Revista Comunicación
HOMELAND
data: http://www.imdb.com/title/tt1796960
Desde esta punta del subdesarrollo, da una sana envidia ver guiones como los de “Homeland”, la serie del momento, y actores con la capacidad de encarnar, sin ningún estereotipo, los ricos personajes que les tocan interpretar.
“Homeland” es un thriller en tiempos de guerra, un juego de personajes en busca de la verdad en un mundo de mentiras cruzadas. Es tanto el juego de apariencias, de engaños y contraengaños que da la sensación que no podría reconocerse la verdad, aunque se la tuviera enfrente. Ése es el mundo del espionaje contraterrorista, ése es el mundo actual.
“Homeland” es la historia de un héroe de guerra norteamericano, un marine desaparecido en Irak que retorna a Estados Unidos tras ochos años de prisión como rehén de los terroristas. Recibido con honores, despierta la sospecha de una analista de la CIA quien cree que se ha quebrado y que viene a planear un atentado. Lo peculiar es que su perseguidora, la agente de la CIA, oculta a sus superiores una enfermedad mental que pone en duda la certeza de su percepción.
Cada situación en “Homeland” puede ser desmentida un momento después. Cada paso, puede sugerir algo, pero posiblemente signifique otra cosa. En la maraña de ardides y contraataques, los personajes juegan un juego en donde la realidad es tan voluble, tan escurridiza como agua entre las manos, que no puede valorarse. Todo es líquido, todo es confuso, todo es neblinoso. En cada capítulo, se plantea otra vuelta de tuerca, otro giro, que lleva la historia a un nivel superior, que corre el límite un poco más. Es muy difícil predecir hacia dónde irá la historia, cuál será su desenlace. Si en la mitad final de la segunda temporada, podemos caer en el pecado de creer que la serie se ha vuelto más convencional, el último capítulo derrumba todas las creencias sostenidas hasta entonces. Es un buen ejemplo de la imprevisibilidad del guión de “Homeland”.
En esas situaciones difusas planteadas en la serie, los personajes sólo pueden apoyarse en la intuición. Es lo que hace Carrie Mathison, la protagonista principal de la serie, la analista que se basa en una corazonada que sólo ella cree. Y se juega la vida en cada acción, con la pesada carga de una bipolaridad que la torna inestable, enfermedad que sólo ella y sus familiares conocen y que condiciona su lugar en la agencia de inteligencia.
Ése es uno de los temas de la serie: la razón contra la intuición. El otro es cómo todos los protagonistas, en este juego de espionaje, son piezas prescindibles de una máquina feroz. De un lado u otro del campo de batalla, los combatientes son meros peones de un juego mezquino. Hoy se ensalzan tanto como mañana se degradan; hoy se premia y mañana se desecha, con una bala en la cabeza como firma final. No importan los seres humanos. No importan los caídos. Es un juego cruel y sin escrúpulos, en el sobrevive sólo el más fuerte.
“Homeland” es una remake de una serie israelí, “Prisioneros de guerra”. El personaje de Carrie Mathison está hecho especialmente para esta versión norteamericana. Y el papel cae para el lucimiento de Claire Danes, en una descomunal actuación, que merece todos y cada uno de los premios ganados.
El personaje principal pivotea en su oposición amor – odio con el otro gran protagonista, Nicholas Brody, el marine que retorna a su patria, tras perderse ocho años en una prisión. Y Damian Lewis raya en el mismo nivel superlativo de Danes. Es una delicia ver el contrapunto entre ambos personajes, las variaciones de las actuaciones de ambos.
“Homeland” tiene un gran guión. Pero que se exploten todas las potencialidades del guión, se debe a la labor de los actores (no sólo los principales; los secundarios también aportan sus momentos decisivos). Hay escenas que se definen con un intercambio de miradas, una vacilación en el tono de voz, un leve gesto. “Homeland” explota esas sutilezas con un acertado manejo de cámaras. Pero exige, no sólo actores sutiles, sino espectadores tan sutiles como la trama. Detrás del enigma policial (¿es Brody un traidor o no?), está el drama humano. Y éste es el que mueve la trama. ¿Está Carrie loca o no? ¿Es Brody el amor de su vida? ¿Podrán escapar de la telaraña de la guerra y vivir una vida lejos de todo? ¿Pesará más la familia de Brody o la promesa hecha a Abu Nazir?
Hay muchas escenas decisivas en las dos temporadas de “Homeland”. Pero me quedo con el interrogatorio que estábamos esperando desde que empezó la serie, el enfrentamiento entre Carrie y Brody, en el quinto capítulo de la segunda temporada. Es absolutamente brillante el método de Carrie para quebrar la resistencia de Brody. Ese diálogo es coherente con los personajes y expone las líneas psicológicas principales de los protagonistas: Carrie jugando al borde, apostando jirones de piel en ese interrogatorio; Brody arrinconado contra su propio muro de mentiras. Un personaje que gatilla mentiras con la misma naturalidad que respira, enfrentado por otro personaje que le arroja verdades como munición. El conflicto se tensa al máximo. Aunque ambos personajes estén sentados, mesa por medio.
Dijimos que los secundarios también lucen en la interpretación. Elegimos al imprescindible Mandy Patinkin como Saul Berenson, el tutor, ex amante y único amigo incondicional de Carrie Mathison. Saul es Carrie en el futuro. Su imagen (su solitaria imagen) es la proyección que Carrie tendrá presente, constantemente, durante la segunda temporada.
“Homeland” es una serie que podría haberse hecho acá. No tiene grandes recursos ni efectos especiales. Es una serie de conflictos, de actores, de buenos diálogos. Pero rectifico: no podría haberse hecho acá. Hace tiempo que la sutileza y los actores que buscan desafíos para hacer algo distinto a lo que vinieron haciendo, no campean por estas playas. Por eso, lo de la sana envidia con la que empezamos esta crítica.
Mañana, las mejores frases.