Revista Cocina
¡Viva el verano!, ¡viva la revolución industrial!, que por cierto, ¿cuándo fue eso?, si a fin de cuentas lo que más nos gusta del verano, veranete es EL SEXO. ¿O qué pensabais? mientras vosotras pensáis en la escena de la película de anoche, donde dos enamorados se sientan a decirse que se quieren mientras toman un cono de chocolate, nosotros pensamos en ser el cono y nos da igual el sabor mientras le pongáis el mismo ímpetu al saborearlo (pero sin morder, eh?).
La carrera profesional que habríamos elegido en nuestra pubertad, según estadística practicada por un servidor con 50 hombres de edad comprendida de 14 a 20 años, su carrera elegida habría sido ser sexólogo (opciones: Sexólogo, Coctelero, Albañil), lo sé, he hecho trampas, pero vosotras también nos las ponéis a diario y no por eso sois mejores que nosotros.
Al ser sexólogos podríamos estar hablando de sexo todo el día con nuestros colegas de profesión o con las personas en general sin que pareciera un desequilibrio mental, que es lo que nos decís cuando repetimos la palabra sexo más de dos veces seguidas en el mismo minuto: "calla que estás enfermo". Y tu piensas para tus adentros, "sí, enfermo de ti, de quitarte con los dientes el tanga negro de Dios", porque divino si que es, vamos que te cuesta el mismo trabajo llegar a él que al mismísimo cielo.
De todas formas hay una cosa que queda claro en estos dos conceptos comestibles (sexo y comer helados): ambos son ciencia ficción. El primero porque estáis siempre con el rollo de las dietas, con si estoy gorda, aunque peses 60 Kilos, midas 1,70 cm y entres en una talla 40 siempre encontráis la imperfección.
Si os queda largo porque te recuerda al vestido de tu abuela, si os queda corto porque deja ver la piel de naranja... ¡qué leches es eso?, ¡qué piel de NARANJA ni qué ocho cuartos!, ¡desde cuándo las naranjas se depilan los pelos!, haced el favor de no decir sandeces, es como si nosotros hacemos referencia a nuestro típico y entrañable roto en el calcetín de los domingos y lo llamamos TOMATE. Pues para el caso, ¡PATATAS!. Después de esta lección culinaria, a lo que iba si el precio es caro y no lo pagas tú, de Ferpecto con defecto se convierte a Perfecto, solo se trata del color y el nombre de la tarjeta de crédito con la que se mire (por qué no habré nacido bizco, nos preguntamos cada día).
Y ahora tenemos la moda esa que hemos sacado los hombres, una gran idea para sacaros el dinero a las mujeres, o lo que es lo mismo exprimir más la tarjeta de crédito del primo-primate de turno: Personal Shopper. Es una profesión con gran responsabilidad, hay que aconsejar lo que debes gastarte y en qué. Por categorías hay hombres inteligentes, gays y hetero-sexuales. Los gays pueden ser redondos, activos o pasivos.. si queréis saber qué significa cada concepto ir a la escuela. Pero hay una cosa que todo gay tiene en común con la mayoría de vosotras: lo primero es muy inteligente y lo segundo y más importante es que siempre, siempre, lleva consigo SUS tarjetas de crédito. Nunca sabes cuando te puede hacer falta, acompañado eso sí por el tarjetero adicional de tarjetas descuento de cada marca. Necesario e inteligente diríais vosotras. El hetero comete el error de no llevar tarjeta, sólo 20 €uros en el bolsillo. Por lo que el viaje es doble, debe volver a casa, coger la tarjeta y regresar para pagar vuestros zapatos, bolso, pendientes con pulsera y colgante a juego, anillo y pañuelo de seda de regalo al comprar 200 €uros de la marca "NOESIGUAL" de Dios sabe dónde. Vamos que te vuelves Jesurero, Agorero o Coach y llegas al punto extremo de desear encontrar el armario perdido para meterte dentro y no salir más.