Revista En Femenino

Habemus piojillo - parte dos

Por Clau707
Parte dos. ¿¿Y ahora qué??
Las siete. Llevaba una hora así... No tenía nada preparado excepto mi caja "kit de parto", regalo recibido pocos días antes, pero no importaba. No se necesitaba mucho más. Estaba eufórica y decidí que era el momento de llamar a mi matrona.
Mi primera opción, un parto en casa, había sido muy meditada. Pensé muchísimo antes de elegir a la matrona que deseaba que atendiese mi parto. Cuando la encontré y hablamos por primera vez, le dije que mi elección se basaba no sólo en otras experiencias maternas y el "buen rollismo" que podía haber entre nosotras, sino en que consideraba que ella era la persona que podía entender a una parturienta como yo: "cerebral y sin misticismos". Por eso, no quería sustituciones. Quería estar segura de que pasara lo que pasara, ella sería quien me acompañara. Así lo pactamos.
Mi segunda opción era parir en un hospital público, y que si se daba el caso de un traslado, hacerlo a este hospital elegido. Pero por varios motivos no pude hacer la canalización a tiempo y las últimas consultas con la ginecóloga ésta no se había presentado por estar en huelga... No pude hacer el trámite y mi próxima cita estaba prevista para el 17. Sabía que podía, en todo caso, llegar "de urgencia". Pero mi temor a ser derivada al hospital que me correspondía era inmenso. Organización, método... Quería tener todo "cuadrado" antes del gran día; me quedaban tres semanas...
No hubo tiempo. Después de la gran fiesta de bendición de mi embarazo, donde al menos 30 mujeres se citaron para darme una sorpresa maravillosa... la oxitocina pudo más. Fueron cientas mis lágrimas de emoción ante tanto amor recibido. Y después de esa noche de abrazos y palabras cariñosas, liberada de las penas de los últimos días... mi cuerpo dijo basta y me abrí como una flor.
Las siete. Estaba muy tranquila y feliz, pensando en lo bien que me sentía, en lo poco que quedaba... dictando a mi hija mayor entre contracción y contracción las cosas pendientes de la semana para que pudiera echarme una mano. Me duché y me arreglé un poco. Quería fotos bonitas. Pedí a Papá Conejo que trajera un par de cosas de la vieja casa. Cogí el teléfono y marqué el número confiada. Hola!!! Siento interrumpir tu sueño, pero tengo contracciones cada siete minutos, bolsa fisurada y aguas claras, tampón expulsado... estoy de parto. 

- Vale. Pero tenemos un problema. Estoy en Bilbao.
De repente todas mis opciones se desvanecieron. A punto de parir, no tenía matrona, ni hospital ni nada.  Me sentí absolutamente abandonada y furiosa. ¿Cómo podía pasarme esto?
Necesitaba pensar con la cabeza fría... Necesitaba sentirme cuidada... Y empezar a decidir entre las posibles opciones. "te llamo en diez minutos, voy a pensar qué hacer", le dije y colgué...

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