Bogotá es una ciudad inmensa. Cuando se le ve desde arriba, la mirada se pierde un poco por la neblina, pero también por la lejanía. Aun así parece que uno puede tr aerse una buena idea de cómo es la ciudad con tan solo recorrerla algunos días. Yo estuve doce en total, haciendo caso omiso a quienes me decían que eran demasiados días para un mismo lugar, pero me gusta ir con calma, pasar varias veces por el mismo sitio, verlo de día, de noche, al mediodía y eso solo es posible si no voy corriendo. Mientras pueda, esa seguirá siendo mi mejor manera de viajar.
Lo que les voy a dejar aquí es una guía que los va a llevar a sitios que conocí en la ciudad. Me faltaron muchas cosas (ya ven que lo del tiempo es cosa de cada quien) y por eso dejaré datos para que ustedes vayan atando sus propios cabos y la recorran a su antojo. Vamos, pues a caminar por Bogotá.
Ir al centro de Bogotá es un imprescindible. Pasar del bullicio a las calles de piedra, ver las fachadas de colores, los murales que le están dando otro toque a la ciudad. Además, en el centro hay de todo: buena comida, buenos precios, buena gente. Es una lindura llegar a la Plaza de Bolívar, allí frente a la Catedral Primada de Bogotá, tan llena de palomas que posan para las fotos. Me contaron, con los días, que iban a prohibir darle maíz a las palomas porque las están afectando. Son muchísimas y a la gente les gusta tenerlas volando en sus fotos. Bueno, sí, son fotogénicas. Sobre todo si el día está soleado. Si tienen suerte, entren a la catedral y quizá terminen con la bendición al final de la misa. A las afueras, algunos días se instala un mercadito y se consiguen frutas y algo de artesanía. Los fines de semana es mucha más gente la que inunda sus calles y todo se vuelve fiesta, arte, curiosidad. Digamos que llegar aquí, es estar en el epicentro de La Candelaria. Pero hay más sitios donde detenerse:
- Iglesia de San Francisco de Asís. Me parece un punto importantísimo de la ciudad. Está justo en la esquina de la avenida Jiménez con la carrera séptima y su fachada vieja contrasta con edificaciones más nuevas. Se terminó de construir en el año 1595 y ha resistido el paso del tiempo. Desde su entrada se pueden ver las antiguas vías del tranvía y eso le da un toque melancólico a este pedacito de Bogotá. En la iglesia le rinden culto a San Francisco de Asís, de allí el nombre, y en el altar tienen la figura del Cristo caído y solo hay otro igual en la iglesia del cerro Monserrate. Es la iglesia más antigua de Bogotá.
- Carrera séptima con Avenida Jiménez. Es ahí, donde está la iglesia de San Francisco. Bueno, la carrera séptima atraviesa Bogotá de sur a norte, pero justo en este tramo fue donde ocurrió el asesinato del político Jorge Eliécer Gaitán en 1948, y que desató los hechos conocidos como El Bogotazo que terminó con muchas muertes y edificaciones destruidas por incendios y revueltas. Por eso, en este pedazo de la ciudad no se ven edificios antiguos, porque la ciudad tuvo que ser reconstruida. Aquí ahora hay muchas oficinas, restaurantes, tiendas de zapatos, ropa y curiosidades. Si se camina derecho por allí, se llega a la catedral. Por cierto, por ahí probé los mejores buñuelos de todo el viaje. Y no anoté el nombre.
- La Casa de Nariño. También lo llaman el Palacio de Nariño o Palacio Presidencial y sí, es la residencia oficial del presidente de Colombia. Toda esta zona está muy vigilada y aunque vean las barreras con guardias, sepan que sí está permitido pasar. Se puede dar como una vuelta y además de ver el palacio, se pasa por edificios de importancia histórica con esas fachadas que tanto atraen a la vista. En el palacio se pueden hacer visitas guiadas, previa solicitud a través de su página web. También pueden ver el cambio de guardia todos los días a las 2.30 pm y los domingos a las 3.00 pm. Un dato curioso: el uniforme que utilizan los guardias es un diseño del siglo XXIX.
- La Puerta Falsa. Allí en la calle que sube a la izquierda de la catedral, van a ver este restaurante que ostenta ser el más antiguo de Colombia, pues tiene allí dos siglos y un poco más ofreciendo comida típica santafereña, con ese toque culinario de época. Es más costoso que cualquier otro lugar que consigan por la zona, pero aquí vale la pena dedicarle tiempo al Ajiaco, ¡es el mejor que se van a comer! Lo sirven bien caliente y es mejor acompañarlo con algún jugo natural (yo diría que pidan el de Lulo). Se hace fila para entrar en las horas de almuerzo y como es pequeño, les recomiendo llegar con tiempo.
- Centro Cultural Gabriel García Márquez. No puede pasar desapercibido. Este centro funciona como librería y galería de arte. Fue diseñado por el arquitecto Rogelio Salmona, muy reconocido en la ciudad, y por eso es posible subir hasta esa terraza al aire libre que regala una linda vista de la catedral y esos techos rojos de La Candelaria. Aquí hay espacio para más de 50 mil libros y para exponer obras de artistas plásticos. También tiene un Juan Valdez para quienes no aguanten la tentación de tomarse un cafecito.
- El Museo de Botero. Mi amor por la obra de Botero lo descubrí en Medellín hace varios años. Este museo, de entrada gratuita (cierra los martes) reúne poco más de 200 obras que han sido donadas por Fernando Botero a la ciudad; pero también se puede ver parte de su colección privada y entonces aparecerán obras de Dalí, Miró, Picasso y mucho más. Es una delicia pasear por sus salas; entender cómo es que Botero comenzó pintando bodegones y no gorditos y ver la evolución de su obra. Además, los espacios son bellísimos.
- Iglesia de la Candelaria. Está allí, un poco más arriba del Museo de Botero, iluminando la esquina con su fachada amarilla. Este templo colonial, que rinde honores a la Virgen María, bajo la advocación de la Candelaria, es Monumento Nacional y es por eso que el sector del centro de Bogotá se conoce con ese nombre. Pasé varias veces por allí y no tuve la suerte de entrar, pero su belleza se adivina desde afuera.
- El Chorro de Quevedo. Algunas calles más arriba se llega a esta zona en la que, cuentan, se fundó Bogotá, aunque hay ciertos baches históricos. Entre las casas coloniales, aparece una iglesia pequeña y si hacemos el ejercicio de imaginar que no hay edificaciones, entonces Bogotá se vería a plenitud. Es el típico lugar al que traen a los niños de los colegios a contarles la historia de la ciudad, pero también donde por las noches se reúnen todos a escuchar música, a tomar algo por la calle del Embudo, llena de cafecitos, bares y murales. Se llama así porque comienza algo estrecha, pero luego se va abriendo. Es en esa misma calle donde está el famoso mural de Carlos Trilleras, uno de los más fotografiados de Bogotá: una wayúu, con la que el artista quiso representar la fuera de la etnia guajira. Esta zona, además, es muy conocida por la chicha fermentada y sus vinos calientes. Lo verán por todos lados.
- Librería Merlin. En el centro de Bogotá hay un callejón de los libreros y podrán encontrar de todo, pero para mí la atención se la lleva la Librería Merlín con sus tres pisos repletos de libros usados. Entrar aquí es un paraíso para quienes amamos la lectura, la vista se pierde en las repisas y además, el ambiente ya hace que uno se olvide en qué ciudad está, porque nos hace entrar a ese universo de libros con búsquedas tan personales. Ventanales, radios antiguas, sillas, sofás, se van colando por ahí mientras más de 200 mil libros aparecen por todos lados. Hay colecciones en español, inglés, francés, ruso, italiano, africano, latín. Hay más, mucho más de lo que creen. Pasear por Merlín, sin orden, es tropezarse con libros que ni sabían que andaban buscando. Es una exploración sin prisas.
- ¿Qué mas pueden ver y hacer en La Candelaria? Bueno, es indispensable detenerse a ver sus fachadas de colores, comer algún corrientazo (es el menú típico de almuerzo que suele ser muy económico) como el del Restaurante San Felipe (un poco más arriba del Museo de Botero) o el del Restaurante Calima, que está en alguna de esas esquinas de las que no anoté el nombre, pero en donde conseguirán buena comida por 9 mil pesos. También prueben alguna oblea Mick Jagger (desde que el cantante de los Rolling Stones fue a Bogotá y comió obleas, muchos puesticos tienen su nombre) y sean prudentes con los sabores porque les pueden colocar mucho arequipe, coco, queso rallado, mora, crema de leche y más ¡a la misma oblea! Tomen por ahí alguna aromática, compren un pan de bono, un buñuelo, una almojabana (eso lo verán por todos lados), escuchen la música, vean el arte, deténgase en los colores.
Plaza de Mercado de Paloquemao
O simplemente, Paloquemao. Es un mercado inmenso que abre todos los días desde las 4.30 am hasta las 4.30 pm (menos los domingos que es de 5.00 am a 2.30 pm) y en el que van a sentir a Bogotá vibrando en toda su expresión. Hay colores, sabores, olores, flores. Todas las frutas que me hacen delirar: la pitaya, el lulo, el anón, guanábanas, mangostinos, higos, uchuvas, y un montón más. Aquí está el secreto de las cocinas bogotanas, entre las hierbas, condimentos, carnes, huevos. Ir al mercado de Paloquemao es algo extraordinario y yo lo hice probando algunas cosas por los pasillos, sobre todo las frutas. Por favor, quédense a almorzar en algunos de los puesticos que están ahí en los pasillos. Es el menú más completo, riquísimo y barato que van a probar. Comí un Ajiaco de entrada y luego un pollo en brasas con arroz, ensalada, garbanzos, lentejas, tajadas y aguacate y un jugo de lulo, por 7.000 pesos (unos 2,50$) y además, me brindaron el tintico por la casa. El mercado es techado, pero en el área del estacionamiento se extiende todo el área de las flores. Las van a encontrar de todos colores y tamaños. Adentro también hay artesanías, productos de higiene, electrodomésticos y varias curiosidades más. La verdad es que Paloquemao es un imprescindible en Bogotá y me atrevería a decir que uno de los días que más disfruté en la ciudad, es cuando fui allí, a pesar de la lluvia.
mercado de la perseverancia
Comparado con Paloquemao, La Perseverancia es un mercado pequeño, pero cargado en sabor. Data de 1930 por la necesidad que había de surtir de alimentos a los habitantes de la zona en la que se levantaba un barrio obrero del mismo nombre. Lo cierto es que hoy en día es un buen plan para ir a desayunar o almorzar a muy buen precio. Es amplio, con muchas mesas alrededor de cocinas de las que salen desfilando ajiacos, tamales de pollo, chocolates, calentados paisas, jugos y más. Se come muy bien. Allí desayuné un tamal más grande de lo que tenía previsto y otra vez, un jugo de lulo (siempre voy a tomar jugo de lulo) por 5.000 pesos (1,79$). Además, la gente aquí es amable y se desvive porque pruebes sus platos.
Está cerca de La Perseverancia y es una zona empinada, llena de edificios y casas, pero que con los años fue adquiriendo un toque multicolor que hay que ver. Digamos que son apenas dos calles, pero están llenas de restaurantes, bares y cafés. Aquí pueden conseguir comida argentina, brasilera, búlgara, italiana, peruana, mexicana y seguramente varias más que no alcancé a ver. Los precios son más elevados, claro, pero se arma un ambiente gastronómico-bohemio que está bien vivir en Bogotá. Paseando por ahí, van a ver mucho arte y por favor, sean curiosos, porque una puerta los llevará a otra y, si tienen suerte, terminarán en alguna exposición a la que no fueron invitados, pero que los lleva a patios con galpones, césped, café recién colado y artistas contemplando obras de arte con mucha profundidad. O pueden terminar en un pisos llenos de juguetes, o en un rinconcito lleno de paletas de frutas. La recomendación es ir al final de la tarde, más hacia la noche, para que sientan la verdadera vibra de La Macarena.
No puede faltar esta visita. La oportunidad de ver a Bogotá desde arriba, amplia, inmensa, inabarcable con la mirada. Se puede subir desde las 5 am hasta las 11.30 pm en funicular, teleférico o caminando. Es importante que revisen los horarios según sea el caso para que sepan hasta qué hora pueden subir o bajar. Se puede comprar tickets por uno o dos trayectos y, si se quiere subir o bajar caminando, la tarifa reducida es de 6.000 pesos. Los domingos la entrada es mucho más económica (6.000 pesos por trayecto, mientras que en la semana es 10.000 pesos), pero va muchísima más gente y deben tener paciencia para hacer fila. La ruta que se hace caminando está muy bien y si estás en forma puede tomar una hora porque es empinada. Yo soy floja para eso y subí en teleférico, en tres minutos ya tenía a Bogotá a mis pies. Arriba estamos a 3152 metros sobre el nivel del mar y lo primero que vemos es el Santuario del Señor Caído de Monserrate. Hasta aquí llegan peregrinos, siguiendo las esculturas del Viacrucis que se ven a lo largo del recorrido. Es un sitio tranquilo, que da mucha paz, además de ser hermoso. Más allá se abre un mercadito de artesanías y recuerditos y aunque provoca comprar de todo, hay que ir preguntando precios. Si siguen caminando, los pasillos se van a llenar de comidas típicas y a precios generosos. Si hace frío se pueden tomar un canelazo que lo ofrecen mucho (lleva canela, aguardiente, agua de frutas y algo más que no recuerdo). Las vistas son muy lindas y me parece que uno entra en contacto con la esencia bogotana, con esa Colombia que te quieres traer de vuelta en la maleta. También hay restaurantes, ya más costosos, pero que complacen gustos.
Buscar el camino hasta Usaquén es como salir del agite de Bogotá y llegar a otra época. Esta zona era un poblado indígena (de los muiscas), que se fundó en 1539. Por eso, cuando uno va, puede sentir vestigios de la época colonial que se adivina en las fachadas, en su iglesia, en su plaza. Guardé esta visita para un domingo, que es cuando montan el Mercado de las Pulgas. Me habían dicho que fuese temprano, que era hasta las 2pm, pero no es cierto, el mercado está hasta la noche y se comienza a llenar poco después del mediodía. Me pareció relajante pasearme entre los puestos de colores que ofrecían bolsos, cuero, artesanía, dulces, comida, ropa y un montón de cosas más. Y quizá uno no compre nada (o sí), pero es una lindura pasearse entre todo eso. Usaquén tiene un no sé qué y hay que ir a verlo.
zona T y Zona G
La Zona T es la bien conocida Zona Rosa de Bogotá. Hay muchos bares, restaurantes de todo tipo, tiendas de lujo. Los precios son elevados en comparación a otras zonas de Bogotá, pero si quieren conocer y curiosear, pues está bien tomarse algo y caminar por ahí. Tiene tumbao. Los días de semana hay gente, pero nada como los fines de semana. La Zona G y Chapinero Central también son buenas áreas para ir a tomar algo, comer y encontrarse con los amigos. Hay variedad de restaurantes y la zona, en general, es bonita y caminable.
¿Qué me faltó conocer?
Un montón de sitios, supongo. Pero hay varios para destacar y que ustedes pueden incluir en su ruta. Yo no fui porque no me coordinaban los tiempos en unos casos y en otros, porque prefería invertir el dinero en otra cosa. Así los dejo para un próximo viaje:
- Museo del Oro. Es uno de los museos más importantes de Bogotá y alberga más de 20 mil piezas hechas en oro del período pre-colombino. Hay visitas guiadas, la entrada apenas son 4.000 pesos y está cerrado los lunes. Creo que es una buena manera de entender más la historia de Colombia, a través de piezas de su pasado. Quedé con muchas ganas de ir.
- Cerro de Guadalupe. Este, junto a Monserrate, se ven desde cualquier lado donde uno esté. Aquí hay una imagen de 15 metros de la Virgen de la Inmaculada Concepción y miren qué curioso, pero se llama el cerro de Guadalupe, porque cuando los españoles llegaron lo nombraron así en honor a la Virgen de Guadalupe de Badajoz. Lo cierto es que es un mirador, desde allí se ve todo Bogotá y el santuario de Monserrate. Debe ser lindo.
- Zipaquirá. Si algo me han dicho de Zipaquirá es que es hermosa. Un pueblo anclado en el tiempo, un lugar que es uno de los centros de explotación de sal más importantes de Colombia y donde está la famosa Catedral de Sal que tantas fotos arranca entre los viajeros. La entrada a la catedral cuesta 57.000 pesos (20$) y fue una de las razones por la que lo dejé para otra ocasión. Desde Bogotá se ofrecen muchos tours que cubren el traslado (Zipaquirá queda como a una hora de la ciudad) y la entrada a la catedral, pero sepan que también pueden ir por su cuenta, tomando uno o varios buses y es una manera más económica de llegar.
- Andrés Carne de Res. El famoso lugar de asado, rumba y buena vibra multicolor al que todos queremos ir, aunque sea muy costoso. Hay que ir al de Chía, que es donde está la esencia de la experiencia. Me contaron que muchos toman por su cuenta el bus que los lleva hasta Zipaquirá, pasan el día y, de regreso, se bajan en Chía, conocen el restaurante, pasan un buen rato y vuelven a Bogotá. Suena a buen plan. En la Zona T, hay un Andrés DC, por si se animan.
- Bogotá es tierra fría. Es por eso que los bogotanos no se fían del pronóstico del tiempo y siempre salen con abrigo y paraguas en el bolso, por si acaso. Sí, llueve mucho y el clima cambia de un momento a otro.
- En Bogotá no hay metro, pero sí existe el Transmilenio y varias líneas de autobuses que conectan toda la ciudad y que se vuelve una locura en las horas pico. Para usar el Transmilenio, deben comprar una tarjeta que conservarán durante toda la estadía y cuesta 5.000 pesos. Cada pasaje son 2.300 pesos. Las rutas que sugiere Google Maps son bastante acertadas, sobre todo con la duración del viaje. Si viajan acompañados a Bogotá y van a compartir gastos, es buena idea utilizar Uber y se ahorran el transporte público. Las cuentas dan porque las carreras son bien económicas.
- Los domingos, hasta las 2pm hay ciclovías por la ciudad. Así que pueden alquilar una bicicleta e irse por ahí a recorrer las calles con toda tranquilidad. Bogotá tiene espacios verdes muy amables.
- Hay varias compañías que ofrecen tours gratuitos por la ciudad. Normalmente son para La Candelaria, el distrito graffiti o algunos más temáticos como el de violencia y paz o el gastronómico.
- En Bogotá abundan los hostales, y los presupuestos varían. Después de mucho revisar, yo decidí hospedarme en el Republica hostel, en Chapinero central, desde donde se conecta muy bien a cualquier parte de la ciudad y tiene mucha vida, porque está rodeado de restaurantes, supermercados, bodegas, farmacias y bares. Me sentí muy tranquila por allí.
A mí me gustó mucho Bogotá. Ese aire bohemio, de agite, de ruido. Conocía ya otras ciudades de Colombia, pero no la capital y parte de este recorrido lo hice con la buena gente de Bogotá Pass con quienes pueden hacer varios tours, aprender de historia y obtener descuentos en algunos lugares. ¿Qué más agregarían ustedes a esta guía? Díganme, que yo quiero volver.