(Acto I: nunca llovió que no escampara. Sale el sol)
Con una mezcla de euforia contenida y alivio vi a Tomás Gómez el domingo en el vetusto salón de actos de la UGT donde tuvo lugar el comité regional del PSM. El espaldarazo que acababa de recibir, no sólo le permite centrarse en su único objetivo, que es el de ganar las elecciones, sino que a los ojos de muchos refuerza su autoridad, dentro y fuera, y gana en autonomía frente a la dirección federal. Es pronto para saber cuál será su papel en el futuro, y me refiero naturalmente al debate sucesorio de Zapatero, pero resulta evidente que no será el de un actor secundario. Está fuerte y ha aprendido que, también en política, resistir es vencer.
(Acto II: el papelón del señor Ferraz)
En toda esta obra, el papel más errático y cambiante, el más incomprensible, sin duda, es el del señor Ferraz, llamémosle así. La historia viene de lejos, y este señor es el mismo que en su día apostó por José Antonio Díaz frente a Rafael Simancas y maniobró luego para que fuera Trinidad Jiménez la candidata, con el resultado ya conocido. Ya sé que esto forma parte de la prehistoria socialista, pero conviene recordarlo, que para eso está la memoria. El reconocimiento público de que ahora están al lado de Tomás “haya ocurrido lo que haya ocurrido” no puede borrar los vaivenes del pasado.
(Acto III: la “purga” de los críticos)
Desde hace meses los llamados críticos sabían perfectamente que Tomás Gómez no iba a contar con ellos. Es una forma suave de decir que su suerte estaba echada desde hace tiempo y que la exclusión (laminación o exterminio, dicen ellos) iba a ser fulminante. El señor Ferraz les pidió que fueran por un determinado camino, ellos obedecieron y cuando la cosa se torció, lejos de salir en su defensa, fueron depositados de forma inclemente a los pies de los caballos. No es de extrañar que, abandonados a su suerte pese a ser leales a la ejecutiva federal, los conatos de rebelión interna fueran cortocircuitados y les dejaran sin ganas ni fuerzas para quejarse durante el comité regional. Renunciar a su capital político, a su experiencia y a lo que representan no me parece acertado, pero es naturalmente la opinión de un simple observador externo. Los gestos, en política, también cuentan.
(Escena final: mirando al futuro)
Siempre he pensado, y mantengo ahora, que el día en que Tomás Gómez dejara de ser noticia por sus líos internos, y pasara a serlo por su devenir político diario empezaría a brillar con luz propia. El momento ha llegado. Tras el 25 de julio de 2010, el día en que se plantó y dijo que no se apartaba del camino, el 20 de febrero de este 2011 será recordado en su biografía como la del nacimiento de un nuevo Tomás. A algunos no les gustará la criatura, pero es lo que hay. De momento tiene la legitimidad, la determinación y el arrojo suficiente para ser actor principal en la accidentada película del socialismo madrileño y quién sabe si español. Tiempo al tiempo.