En la anterior entrada escribí sobre la muerte del arte y, aunque sea algo evidente, como ya dije (porque las vanguardias terminaron su trabajo a conciencia y no dejaron títere con cabeza), cuando uno toca el tema se queda desazonado, desasosegado. (Qué palabra más des-a-so-se-ga-do-ra: des-a-so-se-ga-do).
Me quedé, sí, con mala conciencia, como un traidor de película.
Pero hoy, curioseando por el blog de mi hermana Gema (cosa que os aconsejo que hagáis), he visto unas fotos emocionantes, que me han vuelto a sorprender porque se me habían olvidado.
En la pestaña "exposiciones" veo esta foto:
Es una exposición de paisajes, de Gema, del año 2003. El niño del primer plano es mi hijo Andrés, que se está lanzando con entusiasmo a por una croqueta de escabeche de su abuela (que es mi madre y la de la artista).
(Si clicáis la foro la veréis más grande, y percibiréis mejor la expresión de mi hijo, un auténtico connaisseur).
Las croquetas de escabeche de mi madre son inolvidables para todo aquel ser afortunado que las haya probado, y -me río yo de las cinco vías de Santo Tomás- constituyen uno de los pocos indicios que me han sido dados de la existencia de Dios.
Un año después (Madrid, 2004) mi hermana Gema hizo otra exposición -Mi caja de lápices-, y de nuevo mi madre colaboró en el ágape.
En esta foto hay mucha más gente, pero ¿a quién volvemos a ver lanzándose a por las croquetas? Sí; es mi hijo Andrés otra vez. Se le ve menos; está más escondido, confundido entre la gente, pero ahí está. Con el mismo gesto, con la misma actitud. (Clicad, clicad).
Y me hago las siguientes reflexiones: ¿Va a morir el arte mientras haya gente loca como mi hermana, llena de creatividad y de talento, llena de entusiasmo y de ganas de hacer cosas? Y, sobre todo, ¿va a morir el arte mientras haya croquetas de escabeche?
Aunque lo digo en broma, la cosa es bastante seria. Observad, por favor, el ambiente de esas dos fotos. Es gente amistosa, curiosa, con ganas de hablar, de ver, de reír, de comer croquetas. Somos gente llena de corazón, y de cerebro, y de ánima (y de ánimo).
El arte es muchas cosas. Entre ellas, conocimiento, exploración, intercambio, relación, proceso, etc. Todo eso es inherente al ser humano. No podemos renunciar a ello.
Lo repito: Mientras existan croquetas de escabeche, y todo lo que ellas representan, el arte vivirá.