María Alejandra Díaz
La guerra de exterminio, perfeccionada por la tecnología y la ciencia de la información y comunicación: Televigilancia de ciudades y del campo de batalla, se transmite en tiempo real por medios de comunicación bajo control de la corporatocracia mundial. Incitan al odio y al crimen. Dictadura y terrorismo mediático.
Este tipo de guerra fragmenta, divide y desintegra el cuerpo de la sociedad. Desdibuja la realidad e impone lo virtual, escenario dual. La Información se torna poder absoluto, arma de disuasión masiva, “bomba informática” (Virilio).
La guerra virtual: disolver la comunidad social por medio de la informática, sumado a la velocidad de ver y concebir, les permite crear escenarios inexistentes. Mienten, ocultan, tergiversan, cambian la visión del mundo: infiltración cognitiva y captura de la mirada.
En Venezuela, desde la llegada de Chávez al poder, padecemos operaciones de gestión de la percepción. Al amparo de esa democracia virtual se permiten: cercenar la libertad de expresión, desconocer el voto de las mayorías, dar golpes de Estado sin ser judicializados, autojuramentarse, usurpar el poder, solicitar invasiones, tomar activos de la República, potenciar crisis humanitaria, estimular la dolarización del país, perseguir adversarios, y mostrar al mundo que son “la democracia verdadera”: ficciones sostenidas por los medios y misiles del “Estado Profundo”.
Guaidó, símbolo de una imposición por la fuerza, ficción y manifestación de la guerra híbrida. Sin legitimidad endógena se muestra ante el mundo como Presidente interino del país. Una instalación foránea al intentar avanzar desde esa virtualidad crea confusión: dos presidentes, dos TSJ, dos Fiscales, dos monedas, y ahora, perdida la Asamblea Nacional, utilizada para implosionar, desmoronar y destruir el Estado venezolano, dos parlamentos.
El pueblo ha resistido con estoicismo. Se nos exige recuperar el aliento, la esperanza y renovar las fuerzas. Abrirnos paso con las banderas de la libertad igualitaria y la justicia social, el amor al prójimo y a la patria. Re-entusiasmar y re-conectar al pueblo, rescatarlo de la carcomida forma de hacer política a punta de dólares, impuesta foráneamente para torcer nuestro destino y espíritu histórico liberador.