Guerras inútiles

El famoso lema de 2003.

Aún recuerdo el famoso ‘No a la guerra‘ de 2003, el lema con el que miles de ciudadanos españoles nos echamos a la calle para mostrar nuestro rechazo más absoluto a los planes del Trío de las Azores. Aquellos tres poderosos participaban en una cumbre en el archipiélago portugués para acordar la invasión de Irak e iniciar la segunda Guerra del Golfo con la excusa de que Sadam Husein tenía unas peligrosísimas armas de destrucción masiva y había que acabar con ellas antes de que ellas acabaran con nosotros. Todavía las están buscando.

La movilización de tanta gente no sirvió de nada. En España el Gobierno de Aznar respaldó, sin el apoyo del Congreso -para qué iba a pedir permiso- aquella invasión inmoral, deslegitimada y absurda que lideraba EEUU, como lo son en realidad todas las guerras. No sé de ninguna intervención bélica que haya tenido resultados positivos, tan solo el orgullo moral de quien se cree vencedor y unos bolsillos más llenos de dinero. A su paso dejan un reguero de miles de muertos a los que se llaman “daños colaterales“; la historia está ahí para demostrarlo.

Impactada aún por el horror de los atentados de París del pasado viernes me entristece muchísimo ver cuál ha sido la respuesta de Francia: pagar con la misma moneda. Muchos dirán que no es lo mismo, que Occidente bombardea puntos estratégicos del Estado Islámico en Siria, como si fuéramos tontos y no supiéramos que por el camino caen hospitales, poblaciones civiles y otras infraestructuras “por error”. Y lo que no sabremos nunca porque no nos lo cuentan ni es sencillo averiguarlo.

No hemos aprendido nada de los numerónimos 11-S, 11-M o 7-J, entre los más conocidos. Pasará lo mismo con el 13-N, porque respondemos siempre de la misma forma y seguiremos acumulando fechas fatídicas. Mucho me temo que estemos viviendo en un bucle y al final volvamos siempre al mismo punto de partida: miles de víctimas que no servirán nunca para evolucionar como sociedad.