Revista Opinión
Esta madrugada ha muerto Stephen Hawking, el físico británico más conocido de los últimos tiempos y autor de la teoría del Big Bang, aquella explicación acerca de la creación del Universo a partir de una explosión inicial que lo hace expandirse para luego enfriarse y contraerse hasta volver a explotar, de manera indefinida.
Hawking era un cerebro privilegiado encarcelado en un cuerpo paralizado y atrofiado por una enfermedad neuronal (la esclerosis lateral amiotrófica), lo que no impidió que pudiera pensar y siguiera investigando y divulgando sus geniales teorías físicas que asombraban al mundo.
Tenía 76 años, muchos más de los que le pronosticaron que sobreviviría a causa de su enfermedad, demostrando una fuerza de voluntad extraordinaria con la que supo superar las limitaciones de un cuerpo que sólo le permitía mover los músculos de los ojos, suficientes para controlar con la vista un aparato que reproducía su voz y le permitía comunicarse y hasta dar conferencias.
Stephen Hawking era una mente brillante y un didáctico divulgador de ciencia que, gracias a libros como Breve historia del tiempo y El universo en una cáscara de nuez se convirtió en el científico más famoso y leído de la actualidad, a la altura de Albert Einstein, Isaac Newton, Nicolás Copérnico, Johannes Kepler o Galileo Galilei, autores del canon de la cultura universal en el campo de la Física y la Astronomía.
Ha muerto el padre del Big Bang. Descanse en paz.