Revista Viajes

Guía para recorrer Barcelona (a mi manera)

Por Viajaelmundo @viajaelmundo

Barcelona es una ciudad para mirar muchas veces. Tardé un poco en visitarla, aunque me gusta creer que las cosas siempre ocurren en el momento justo, no antes ni después. Me habían hablado tanto de la ciudad, tanto, que siento que llegué a ella con la absoluta responsabilidad de que me tenía que gustar. Uno a veces viaja con esa carga en la maleta, que son las expectativas del otro, pero yo sabía que la ciudad me iba a atrapar sin importar lo que me dijeran y que no la iba a comparar con Madrid, a quien ya le he declarado mi amor otras veces. No hace falta, son distintas. En mi proceso amatorio de ciudades, no caben las comparaciones.

Lo que van a leer es el recorrido que hice en la ciudad durante doce días, de los cuales me dio fiebre cuatro, no salí en dos, no pagué ticket para entrar a ningún lugar y tuve la dicha de tener a amigos como guías: una mexicana, una venezolana y un catalán. Con esto quiero decir que solo se van a topar aquí con mi curiosidad, muy poco presupuesto y muchas ganas de entender y vivir una ciudad tan en constante movimiento como Barcelona. Trataré de contar todos los detalles para que puedan tener datos que les sean de utilidad cuando vayan de visita. Tomen nota.

Cómo moverte por Barcelona
  • Antes de comenzar a hablar de los lugares, hay que saber cuál es la mejor manera de moverse por la ciudad. La opción más conocida para ir del aeropuerto del Prat al centro de Barcelona, es tomar el Aerobus y el trayecto son 5,90€, pero también puedes ir a la T2 y conectar con la terminal de Renfe, comprar un ticket de 10 viajes que cuesta 9,95€ y así llegar al centro. Es mejor porque ese mismo ticket lo podrás seguir usando en cualquier línea de metro y en los autobuses.
  • Barcelona tiene dos terminales de buses: la estación del Nord y la de Sants. De ambas salen y llegan autobuses domésticos e internacionales. Es cuestión de revisar horarios y ver cuál conviene más según la zona.
  • El metro y los autobuses conectan muy bien la ciudad. Un ticket cuesta 2€, pero ya saben que les saldrá mejor comprar el de 10 viajes y puede ser usado en uno o el otro.

Ahora sí, vamos a caminar por la ciudad.

Laberinto de Horta

Es curioso que este haya sido el primer lugar que visité en Barcelona, tan lejos de ruido, de lo que busca la gente. Y quizá por esa misma razón fue que me gustó tanto porque comencé a conocer la ciudad desde sus lugares escondidos. Entrar aquí es hacerlo a un terreno de lleno de arquitectura y naturaleza. Aparecen jardines y construcciones que datan de 1791 y es que este espacio era propiedad de la familia Desvalls y fue cedido por ellos al ayuntamiento para que abriera al público en 1971. La atracción principal es, claro, el laberinto de cipreses que está en la parte baja de uno de los jardines y que se puede ver a plenitud si uno sube unos cuantos escalones para intentar descifrar la salida. Caminar entre los cipreses es divertido. A mí me tomó unos 15 minutos salir y pensé que no sería tanto. La entrada cuesta 2,23€ y los domingos es gratuita.

El Recinto Modernista de Sant Pau

Es posible visitar gratis este espacio, el primer domingo de cada mes. Se trata de un hospital público que fue construido entre 1905 y 1930 y que hoy hace gala de su magnífica arquitectura. Tanto, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por su innegable belleza y valor artístico. Ya no es un hospital, pero entrar es sumergirse en parte de la historia y arte de Barcelona: cúpulas, vidrieras, esculturas y fachadas que resaltan en los pabellones. Un proyecto ambicioso que hoy es un campo modernista dedicado al estudio. Hacen muchas exposiciones, por lo que viene bien estar atento a su calendario. Las visitas guiadas cuestan 19€, con audio guía son 17€ y la libre son 14€.

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El Born Centro Cultural y Memoria

Si uno está paseando por el Born, entonces hay que entrar al centro cultural. Un edificio de hierro hermoso y que desde su construcción (1876) era un mercado. Hoy es posible ver los yacimientos arqueológicos del antiguo barrio (1700) y ya solo por eso vale muchísimo la pena. Además, hacen exposiciones y lo convierten en un espacio donde confluyen las artes, la literatura, música y más. Hay que verlo porque sí. La entrada es gratuita.

Las veces que pasé por aquí, la iglesia estaba cerrada (abre de 9am a 1.30pm y de 4.30pm a 8pm), pero no me fue indiferente su belleza. Me hubiera encantado entrar (es gratis), pues en ella está inspirada la novela de Ildenfonso Falcones "La Catedral del Mar" y de hecho, hay un tour en el que se puede saber más del libro y descubrir los secretos medievales de Barcelona. Dicen que una buena hora para visitar Santa María del Mar es al atardecer, por la manera en que se ven sus vitrales cuando les da el sol. No coloco fotos, porque solo hice panorámicas y no quedaron bien.

Me habían dicho que desde aquí tendría una de las mejores vistas de Barcelona y fui al final de mi primer día caminando por la ciudad. Hay que subir la colina Turó de la Rovira (en transporte público o carro propio) y luego caminar unos minutos por la pendiente. Durante la Guerra Civil (1937) se levantó aquí una batería antiaérea para defender a Barcelona. El lugar, más que conveniente, hoy está en ruinas y quizá por eso resulte tan atractivo, más allá de las vistas 360 que nos da. Me dicen -y es lógico- que los fines de semana ya va mucha gente. Esta fue mi segunda vista favorita que me traje de Barcelona (la primera es desde un edificio de El Raval que les contaré más adelante), y recuerdo bien la brisa, la quietud que da ver una ciudad desde lejos, sin salir de ella.

Miren qué singular llegar al epicentro de Barcelona y que te digan que su barrio gótico es una falsedad porque su construcción es de data más reciente. Si bien hay edificios góticos, también hay otros más nuevos a los que les agregaron , con el tiempo, detalles góticos (como la Catedral de Barcelona que es del año 1913). Lo que sí es cierto es que entre el año 15 y 10 a.c. se asentó allí una colonia romana y ese trazado original permaneció intacto hasta el siglo XIX. Y lo que también es cierto es que falso o no, uno va a querer pasar por aquí con cualquier excusa. A mí me encantaron las calles estrechas, las ventanas, las esquinas, las calles inesperadas (como la de la Amargura), las fachadas, las plazas, los callejones que llevan a otros retazos de historia. Por aquí caminé a todas las horas posibles y siempre encontré algo distinto para ver, algo nuevo para mí.

La Catedral de Barcelona

Esta es la puerta de entrada al barrio Gótico. Un templo dedicado a Santa Eulalia, la santa patrona de Barcelona, pero también a la Virgen de la Mercé (se dice que el día de la Mercé siempre llueve porque son las lágrimas de Santa Eulalia que se siente relegada como patrona de la ciudad). La catedral es hermosa, construida entre los siglos XIII y XV. La visita es gratuita y se puede acceder hasta la nave central y el claustro. Pero hay que pagar 7€ si quieres ir al coro, la terraza o las capillas. En el claustro permanecen siempre trece gansos, uno por cada año que vivió Santa Eulalia y allí también hay una fuente y dicen que si tomas agua de allí, volverás a Barcelona. Yo lo hice, por si acaso.

Guía para recorrer Barcelona (a mi manera)

Me impresionó mucho llegar aquí, no me lo esperaba y me dio risa nerviosa. Muy cerquita de la catedral, hay un callejón estrecho que parece que nadie ve y que lleva directo a este lugar. Hay unos carteles discretos que no hubiese detallado, de no ser porque me iban guiando. Una puerta pequeña y de repente, unas columnas romanas de casi 10 metros, hermosas, impresionantes, aguantando el tiempo rodeadas de edificios comunes. El sitio es pequeño, por lo que es difícil hacer alguna buena foto. Esas columnas datan del año 1 a.c., son de capitel corintio (lo dice la placa) y formaban parte de un templo que rendía culto al emperador Augusto. Como no se ven desde la calle, no mucha gente sabe que están ahí, pero busquen la calle Paradís y llegarán.

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La Plaza Sant Felip Neri

Muy cerca de la catedral está la plaza y la iglesia de Sant Felip Neri. Podría parecer una plaza como cualquier otra: una fuente al medio, algunos árboles y niños corriendo por ahí. Lo singular es que aquí quedaron huellas de la Guerra Civil: en 1938 el ejército de Franco hizo estallar una bomba en este lugar y aún se pueden ver esas heridas en la fachada de la iglesia. Un bombardeo que mató a más de 30 niños porque allí funcionaba una guardería. Lo curioso es que con los años se construyó otra y hoy ese espacio, que recuerda una historia dolorosa, se llena de niños alegres que juegan entre los recuerdos de la guerra.

"El mundo nace en cada beso". Qué título tan certero para este mural que ya es icónico en Barcelona. Está en la plaza Isidre Nonell, al frente de la catedral. Desde lejos se ve claramente dos bocas unidas en un beso, pero al acercarse te das cuenta que son montones de fotografías perfectamente colocadas para lograr el efecto. Son, exactamente, cuatro mil fotos convertidas en azulejos y que forman 80 columnas y 50 filas. Vayan, mírenlo de cerca, aléjense, exploren desde todos los ángulos posibles y sonrían, besen, vuelvan a sonreír.

Barcelona tiene varios mercados y de todo tipo. El más conocido es La Boquería, en La Rambla y que se lleva casi toda la atención. Sí, es lindo, lleno de gente a cualquier hora y más costoso que el resto. Pero hay que ir a verlo y respirar su buena vibra. Si tuviera que elegir alguno de los que conocí, me quedo con el de Santa Caterina: me gustó su diseño, la amabilidad. Es otra cosa y está abierto desde 1845. También está el mercado de Els Encants Vells, uno de los más antiguos de la ciudad; el del Born; el mercado de la Concepción donde pueden conseguir todas las flores desde 1888; el de Sant Antoni, que me enloqueció con su cantidad de libros y música, o el Flea Market que se monta en la plaza Blanquerna. Aunque hay varios mercadillos de segunda mano repartidos en Barcelona, este es uno de los más conocidos. Pasen a alguno, exploren. Son muchos más de los que menciono aquí.

Cuando la vi por primera vez, yo estaba del otro lado de la calle y veía cómo hacían fila para entrar. Desde ahí donde estaba, me explicaron que Antoni Gaudí se inspiró en las olas del mar para darle forma a este edificio y que muchos elementos de la naturaleza y el océano estaban presentes allí. Incluso el suelo que pisaba en ese instante era un homenaje al mar. No quise cruzar la calle, no quise acercarme, no ese día. Me gustaba apreciarla en la lejanía, darle forma a la historia que me contaban y saborear mi primer acercamiento a Gaudí, ese artista que me fue volando la cabeza. La Casa Milá fue comprada por un matrimonio (Pedro Milá y Roser Segimon, en 1905), para convertirla en su residencia principal, pero también para alquilar el resto de las habitaciones. El proyecto se lo encomendaron a Gaudí, que no hizo caso de las peticiones de la pareja, ni de las leyes de construcción, ni nada. La diseñó y construyó a su antojo, pidió más dinero, tuvo problemas con el ayuntamiento y aún así se salió con la suya. Hoy La Pedrera, como también se le conoce, es Patrimonio de la Humanidad y una verdadera obra de arte. Funciona allí un centro cultural y entiendo que recorrer el edificio es un juego de sensaciones. Les digo algo, si vuelvo a Barcelona, será por culpa de Gaudí. Todo lo que vi por fuera me enamoró y sé que me dejaré seducir si comienzo a explorarlo con detenimiento. Para visitar la casa hay varias entradas posibles. Depende si vas de día o de noche, si quieres recorrerla completa o solo algunos tramos. El ticket más básico cuesta 15€ (que es una visita guiada en catalán) y el más costoso, 41€ que incluye una audio guía. Si los tickets los compras directamente en taquilla, les cobrarán 3€ más, así que está bien hacerlo online y ahorrarse también la fila.

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Si los recuerdos son certeros, vi esta casa el mismo día que La Pedrera. Ya para ese momento, Gaudí tenía mi completa atención (tanto, que llegué a leer mucho de su vida y supe que nació dos días después que yo, pero en 1852, que era Cáncer, que amaba el mar y no seguía las reglas) y todo lo que tenía su huella me cautivaba con emoción. Había mucha gente en la entrada de la Casa Batlló, pero yo quise tocar las paredes. Y eso hice las tres ocasiones que pasé por allí. Había algo, una energía distinta, unas ganas de reír cada vez que me acercaba. Me hice un selfie allí, quedó raro, pero me gustó. Mi conexión era con la fachada. La historia cuenta que el edificio fue construido en 1877, y adquirido por Josep Batlló y Casanovas en 1903, quien le dio libertad creativa a Gaudí para hacer lo que quisiera con el edificio que también es hoy en día Patrimonio de la Humanidad. Es una obra llena de modernismo, adelantada a su época. Desde los años 50s la casa dejó de ser de la familia Batlló y en los 90s se convirtió en propiedad de la familia Bernat que se encargó de restaurarla y abrir al público. Insisto, si vuelvo a Barcelona será culpa de Gaudí. Aquí las entradas también varían de precio según qué tanto quieres explorar. La básica son 25€, pero que sepas que si pagas 37€ pueden tener una visita teatralizada o ser el primero en entrar a la casa y verla sin tanta gente para garantizar mejores fotos.

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Todos vamos por la ciudad buscando la más emblemática construcción de Gaudí, ¿verdad? La había visto en fotos, escuchado una que otra historia, pero cuando la ves aparecer entre alguna de esas calles, te quedas perplejo. Este hombre, Gaudí, era un genio. Y nos dejó ahí una obra para admirar desde todos los ángulos posibles, desde 1905, año en el que comenzó a construirse. Le di la vuelta dos veces, mientras mi amiga Stefany me contaba lo que sabía: la arquitectura gótica y modernista, la inspiración religiosa y de la naturaleza, las torres que representan a los discípulos; las fachadas que van contando momentos claves de la vida de Jesucristo: nacimiento, resurrección y gloria. No entré, ya les conté que en mi recorrido por la ciudad no compré tickets para entrar a ningún lugar, pero el día que me iba supe -y lo lamenté- que se pueden entrar gratis a una capilla en la que está la tumba de Gaudí. Así que anoten el dato. La entrada más básica cuesta 17€ y puedes ir a tu ritmo. Si quieres una vista con audio guía, son 25€ y si quieres acceso a una de las torres, son 32€. La Sagrada Familia es Patrimonio de la Humanidad y se estima que se termine de construir en el año 2026.

Me encantan los puntos de referencia en las ciudades. Esos que no dan chance a perderse, que son inicio de otros caminos. En esta plaza conocí amigos y me despedí de otros y es que, claro, estábamos en un punto importante para ir a La Ramble, al paseo de Gracia, a la antigua puerta de las murallas. Siempre llegaba un poco antes de la hora que me decían y me quedaba viendo los niños jugando entre las palomas, la gente intentando tener la mejor foto. Me detenía en el ruido, en los vendedores ambulantes, en los detalles de las fuentes, en las esculturas. Tómense el tiempo de observar, pues está allí desde 1859 y ocupa casi cinco hectáreas. Hoy es considerada el kilómetro 0 de Barcelona.

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Si uno está en la plaza de Cataluña, camina hacia La Rambla porque los pies se van solos siguiendo ese mar de gente que va desandando la misma ruta. Le dicen también Las Ramblas, porque tiene varios tramos, pero lo cierto es que hay que ir con los sentidos bien puestos, para ver las ondas del suelo que vamos pisando, los cafés, los bares, las flores, los árboles, lo edificios que son tiendas antiguas, museos, restaurantes. En La Rambla podrás pisar una autentica obra de Joan Miró (allí desde 1976) sin que sea un delito. Fue justo ahí donde quedó estacionada la van con la que se hizo el ataque terrorista en 2017 y que cobró varias vidas, algo que me impresionó mucho, no solo por la barbarie en sí, sino porque había caminado por allí solo dos meses antes. En fin, que La Rambla es de lo más turístico, pero hay que ir una y varias veces, a distintas horas, para entender el ritmo. El paseo comienza desde la plaza de Cataluña, hasta el puerto antiguo donde está la famosa estatua de Cristobal Colón. Y de ahí sigue por la Rambla del mar, hasta el muelle de España.

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Vayan primero de día para que vean los rastros de la guerra en los edificios, lo antiguo de sus calles, la diversidad de nacionalidades que convergen en este lugar que da para todo: para el arte, las charlas largas, la buena comida y noches de tragos. No sé porqué, pero las veces que pasé por aquí, no me detuve tanto. Algo -no sé qué- me hacía caminar rápido y sí, hice una que otra foto, pero nada nada más. Y es extraño, porque me gustaba lo que veía, lo que olía (sobre todo comida hindú). Está al lado de La Rambla y es divertido caminar por ahí buscando al famoso gato de Botero o la fachada del Museo de Arte Contemporáneo, tan distante, claro, de todo lo que está a su alrededor. Por cierto, frente a la escultura de Botero está el hotel Barceló. Si suben hasta el último piso, van a conseguir un bar con una vista 360 de la ciudad. Esta fue mi vista definitiva: lo suficientemente lejos para distinguir Barcelona, pero también con la cercanía para buscarle detalles y ver mejor su belleza.

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Cuando me dijeron que había un bar en El Raval al que solía ir Ernest Hemingway, Pablo Picasso y Salvador Dalí, supe que tenía que ir y tomarme algo. Fue la cerveza más cara que pagué en Barcelona (5,50€), pero para mí, el momento lo valía. Llegar al Marsella, es entrar a un bar de madera, con el techo desconchado, ventiladores también de madera, alguna lámpara lujosa, grandes espejos y aunque una vez intentaron cerrar sus puertas, lograron seguir. Está allí desde 1820. ¡Qué maravilla ir a un bar de casi 200 años! Además, en el Bar Marsella es donde se sigue sirviendo la absenta, la bebida más famosa del bar, que tiene un grado alcohólico bastante elevado y que se sirve como un ritual: se coloca un vaso de agua fría y sobre él, un tenedor que sostiene un terrón de azúcar. Se sirve la absenta empapando el terrón y se prende fuego. Así lo bebían Hemingway, Picasso y Dalí y así se sigue haciendo. Vayan, den una vuelta, tomen algo y vivan la experiencia.

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Adoro eso de ir solo unas calles más allá y que el ambiente cambie por completo. Gràcia tiene un aire bohemio único. Murales, lugares muy hipsters, gente mayor haciendo su rutina entre una vibra más joven. Aquí me hicieron prestar atención a la cantidad de librerías, tan distintas entre sí y llenas de tesoros. Otro día volví para una conversa larga y un café en la plaza del Sol, uno de sus sitios más emblemáticos. Me gusta esa sensación de estar en un lugar en el que pasan muchas cosas al mismo tiempo.

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Hay algo que me gusta de Barcelona y es cómo dan las direcciones. Te dicen: del lado del mar o del lado de la montaña. Quizá mis primeros días fueron más hacia la montaña y poco a poco me fui acercando al mar. Así llegué a la Barceloneta, la antigua ciudad de los pescadores locales del siglos XVII. Me pareció lindísimo caminar por sus calles y perderme en los balcones, en sus alusiones a la pesca, en su paso detenido. Aquí hay muchos bares y restaurantes, pues la especialidad de la zona son los pescados y mariscos. Fue por ahí donde probé por primera vez una Bomba, esa tapa barcelonesa indispensable en su gastronomía. Es una bola de masa rellena de carne o camarones, bañada en salsa alioli y salsa catalana. Dicen que la receta original nació en el bar La Cova Fumada y por allí pasamos, pero realmente la comimos fue en otro lugar llamado Jaica, con precios más generosos. Pídanla, deténgase en los detalles de las calles, vayan al mar, caminen sin prisa, lleguen al puerto, al Maremagnum, siéntense a ver cómo ocurre todo sin prisa alguna.

Si algo atesoro de Barcelona, son las caminatas sin prisa. Por ejemplo, ese camino breve desde el Arco del Triunfo (del que, por cierto, se comenzó a construir una réplica en Caracas durante el gobierno de Joaquín Crespo y nunca se terminó), hasta el parque de la Ciudadela es uno de esos recuerdos. Amplio, muy verde, calmo. Me fascinó su cascada con fuentes y dragones, la gente paseando en bote por el lago, otros más bailando en la Glorieta, los niños corriendo o montando bici, los picnis improvisados. Si bien Barcelona tiene más parques, este es uno de los más concurridos. Por ahí cerca está el zoológico de la ciudad, por si gustan.

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El castillo de Montjuic

Llegar hasta aquí es una delicia, una vista distinta de la ciudad. Se puede subir en teleférico desde la Barceloneta, en funicular o caminando (hay que subir un montón de escaleras, pero también hay mecánicas). Entrar al castillo son 5€, pero si optan por no hacerlo, entonces van a disfrutar de Barcelona a todo dar. Yo me senté en los escalones a ver a la gente viendo. Eso me encanta. El castillo se construyó en 1731 como parte de las defensas de Barcelona. Un dato extra: muy cerca de la parada del funicular , está el Museo Joan Miró, el único dedicado al artista catalán. También pueden disfrutar del espectáculo de la fuente mágica a ciertas horas de la noche. Es un juego de luces de colores, agua y música durante media hora.

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Cuando caminaba por la ciudad, me parecía gracioso tratar de ver siempre la montaña Tibidabo de un lado y el Montjuic del otro. Como si realmente me sirviera de algo para mi escaso poder de ubicación. La cosa es que aquí estamos a más de 500 metros de altura y Barcelona se ve en miniatura, se aprecia el molde de sus calles llegando al mar. Y aunque la vista es amplia, ya saben cuál fue mi visión favorita de la ciudad (si es que han leído todo). Aquí está el famoso parque de atracciones, desde 1905, con su hermosa rueda (o noria), una montaña rusa y varias distracciones más. Al entrar, también se puede visitar el templo Expiatorio del Sagrado Corazón, que se ve como un punto luminoso desde cualquier lado de la ciudad. Hay tres maneras de llegar al Tibidabo: en el funicular, que hace una o dos paradas intermedias y deben también tomar un autobús, todo por 7,70€ ida y vuelta; en el Tibibus que parte desde la Plaza Cataluña y cuesta 2,95€ sin parada alguna, o en carro particular.

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Lo dejo de último, no porque sea menos importante, si no porque no estuve ni cerca de verlo. Me enteré tarde, cuando ya no estaba en Barcelona, que si se llega antes de las 8am, antes de que abra sus puertas, dan acceso por unos minutos a una de sus terrazas. Me lo perdí. Esta es una de las obras más relevantes de Gaudí, que al principio estaba concebido como un proyecto de viviendas de lujo, pero con el tiempo se convirtió en una exhibición al aire libre de sus creaciones. Aquí pueden llegar a la casa-museo Gaudí, donde vivió el artista desde 1906 a 1925. Lo tengo muy pendiente.

Qué mas deben saber
  • No podría recomendar hospedaje porque hice couchsurfing no oficial. Es decir, me quedé en casa de amigos. Pueden explorar esa opción, que alguien les preste un sofá, dormir en un hostal o alquilar un Airbnb (aquí les dejo un descuento de 25$ para su primera reserva). Sepan que el costo por noche no es tan económico como en otras ciudades de España.
  • El Museo Picasso, el Museo de Historia de Barcelona, el Nacional de Arte de Cataluña o el museo Marítimo, tienen días gratuitos de visitas al mes. Revisen sus calendarios.
  • Es muy difícil abarcar por completo Barcelona en una sola visita. Son muchos lugares y cosas sucediendo al mismo tiempo. Por eso hago énfasis en que esta guía es sobre los sitios que sí pude recorrer.
  • No se pierdan tampoco la vista desde la arena de Barcelona, en Plaza España. Se ve muy bonito, sobre todo si van de noche.
  • Si necesitas un seguro de viajes para viajar a España, aquí te dejo un código que te dará 5% de descuento en tu compra.

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