La portada
Tan de boga desde hace unos años, Héctor Malverde hace un análisis de la novela negra. Un itinerario por aquellas voces y personajes más importantes en el género. Malverde dice:
¿Cuál es la mejor escena de la historia del cine? Empezamos bien... Sinceramente, no me importa, a quién podría importarle, pero me encantan estos juegos. ¿Cuáles son los tres mejores momentos de la historia del cine? Si dejamos fuera los manierismos y otros excesos técnicos, yo me quedo con los siguientes:
1. Grupo Salvaje de Sam Peckinpah: Holden, Borgine, Oates y un cuarto que se me escapa vistiéndose para la muerte después de la última noche en compañía de una dama.
2. Gilda de Charles Vidor: Rita Hayworth diciéndole a Glenn Ford: «Si fuera un rancho me llamaría Tierra de nadie».
3. Los diez últimos minutos de Manhattan de Woody Allen: Woody tumbado en el sofá con una grabadora sobre el pecho preguntándose: «why is life worth living?», es decir: ¿qué cosas hacen que la vida valga la pena? Y él mismo respondiéndose: Groucho Marx, el segundo movimiento de la Sinfonía Júpiter, la grabación de Potatohead blues realizada por Louis Armstrong, las películas suecas, La educación sentimental de Flaubert, Marlon Brando, Frank Sinatra, las fabulosas manzanas y peras de Cézanne, los cangrejos de Sam Wo, el rostro de Tracy... Woody corriendo por todo Manhattan para llegar a tiempo antes de que Mariel Hemingway, cuyo rostro podría justificar la existencia de cualquiera, se suba a un avión directo a Londres.
Seamos francos. Este libro no está muy lejos del gesto infantil de un hombre belicoso, el resultado público de un ejercicio privado que me habrá salvado del incendio más de una o dos noches. Es posible que también pueda salvarles a ustedes, tan posible, al menos, como que se les queme la casa, el coche y el jardín. ¿Un libro práctico, entonces? Sí y no. Al fin y al cabo, a quién pueden importarle realmente las derivas funcionales de una guía de la novela negra, la obsesión por la acumulación de conocimiento, la pretensión hegeliana y voraz de abarcarlo todo, devorarlo todo sin rumiar para poder presentar un buen currículum, la panza llena, los deberes hechos... Saber más, leer menos. Peligrosa ecuación, mis queridos amigos. Tal vez ésta no sea su guía ideal si es eso lo que están buscando. Quedarán igual de bien en las cenas de empresa si citan a Espronceda o asienten con la cabeza cuando el tipo del flequillo comience a hablar de Robbe-Grillet. Nadie se va a enterar. Nadie se entera nunca de nada. Por eso es necesario repetirlo todo una y otra vez, como hace Kjell Askildsen. Por eso hay que volver sobre los pasos de siempre, sobre los títulos y los autores de siempre para insistir -bonita palabra- sobre las cosas de siempre, sobre lo que permanece indeleble en cada callejón y en cada playa, en todas las trampas de nuestra biografía. Tengo para mí que la novela negra es una de las muchas cosas de siempre sobre las que es necesario volver una y otra vez. ¿Para qué? ¿Para encumbrarla? ¿Para sacarla del arrabal? ¿Para decir cosas nuevas? ¿Para decir cosas inteligentes? ¿Para decir cosas nuevas e inteligentes? No. Hay que volver a la novela negra para que no nos tiemblen las piernas cuando se nos pase el efecto del calmante. Es necesario volver a la novela negra para decir las cosas de siempre, pero sin titubeos: la violencia, la traición, la muerte, la ciudad, la corrupción, la noche, la seducción, la jaqueca, el desamparo, el imperio, la soledad, el sexo, la infamia, el misterio, la literatura... Nomenclaturas todas para un mismo desconcierto, que decía Julio Cortázar.