Si leemos la prensa deportiva hoy vemos que el mundo gira en torno a caceroladas y ollas a presión. La guerra psicológica del fútbol se ha acentuado para dar paso a la que puede ser la semifinal de Champions más emocionante de los últimos años, y no porque el resultado esté equilibrado.
El rey del micrófono, Mourinho, ha hecho su papel tradicional. Apela al antimadridismo del Barça y a una obsesión culé por llegar al Bernabeu. Palabras que denotan intranquilidad, a pesar del resultado.
Mientras tanto, Barcelona se vuelva con el club. Las redes sociales bombardean mensajes y se disparan las opiniones “de expertos”. Se apela al Espíritu de Stamford Bridge, al Iniestazo, aunque el de Fuentealbilla tenga que verlo desde el sofá.
Sin embargo, algo chirría entre tanto alboroto. Guardiola le resta importancia a la machada. “Iremos a divertirnos, a jugar como sabemos”. Balones fuera. La presión no es bienvenida en Can Barça desde que el de Santpedor se sentara en el banquillo e hiciera famosos sus gestos y aspavientos de “tocar, tocar y tocar”. ¿Será esa tranquilidad parte de su guerra psicológica?
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