Alguna vez más ya he hecho esta afirmación que no me canso de repetir y es que los años ochenta fueron una especie de culto al mal gusto. Pero es que no solo es algo que ocurriera en nuestro país, sino que da la sensación que fue mucho más global que de lo que a priori parece, porque este ejemplo tiene varios aspectos que encajarían con la estética de esta época. Supongo que algunos de ustedes no pensaran lo mismo pero yo la viví en mis carnes y les juro que cada vez estoy más convencido de lo que digo.
Aun perteneciendo a lo que podríamos denominar el cine negro de Hong Kong, ni mucho menos tiene calidad suficiente para los niveles a los que nos acostumbrados otros trabajos relacionados con este cine de triadas. Esta se encontraría más cercana a la dudosa calidad del cine de artes marciales, ese que se convertía en efectista, incluso por el sonido que se le ponía, donde tan solo eran importantes las escenas de lucha en detrimento de la calidad de la historia.
El comienzo del film sirve de introducción, para lo que luego va a acontecer, esto es algo habitual, pero en este caso la verdad es que se solventa de manera que no ayuda mucha, en mi particular caso deja alguna duda. Tampoco es que esta incertidumbre sea definitiva a la hora de ponernos frente al film y poder ir desgranando su simple historia. El hecho en general es que ni la principal ni las tramas secundarias que acaben desembocando en ella merecen mucho la pena.
No se justifica que el capitán de la policía Ding jung (Tony Leung Ka Fai) esté pendiente de su familia, esta en si no ayuda nada al desarrollo de la acción, más bien entorpece y nos acaba descentrando en ocasiones y todo ello por el afán de imprimir un no logrado dramatismo a la producción. Tampoco la relación con Mona Fong (Elizabeth Lee) la prostituta que continuamente ayuda al policía o viceversa resulta efectiva, no mostramos interés por ella.
De todo este enfoque policial que se le da al mundo del hampa Hongkonés cabría destacar que sobre todo lo que vemos lo que principalmente subyace es el afán de venganza por ambos bandos, dejando de lado en multitud de ocasiones la justicia. Los métodos policiales no son mucho mejores que los de los miembros de las triadas, aquí nadie duda de tirar de pistola o con hacha en mano levantarle la tapa de los sesos a su oponente, y como tal dichas luchas están filmadas de forma literal, sin remilgos.
Hay un intento de vitalizar el sentimiento de amistad entre los que al principio fueron amigos y combatientes y que a posteriori el destino volverá a juntar, curiosamente contra el mismo enemigo, aunque amparado en unos ideales distintos. Nos dejan entrever el famoso tema de la corrupción policial, frente a lo honorable de la actitud de unos pocos y todo ello amparado por las embajadas de los invasores occidentales, pero estos temas tienen un trato muy superficial, tan solo se mencionan no se ahonda en ellos.
TRONCHA