Revista Cultura y Ocio

Guerra Ajena

Publicado el 18 julio 2013 por Isabel Isabelquintin

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Guerra Ajena
Siempre que se habla de guerra, se ofrecen mediadores para las partes en conflicto. Con el fin de evitar una situación innecesaria o terminar con el asunto de raíz. La mayoría de las veces esos mediadores no sirven de nada y menos cuando la disputa es entre dos que alguna vez dijeron amarse.
Hace unos días mantuve un debate tan acalorado como los que se ven en las altas cortes judiciales. En este caso la guerra podría estallar a causa de la lengua larga de una de mis amigas (a la que llamaré Juana) que pensó que para demostrar que es una amiga leal y sincera debía contarle a su BF lo que descubrió de la pareja actual de ella.
¿Y que fue eso?
Lo encontró en un centro comercial por casualidad, muy contento, de la mano de otra que no era su amiga y en situaciones muy comprometedoras que naturalmente a ella le indignaron.
Pero el punto máximo de su enojo llegó en el momento en que el susodicho se percató de la presencia de Juana. Ella quiso esconderse pero por el contrario fue él quien en “el colmo de descaro” —palabras textuales de Juana— caminó por su lado sin la más mínima gota de vergüenza.
Así que ella corrió en búsqueda de apoyo para la guerra nuclear que planificaba estratégicamente en su cabeza y llegó a mí. Me narró paso a paso todo lo que vivió y necesitaba que al momento de enfrentar a su amiga y contárselo todo, YO apoyara la moción. Así su amiga no podría dudar y ella subiría de nivel jerárquico en cuanto amistad se trata. 
Hasta este punto cualquiera diría que sí, por solidaridad de género, por lealtad, por hacer quedar mal al tipo… por lo que sea. Pero YO… ¡YO NO!
Y allí la guerra me estalló a mí.
¿Por qué?
—¡MALA AMIGA!— me gritó.
No es que no considere que lo sucedido no es una infamia, lo es, es un total descaro  no tiene justificación y cualquiera con sentido común hablaría en seguida. Pero…
La experiencia es la que me obliga a callar. Yo soy muy mala dando consejos, porque a mí los impulsos me mueven. El bip-bip de mi cabeza me lleva como a las palmeras el viento y es cuando aterrizo que me doy cuenta que no es buena idea seguir la onda del placer.
Sí, sí  bla, bla, bla…
Pero en este caso, alguna vez después de presenciar una escena parecida Salí dando saltos como rana y solté la lengua.
Mi amiga loca, ciega, sordomuda y más que testaruda: E N A M O R A D A
No creyó una sola palabra de mi versión, no podía simplemente imaginar que su amado fuera capaz de traicionarla, que él le había demostrado de no sé cuántas maneras que no era capaz de eso y así….
Terminé como una habladora, que fue que lo confundí con otro, que era que no quería que ella fuera feliz, que estaba celosa, que su novio me gustaba y más que no hace falta decir.
Pensaran que una amiga de verdad no hace eso. En sus cabales no lo haría; enamorada: SÍ.
El amor es una droga más poderosa que cualquiera y apendeja nivel experto. Cuando ella mismita lo descubrió fue cuando vino a pedir perdón, y de paso terminé armándola de nuevo.
Por eso esta vez me negué rotundamente a apoyar a Juana. Y de paso le prohibí que lo hiciera. Aunque callar es un arma de doble filo. Malo si lo dices, malo si lo callas.
Pero es lo mejor, es guerra ajena, una donde no hay espacio para un tercero ni un aliado. El amor siempre ha sido y será de dos, los besos, las caricias, el sexo, las peleas las reconciliaciones y las rupturas. Son de DOS.
Las amigas podemos ver u oír, saber con certeza pero nuestro deber es pensar en consecuencias. Las perdemos cuando consiguen novio, las vemos muy poco y la extrañamos con desesperación pero las esperamos porque tarde o temprano llegan, rotas, arrugadas u opacas pero juntas sabemos salir de la tusa.
Las amigas de verdad se alejan pero nunca se van. Nadie se arrepiente de quedarse callado.

On Twitter:
@Issa_Quintin


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