El Hotel Frontón de Vitoria-Gasteiz situado en el corazón del ensanche de la ciudad era un referente en aquellos años 20 que, sin ser gloriosos, marcaron mucho las diferencias entre una burguesía de alto poder adquisitivo y el resto. En sus amplios salones decorados con el gusto de la época, la clase pudiente se manifestaba en sus mejores galas y disfrutaba de la vida sin ningún pudor a espaldas del resto del mundo. Los Cocó Chanel que vestían las señoras con sus collares de perlas y amplios sombreros, y las siluetas de las más jóvenes a lo Marlene Dietrich, chismorreaban de las superficialidades del momento ante una copa de cóctel o una partida de bridge. Los caballeros con sus elegantes trajes sentados en los cómodos sillones de terciopelo rojo, fumaban y bebían mientras "arreglaban el mundo". A parte de artistas, toreros y famosos, la gran mayoría, familias de Madrid y sobre todo de Andalucía, pasaban aquí los tres meses del verano huyendo del calor de sus tierras y buscando los espléndidos veranos del norte. Era un acontecimiento ver, al comienzo del verano, cómo enfilaban los flamantes Roll Royce conducidos por sus respectivos chóferes, impecablemente uniformados, camino del hotel. El servicio que les atendía era de lo más selecto, a las camareras se les exigía 1,70 de estatura y tenían fama de ser guapísimas. A lo largo del verano, una visita obligada era acercarse a Biarritz, allí dejaban parte de su dinero entre el casino y la compra de moda para el resto del año, a parte de disfrutar de otras distracciones que no se daban por estas tierras. El trasiego de idas y venidas al hotel aportaba vida y famoseo a una ciudad que apenas contaba con 50.000 habitantes.
Y llegó la guerra al hotel con la presencia de los oficiales alemanes de la Legión Cóndor y los uniformes de la Aviación Legionaria italiana. Éstos ya eran otro tipo de clientes, trataban con dureza y autoritarismo a todo el mundo. El Coronel Wolfram von Richthofen, jefe del Estado Mayor de la Legión Cóndor, se alojó en una suite del piso superior. En la mesilla de noche, guardó una edición de Dominio del Aire de Giulio Douhet, en cuyas páginas podía leerse: "el mejor modo de romper la resistencia del enemigo es lanzar ataques aéreos muy detrás de la línea del frente, incluso contra la propia población civil". El 26 de abril de 1937, reunió a su gente en la mesa del hall del hotel junto con los colaboradores italianos de la Formación Legionaria de Mussolini. De forma educada, pero con aplomo y de manera implacable, con las palabras justas y la gestualidad precisa, les dio las órdenes del bombardeo sobre un plano. Al despegar del aeródromo de Vitoria debían rebasar el litoral y luego dando media vuelta atacar Guernica de Norte a Sur. Algo rápido y limpio, desde las alturas, para que no les salpicase ni una gota de sangre que podría afear sus impecables uniformes. Su misión era ultrasecreta y la Legión Cóndor oficialmente no estaba en España. Por eso Wolfram von Richthofen, antes de salir del hotel camino del aeropuerto de Vitoria, depositó en el buzón de correos una carta para su mujer a una dirección desde la que se la harían llegar.Hacia las 16 horas, en el aeródromo de Vitoria, comienzan a rotar las hélices de una decena de cazas Heinkel 51. Al mismo tiempo, sobre la pista de Burgos, retumban los 27 motores BMW refrigerados con aire de los bombarderos Ju-52.Y ese día, la Legión Cóndor alemana, que combatía a favor de los militares sublevados contra el gobierno de la Segunda República Española, bombardea la población de Guernica en el transcurso de la Guerra Civil Española. Según Rousseau —siglo XVIII— "el pueblo más feliz del mundo. Sus asuntos los gobierna una junta de campesinos que se reúne bajo un roble, y siempre toman las decisiones más justas". Por la noche, los pilotos se reúnen para evaluar la misión. No han registrado nada en especial salvo que el humo y el polvo sobre la ciudad resultaron muy molestos. Hacia medianoche, celebran una fiesta en el hotel. Está abierto el prostíbulo especialmente creado para la Legión Cóndor. El cuarto de hora con una chica española cuesta cien pesetas, el precio incluye una latita de aluminio con dos preservativos y el uso de dos grandes toallas. Cuatro días después, mientras, las tropas nacionales ocupaban Guernica, Wolfram von Richthofen apunta en su diario de guerra: ”Guernica, ciudad de 5.000 habitantes, prácticamente arrasada. Cuando llegaron los primeros Junkers ya había humo por todas partes, nadie era capaz de distinguir los objetivos carretera, puente, arrabal. Habitantes en gran parte fuera de la ciudad por una fiesta, la mayor parte del resto la abandonó ya al principio. Una pequeña parte murió en refugios por los impactos. Todavía visibles los agujeros que las bombas han dejado en las calles. Simplemente fantástico”.