No sé si los lectores del blog estén al tanto de que a Gutiérrez, hace algunos años, se le confirió el grado que titula este post. Sin embargo, mientras que traducía la introducción de este libro para su pronta publicación en español, me encontré con un pasaje que brevemente narra el asunto y me provocó compartirlo con ustedes. Esta es mi versión en español:
El 7 de noviembre del 2009, el prior general de la orden dominica, su excelencia Carlos Aspiroz-Costa, confirió a Gutiérrez el grado de Maestro en Sagrada Teología. De ese modo, él se unió a una lista de honores solamente conferidos a un selecto grupo de distinguidos dominicos como Alberto Magno y Tomás de Aquino. Este grado se confiere a aquellos considerados “eminentes en la promoción de las ciencias sagradas a través de una detenida reflexión doctrinal, investigación y publicación de trabajos excepcionales en el campo de la teología”. En la carta en la que confería el grado, el prior general escribió:
“Una cualidad fundamental de la perspectiva teológica de Gustavo Gutiérrez es la importancia que él da a los pobres como una mediación crítica para comprender el Evangelio. El teólogo en tanto creyente tocado por la misericordia de Dios, se encuentra abierto, como el buen samaritano, al sufrimiento de los pobres. Esto conduce a una apasionada preocupación por su liberación del sufrimiento, liberación asociada a una praxis liberadora —una praxis que a su manera nutre radicalmente la reflexión teológica acerca del rol de Dios en un contexto ensombrecido por la injusta y prematura muerte de los pobres”.
Difícilmente se podrían decir las cosas con mayor nitidez. Trabajar hoy con Gustavo es, sin duda, un honor inmerecido.