Revista Diario
Leo en un artículo de El País que los deberes están prohibidos por ley en Francia desde los seis a los once años (independientemente de que el Gobierno actual se lo esté pasando por el forro de los testículos), lo cual me lleva al convencimiento de que los franceses lo están haciendo todo mejor que nosotros - incluido el contratar a médicos españoles cuya formación ha pagado España. Los deberes de casa son mi sangría diaria. Mis hijos salen del colegio a las cinco de la tarde. Descansan media hora y, desde las cinco y media a las ocho y media de la noche (y - en el caso de Susanita - a veces, más tarde) están haciendo deberes. No juegan. No leen. No hacen deporte. No son niños. No hacen otra cosa que deberes todas las tardes de lunes a viernes. Y el fin de semana tienen deberes suplementarios. ¿Les parece a ustedes normal?
Cuando lo he planteado en el colegio, me han respondido que hay otros niños que no tardan tanto. ¿Cuántos?¿Uno?¿Dos? Mis hijos no son unos lumbreras, pero tienen una media de notable y sobresaliente, con lo cual no son de los más lentos de la clase.
La ingente cantidad de deberes para casa no es más que otro de los síntomas de la degradación de la educación en nuestro país. Los recortes en educación (cuando se recorta en cosas básicas como educación y sanidad y no en creencias religiosas y defensa, ya se sabe) hacen que las plantillas de profesores sean mínimas. De forma que, para mantener el nivel, necesitan que los padres también demos "clase" en casa. Los niños, en muchas ocasiones, son incapaces de realizar estos deberes solos, así que dependen de ti. En vez de aprender disciplina de estudio y responsabilidad, lo que aprenden es a depender de otros para realizar su trabajo y a odiar el estudio con toda su alma. Aparte de la evidente desventaja que tienen aquellos críos cuyos padres trabajan toda la tarde.
Mañez hablaba ayer del incremento de la obesidad en la sociedad. Los deberes excesivos para casa no sólo aumentan el estrés de los padres (que se ven incapaces de asumir cualquier otra actividad por las tardes) y de los niños (que ya están agotados tras pasar siete horas en el colegio), sino que, al impedirles jugar, aumentan de forma notable las tasas de obesidad infantil, por lo que son, en definitiva, perjudiciales para la salud.