Harry Gustaf Nikolaj Gädda nació en Estocolmo en 1925. Artista completo, políglota, con una admirable capacidad de adaptación a distintos estilos, cantaba desde sus inicios un amplio repertorio que seguiría aumentando hasta ser de los más extensos – y grabados – del siglo XX. Frecuentó, además de ópera, Lied, opereta y oratorio. La voz, de lírico-ligero en sus orígenes, se acercó a la de lírico puro, pero reteniendo cierta levedad. De un timbre líquido y claro, excepcionalmente puro en los años 50, su registro agudo gozaba de una rara facilidad (hasta el re4 en voz plena y timbrada). El centro nunca poseyó cualidades destacables, limitado en su colorido y un poco mate. Sin embargo, una técnica de emisión excepcional le permitía enriquecer su timbre por medio de la llamada "voix mixte", dominando así una gama de colores y dinámicas extensisíma con independencia de la tesitura: podía emitir incluso un do sobreagudo en pp en una purísima voz "de cabeza". En este aspecto siguió menos la estela de Beniamino Gigli que las enseñanzas de Carl Martin Öhmann, un tenor heroico capaz de insólitas finuras. De él heredó la técnica clásica. En cuanto a la fluidez y ligazón del canto era irreprochable y ello era evidente cuando cantaba Mozart.
Siempre fue más músico que tenor, lo cual le ha hecho centro de una polémica entre ciertos sectores "italianizantes" (que le reprochan su falta de "idiomatismo") y los aficionados anglosajones, más pendientes de la factura musical pero menos sensibles a la variedad de acentos. Pese a lo expresado por Alfredo Kraus en un desafortunado chascarrillo, Gedda encontró sus mejores papeles y fue imbatible en la ópera francesa (des Grieux, Romeo, Faust, Nadir y Werther) y sus magistrales acercamientos a las obras de Chaikovski y Mozart. Era un intérprete aristocrático y refinado que poseía todos los recursos técnicos del claroscuro. A pesar de ello en el repertorio italiano nunca causó el mismo impacto, tanto por el timbre "neutro", como por una forma de entender las frases un poco envarada: la dicción y la pronunciación eran perfectas, pero faltaba la espontánea capacidad de captar la prosodia de las frases en cada situación. En materia de acento carecía de la necesaria cordialidad tenoril que uno asocia al repertorio (Duque de Mantua, Pinkerton, Nemorino, Rodolfo). No obstante, alcanzó sobresalientes logros vocales en La Sonnambula e I Puritani (donde grabó un fa4 cantado en mixto). La crítica y el público italianos han sido un poco mezquinos con estos defectos de Gedda, un cantante que debe ponerse junto a Bergonzi y Kraus en la preservación del verdadero estilo durante años muy difíciles. Sus incursiones en papeles más pesados no fueron tan afortunadas, dadas las limitaciones físicas del instrumento y su distancia de la expresión dramática. Sin embargo protagonizó una feliz rehabilitación (nunca lo bastante valorada) del tenor heroico di grazia con papeles como Arnold, Jean o Raoul de Nangis.A finales de los 60 se había instalado cierta guturalidad en el timbre, quizá buscada para compensar la ligereza del registro central, que fue extendiéndose por el registro de pasaje. Este proceso fue paralelo a una esporádica afectación de su arte, aunque el estilo y la musicalidad siempre estuvieron asegurados. Las bases de su técnica se demostraron sólidas, pues su carrera fue extensísima y seria hasta el final.
Para retratar a Nicolai Gedda hacemos una selección que apenas puede reflejar su amplio repertorio. La ascendencia de Gedda era en parte rusa, por lo que se sentía cómodo en este repertorio. De Ivan Susanin, de Glinka, la llamada a las armas, un aria con secciones extremas de bravura encuadrando a la central, pensativa y melódica (por esta estructura, recuerda a “Popoli dell’Egitto” de Il Crociato de Meyerbeer) El virtuosismo de los ataques al agudo en los tempi rápidos sólo se ve superado por el de la sección central, donde se mantiene un exquisito canto espianato en una tesitura muy elevada. Pasamos a La Dama de Picas, de la que escuchamos la súplica de Hermann (“Perdóname, celestial visión”), música obsesiva y atormentada que pocos han interpretado como Gedda, aquí completamente poseído y dominador de un papel que quizá exijae un tenor más incisivo, como un Lemeshev. Ambas proceden del mejor recital que posiblemente grabara el tenor sueco (1969), en un momento en que la voz había ensanchado pero conservaba su liquidez.
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En 1962 había dedicado uno al repertorio francés con la colaboración de Georges Prêtre y similares resultados: de Le Postillon de Lonjumeau, escuchamos “Mes amis, écoutez l´histoire” una pieza circense donde podemos sin embargo admirar la calidad del registro agudo, con sucesivas subidas que culminan con un re4 portentoso, de una plenitud – proyección, brillo y redondez – de la que el resto su voz carecía.
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Retrocedemos a 1952, fecha del primer disco de Gedda para HMV, y escuchamos nuevos ejemplos de ópera francesa, de la que ya era un joven maestro: su personalísimo “Je crois entendre encore” de Los Pescadores de Perlas, donde siguió el camino de Beniamino Gigli, coloreando su voz con sonoridades de cabeza. Toda la pieza está cantada en voz mixta, acariciante, creando una sensación de irrealidad que hoy causa cierta confusión. Ello no debe impedirnos apreciar la maestría técnica precisa para dominar así los mixtos. Muy, muy diferente del otro gran exponente en el aria, Alfredo Kraus, igualmente meritorio. La voz, purísima, de lírico ligero entonces, era también ideal para el racconto del sueño de des Grieux (Manon), donde prácticamente se deshace a flor de labios. Grabaría el papel de forma magistral aún 20 años después. Gedda paseó los papeles románticos franceses por los grandes teatros, y en el Colón o el MET fue tan apreciado como pudo serlo Kraus unos años después. De su Roméo de 1968 en el teatro estadounidense, donde alternó aquellas funciones con Fanco Corelli, recomendamos la escucha de “Ah! Léve-toi, soleil”. Aunque sorprendentemente arrastra alguna erre de forma exagerada, es una interpretación modélica (lo que sin duda pondría aun más en evidencia los problemas de Corelli en este papel) que no renuncia a la espectacularidad alla italiana en los agudos.
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El Gedda más apasionado y espectacular lo encontramos en este registro de I Puritani de 1963, donde maravilla la calidad de la voz, no sólo su facilidad y proyección, en las repetidas subidas al sobreagudo, que realiza a plena voz. Casi ningún tenor – ni siquiera Kraus – podía asegurar esa belleza tímbrica y esa redondez en el extremo de la tesitura. ‘A te, o cara’ es modelada con gusto, sin los amaneramientos de años posteriores. Impacta el súbito crecimiento del sonido en el re bemol4. Acusado, en oportunidades con razón, de un temperamento linfático, nos choca el despliegue de arrojo de ‘Vieni fra queste braccia’, sólo superado por las facultades exhibidas. Aun así, hay algo en su fraseo italiano que no termina de convencer, quizá por un énfasis hors place. Sostiene a placer los ascensos al re natural sobreagudo, posiblemente los más extraordinarios que se hayan grabado en muchas décadas. Le acompaña ese fenómeno vocal que fue Joan Sutherland, aquí algo opacada por un cantante in vena.
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Por último, la que podría ser la cima del virtuosismo de este gran artista. Si bien en 1971 el timbre de Gedda menifestaba algunas impurezas y además la forma de modelar las frases nos hace pensar en la palabra "manierismo", uno no puede más que admirar la absoluta facilidad - grabación en vivo - con que afronta los ascensos al do agudo del gran dúo de "Les Huguenots" en ppp mediante una emisión que obviamente emplea resonancias "de cabeza" sin que se perciba rupua con el resto de registros. Por si quedaba alguna duda sobre su extensión, remata la página con la cadencia (que omitió Corelli en La Scala) que le lleva hasta el reb en voz plena. Magistral
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