Revista Cómics

H. P. LOVECRAFT, Herbert West, el resucitador, 2014 (1922)

Publicado el 19 octubre 2014 por Jorge Vilches
H. P. LOVECRAFT, Herbert West, el resucitador, 2014 (1922)Fui a La Casa del Libro (una librería) buscando algo distinto, una novela que no me pareciera la enémisa historia sobre lo mismo, ese constante y molesto déjà vu. La sección dedicada al género de Terror era minúscula, apenas un par de baldas. Stephen King, Bram Stoker, Poe,…en fin. ¿Y algo nuevo, please? Abajo, casi en el suelo, un cartelito que rezaba algo como: “El rincón zombi”. Cogí un ejemplar titulado “Septiembre zombie”, de David Mood, con la siguiente sinopsis, más o menos: “Una epidemia termina con el mundo tal y como lo conocemos. Un puñado de supervivientes lucha en una ciudad llena de peligros”. Qué pereza. Otro, que no recuerdo el título: “En un solo día el 99% de la población es zombi. Los que aún quedan con vida han de enfrentarse a amenazas…etc., etc., etc.”. Sueño mortal. En consecuencia, y como suelo decir: en caso de dudas o vacío hay que acudir a un clásico. Así leí “Herbert West, reanimador”, de H. P. Lovecraft. Tremendo. Por cierto, nada que ver con la película.
H. P. LOVECRAFT, Herbert West, el resucitador, 2014 (1922)Lovecraft ambienta su novela en Arkham, y los personajes principales son profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Miskatonic. Es decir; y utiliza el método del testimonio del amigo del protagonista que, por supuesto, ha caído en desgracia. Hasta aquí todo pertenece al universo Lovecraft conocido.
Es la historia de un investigador empeñado en encontrar un elixir que reviva a la gente. Al principio le mueve el interés científico, pero luego se convierte en algo morboso para Herbert West. Inicia sus experimentos con animales, claro, pero enseguida considera que tiene que probarlo en seres humanos. Aquí Lovecraft ambienta la novela como si fuera Shelley o Stevenson: el científico que se retira a un lugar alejado para tener un laboratorio clandestino, y son un par de negros los que le proporcionan muertos aún calientes. La resurrección de un muerto recuerda al querido Frankstein, y tiene la misma fuerza narrativa.
La reputación de Herbet West en la Facultad  de Medicina fue empeorando, especialmente para el decano, el doctor Allan Halsey, que intenta echar a West de la institución. Sí, has acertado: Halsey prueba el elixir porque muere de tifus. El pobre no acaba muy bien. Se convierte en un monstruo antromorfo, en un violento caníbal que todo el mundo toma por loco, y que es ingresado en un psiquiátrico durante dieciséis años.
H. P. LOVECRAFT, Herbert West, el resucitador, 2014 (1922)¿Dónde podía conseguir West cuerpos, que es su obsesión? Pues en la Gran Guerra. No se alistó para “salvar la civilización”, sino porque “necesitaba cadáveres frescos”. Consigue alistarse en el ejército canadiense y va al frente belga. Allí monta otro laboratorio, con escenas horripilantes. La peor es cuando consigue el cadáver decapitado de un aviador. Ahora, West utiliza un “tejido embrionario de reptiles” para conservar los miembros y, naturalmente, la cabeza del aviador acaba en un bote con ese líquido.
El capítulo final es redondo. La ambientación es la típica de uno de los maestros del terror. La ciudad es Boston. La casa está cerca de un cementerio, tiene sótano, donde West quiere construir su laboratorio, conserva un pasadizo. Alguien llama a la puerta. Es un grupo extraño, encabezado (nunca mejor dicho) por un tipo sin cabeza, y un monstruo antropomorfo. El resto, te lo puedes imaginar.

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