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Hábitos alimenticios, ¡se pueden cambiar!

Publicado el 29 junio 2017 por Miguel Carvajal @2caminostienes
Hábitos alimenticios, ¡se pueden cambiar!
Dar el paso para comer bien no es difícil, lo complicado es mantenerlo a lo largo del tiempo, y la única forma de conseguirlo es cuando psicológicamente llegamos a entender la situación no como algo temporal, sino como un cambio definitivo. ¿No parece sencillo, verdad? Nadie dijo que lo fuese.
Hay muchos hábitos muy difíciles de cambiar, ya que seguramente los llevamos haciendo mucho tiempo. Por ejemplo, sustituir el donut, las galletas o las magdalenas del desayuno por un bol de avena, leche o yogur, y fruta... ¿parece complicado, no?
Para cambiar, lo primero es que hay que querer hacerlo, si no se tiene el convencimiento de que es algo que nos va a beneficiar (casi desde el minuto cero), difícilmente vamos a conseguir algo. El cuerpo es sabio, y pasado un tiempo, dejará de necesitar aquellos alimentos que no aportan nada. A mi siempre me ha tirado lo dulce: bollería, magdalenas, galletas, pastas, etc... y al principio me costó mucho dejar de comer todas estas cosas, pero la verdad es que apenas un par de meses después de empezar, prácticamente ni me acordaba de ellas.

Cuando se quiere cambiar algo muy arraigado, hay dos formas de hacerlo:
  • De manera drástica: ésta es la más difícil, y no todos pueden hacerlo y que de buen resultado, hace falta una voluntad de hierro y querer realmente cambiar ese algo.
  • Paulatinamente: la forma elegida por la mayoría. Se trata de ir sustituyendo a la vez que eliminando paulatinamente lo que pretendemos alejar por aquello que lo reemplazará. Aunque este sistema es mucho menos traumático, también es cierto que esa forma relajada de ir cambiando puede estancarse y casi sin darnos cuenta, estaremos como antes de empezar.
Yo personalmente prefiero el primer método, un cambio drástico. Por suerte, en el reparto de voluntad salí bien parado, y ya lo he puesto en práctica un par de veces, primero con el tabaco y después con la dieta y el ejercicio.
A fecha de hoy han pasado cerca de 5 años desde que empecé, y con el paso del tiempo he aprendido como funciona mi cuerpo en multitud de situaciones: cuando reduces carbohidratos, cuando eliminas esas cervezas diarias, cuando metes mas proteínas, cuando te mueves más (o menos) de lo habitual...

Hábitos alimenticios, ¡se pueden cambiar!

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Lo que siempre he tenido claro, sobre todo cuando alcancé el objetivo que me propuse, es que llegando a determinada edad no es bueno privarse de todo (a no ser que sea por un problema de salud). Si te gusta la cerveza, la buena comida, el dulce o lo que sea, no puedes eliminarlo total y continuamente de tu dieta. Hay que aprender a convivir con ello, a saber cuándo es el momento y cuando no, ya que tu cerebro es el que manda y hay que tenerlo contento :)
Todo esto también es aplicable a los niños, ya que si no les enseñamos a comer de una forma responsable y sana, los problemas vendrán más adelante. Somos uno de los países con mayor índice de obesidad infantil, y si no les vamos inculcando desde pequeños estos hábitos de los que hablo, seguramente tendremos un problema cuando sea demasiado tarde.
Actualmente me encuentro en una fase bastante estable, ya que durante la semana apenas pruebo la cerveza y la dieta la llevo a rajatabla, procurando no pasar de las 1800 calorías diarias. Cuando llega el fin de semana, si me tengo que tomar unas cañas con sus tapas, lo hago, si tengo una cena, como de todo pero con moderación. Sí es cierto que prácticamente no pruebo el dulce (realmente no me cuesta trabajo hacer esto último), pero durante esos dos días, le doy descanso al cerebro, para que cuando llegue el lunes, volver a empezar con fuerza. Y sigo perdiendo peso, que es mi objetivo.
Todo esto, claro está, acompañado de ejercicio de lunes a viernes: 3 días de pesas, spinning cuando puedo, alguna que otra sesión de HIIT y andar mucho y aproximadamente 10 km. diarios (de media). Y gracias a la combinación de dieta y ejercicio, consigo mantener esos hábitos sanos a los que, con el paso del tiempo, ya me he acostumbrado y no me suponen un esfuerzo titánico, como sucedía al principio. No siempre es fácil, porque hay días que no me apetece salir a andar, hacer spinning o lo que sea, pero lo hago.
Hábitos alimenticios, ¡se pueden cambiar!

Finalizando ya, solo añadiré un par de cosas: nunca he pasado hambre desde que empecé a comer sano, al contrario, ha habido veces que no he podido terminar con lo que me tocaba comer, y he aprendido a comer para vivir, no a vivir para comer.

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