia de género en todas sus formas provoca que las muertes violentas de mujeres vayan en aumento.
Publicado por Género con ClaseShareThis