Dos mil seiscientos muertos desde principios de año: ese es el parte de guerra en Ciudad Juárez, muy superior a algunos conflictos a los que les asignamos el calificativo de bélico, y no recibimos de ella más noticias que una breve reseña en las páginas interiores del diario.
Resulta tan doloroso como incomprensible que este país, que nos ha dado figuras como Carlos Fuentes y Octavio Paz y que, por su potencial y capital humano, debiera ser una de las locomotoras de hispanoamérica, se desangre de este modo. Partiendo del desconocimiento y la lejanía, no alcanzo a entender cómo las fuerzas del orden permiten que las bandas de narcotraficantes campen por sus fueros, por qué no se impone la ley marcial y se corta de raíz esta violencia, algo que sólo puede explicarse suponiendo que la corrupción institucional alcance a las más altas esferas.