Ha vuelto la nevada a las calles de Madrid como yo no recordaba ninguna desde que llegué aquí hace más de cuarenta años. Paseo por sus calles aún dominadas por la blancura entre dolorida y resplandeciente, con la emoción revivida de aquellos años de infancia en Acisa de las Arrimadas, pueblo o aldea donde comencé a nacer los primeros once años de vida, antes de que llegara la carretera, antes aún de que la luz se instalara en las casas y en el pueblo entero, cuando aún no se nos había ocurrido pensar en el pueblo en la posibilidad del teléfono.
Saliendo hacia Los Cantones, la Ermita de San Hipólito, patrón de Acisa, domina los aledaños del pueblo. He aquí una fotografía de su hermosa subida, muchas veces recorrida en mi infancia.
Recuerdo, con mucho cariño, la escuela y mis primeras conquistas en estas cosas del saber y el descubrir poco a poco el asombro que produce el conocimiento. Recuerdo capítulos del Quijote leídos entre todos los niños, los juegos comunes de aquella escuela donde compartimos tantas maravillas los niños y las niñas, al maestro que nos aconsejaba siempre llevar papel y lapicero (no conocíamos el bolígrafo, inventado pocos años antes) en el bolsillo, por si se nos ocurría alguna idea.
Cuando comencé a nacer el año mil novecientos cincuenta y dos, este edificio era una casa más antigua; la que hoy vemos la levantaron los sudores de mis padres el año mil novecientos sesenta; poco después llegó la luz al pueblo; aún pasó mucho tiempo hasta que se construyó la carretera que une Vegaquemada con Cistierna.
Recuerdo el reguero sin nombre, al que llamábamos con cariño río Florido pues en los meses de calor dejaba de correr agua y salían unas hermosas margaritas y otras coloridas flores en sus márgenes. Sobre el reguero los paisanos hacían un puente de nieve que nos permitía, a los que éramos niños entonces, pasar a la escuela, el puente congelado resistía hasta entrado el mes de abril.
Recuerdo Las Matas con praderas y huertos, La Mata Reguera con aquella cantidad de rebollas que siempre me pareció un bosque, Los Cantones donde corríamos antes de esperar a las ovejas mientras los más viejos del pueblo nos contaban antiguas historias, recuerdo La Majada Vieja con el camino de los mineros, hoy borrado, por donde nuestros padres salían del pueblo antes del amanecer y regresaban son la oscuridad de la noche…
Desde la ermita de San Hipólito…
Escucho en los latidos de mi corazón la Segunda Sinfonía del finlandés Sibelius (1865-1957) con la conversación lejana entre los violines y la trompetería, la sonoridad rellena de la orquesta en sus cuatro movimientos. Desde lo alto de la ermita de San Hipólito, la FOTOGRAFÍA se estira sobre los tejados del pueblo de Acisa, los diferentes pueblos hasta llegar a Boñar que fue grande, más allá las montañas del Curueño…
Javier Agra