Revista Opinión

Guerra civil islamista

Publicado el 10 julio 2013 por Cronicasbarbaras

En las costas de nuestro pequeño Mediterráneo crece un conflicto que influirá en la vida de toda su cuenca las próximas décadas: el de Egipto dominado por el hambre.

Hambre, y con el islam inmerso en conflictos sectarios entre diferentes ramas sunitas; entre estas y los chiitas, y todas, con distinta virulencia, con los no musulmanes.

Los 86 millones de egipcios, que tienen una edad media de 24,8 años (los españoles 41,3), y un elevado crecimiento poblacional, 1,88 por ciento (España, 0,73), están en una situación que facilita los movimientos revolucionarios.

Porque esa juventud, casi siempre inactiva, vive una pobreza creciente, mientras que el analfabetismo del 30 por ciento de la población hace que esta se recluya en la violencia religiosa para subsistir, no en la razón.

Las revueltas populares de las últimas décadas, contra Sadat y contra Mubarak (1977 y 2008), se debieron a la falta de trigo para elaborar pan: “Alá y Pan”, gritaban las masas, como si esperaran el milagroso maná bíblico-coránico.

Ahora los graneros están casi vacíos. La caída de Mohamed Morsi se debió en parte al temor de los militares a nuevas revueltas por hambre.

Los ministros golpistas viajan estos días por los países petroleros pidiendo créditos que no le concedían a Morsi porque sus Hermanos Musulmanes son suníes enemigos de las monarquías, especialmente la saudita, de ramas también suníes, pero salafistas wahabíes.

Además, está Irán apoyando a Siria, e indirectamente a Morsi para debilitar la influencia saudita en Egipto, e imponer el chiismo en las provincias petroleras de Arabia y en los Emiratos Árabes Unidos, donde tiene numerosos adeptos.

La hostilidad entre las dos sectas fue inicialmente revelada por WikiLeaks con documentos en los que Arabia Saudita le aseguraba a EE.UU. que apoyaría silenciosamente a Israel si atacaba a Irán.

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