Balón, de reglamento, como decíamos en el patio.
Ni conocía ni me sonaba Robregordo, pese a su cercanía a la autovía de Burgos, hasta que Cristina Cifuentes incluyó una referencia a esta noble población de la sierra norte madrileña en una de esas citas que tanto gustan a algunos políticos para esconder la verdad. “Si el PP me pide que sea candidata en Robregordo, lo haré”, explica la delegada del Gobierno en Madrid en una entrevista. El alcalde de Robregordo se llama Óscar Monterrubio y es el 33% de la corporación municipal. Vamos, que los cargos políticos en el ayuntamiento son tres: alcalde, teniente de alcalde y concejal, una cifra consecuente con el modesto tamaño de una población de 68 habitantes. Cifuentes, no obstante, arriesga, porque el veterano primer edil lo es desde 1994, un año en el que se sentaron en el sillón municipal cinco alcaldes en ocho meses.
La delegada recupera para la memoria a Robregordo como Cristiano ha encumbrado a Gurpegi en el partido del domingo. El de Andosilla es admirado en Bilbao y conocido fuera, y recibe en muchos campos de fútbol el insulto de yonki por el positivo en nandrolona que le acarreó una sanción de dos años de suspensión en el pasado. Las aficiones, o parte de ellas, acostumbran a condimentar su expresión pública con otras lindezas relacionadas con el terrorismo y la familia del defensa. Nada raro, aunque doloroso en lo personal, supongo. Ahora bien, Gurpegi ha alcanzado en apenas unas horas esa condición de superfamoso, de estrella de la semana, por exagerar las consecuencias de un ataque de ira del astro portugués y provocar su expulsión. Si uno quiere sentir un escalofrío, de esos que invitan a dudar de la raza humana no tiene más que repasar los 40.000 tuits paridos sólo en unos minutos tras el choque por supuestos aficionados del Real Madrid. En muchos, se acusa a Gurpegi de drogadicto y yo me pregunto cuál será la relación de estos autores con algunas sustancias.
La lógica del fútbol crece enredada. No sé cuántos jugadores se dopan, ni cuántos producen nandrolona de forma natural, pero no conozco a uno que no haya intentado engañar al árbitro alguna vez. Y no he escuchado reproche alguno dirigido a Benzemá o Ribery, que han sido juzgados en Francia por prostitución de menores. Los hechos están demostrados, han sido absueltos porque el fallo estima que desconocían que la joven era menor. No es lo mismo, pero todo esto me recuerda a los aplausos a Messi cuando declaró en un juzgado acusado de un fraude fiscal que desconocía, como yo, que hasta hoy no sabía nada de Robregordo.