Cuando hablamos de implantar hábitos nos planteamos cómo afrontar la resistencia al cambio. La estrategia más eficaz es recurre a los pequeños cambios. Modificaciones lo más pequeñas posibles para vencer la fricción y asegurar el éxito al implantar una nueva rutina.
¿Pero cuál debe ser la magnitud de este pequeño cambio? ¿Qué es lo que intentamos conseguir con movimientos tanto ínfimos? Y si en lugar de dar un pequeño paso, damos un salto, ¿podemos acortar tiempos y sufrimiento?
Implantación incremental de hábitos
Durante años me he dedicado a creado hábitos, con mayor o menor éxito. Lo he probado de diferentes maneras, desde dar un salto y hacer un gran cambio como el que se tira a la piscina en «bomba», hasta una vía más gradualista basada en pequeños cambios.
«Un hábito es como plantar una semilla y dedicarle atención para hacerla crecer»
Al final me he decantado por este último. Hacer un cambio, a veces minúsculo o más relevante según la situación y hacerlo crecer para arraigarlo hasta no necesitar de mi atención y dedicación consciente para funcionar.
El problema es el mismo de siempre. Cuando decimos un cambio pequeño ¿Cómo de pequeño ha de ser? ¿Cómo lo medimos?
La repetición es la gran victoria
Es curioso observar el proceso mental que acompaña el hábito. Primero y antes de empezar lo veo con optimismo y observo, con un sesgo positivo, todo lo que me aportará y cómo mejorará mi vida. Me estoy autoconvenciendo para llevarlo a cabo. Sucede de forma inconsciente y me resulta fascinante.
Ocurre algo parecido pero en dirección contraria al pasar a la acción. Al implementar cada mini-cambio me iba convenciendo de que no iba a ninguna parte. Demasiado lento, demasiado insignificante, demasiado irrelevante…
A menudo parece ridículo e insustancial. Leyendo a gente como James Clear, el cual te da una visión global, uno aprende que el gran valor no es el resultado sino el sistema.
Si sólo te quedas con el resultado de cada pequeño cambio y no ves más allá te dejarás llevar por el desánimo. La repetición y la integración de un nuevo elemento a la estructura de tu rutina es la clave para la victoria.
Cómo puedes mejorar un hábito que no existe? Primero tienes que crearlo.
Que puedo esperar de un pequeño cambio
El gran problema es definir cómo debe ser este pequeño cambio. En su día empecé con acciones simples que me empujaban a pensar en el cambio a realizar y accionarlo.
Al plantearme comer mejor empecé por incluir verduras y fruta en mi lista de la compra. En el caso de la fruta lo encadenaba con dejarla en un frutero sobre la mesa donde como para tenerla siempre a la vista y no olvidar coger una al final de la comida o la cena.
Fue un caso de éxito instantáneo. Un pequeño cambio con un gran impacto. Comía fruta y reducía los postres dulces y menos saludables.
El tema de las verduras fue diferente, necesitaba aprender a cocinarlas y encajarlas en mi dieta. Algo más complejo que llevó a una cadena de fracasos y frustración. Al no ser un gran cocinero – digámoslo así – nunca quedaba como debía quedar.
Son dos ejemplos de cómo un conjunto de pequeños cambio puede encadenarse fluyendo y conseguir así grandes resultados. O de cómo puedes tener que volver atrás para implementar otros pasos previos.
Debemos aceptar cualquiera de las dos posibilidades, celebrando las ganancias inesperadas y sabiendo reaccionar cuando las cosas no funcionan.
Dedicar dos minutos
Una de las grandes ideas recogidas del libro de James Clear, Hábitos atómicos, es la regla de los 2 minutos. Crea una buena forma para definir la magnitud de estos pequeños cambios: cualquier cosa que puedas hacer en esos dos minutos.
¿Puedes definir una o varias acciones que puedas realizar en 2 minutos?
Abrazar esta regla te permite dejar de lado las dudas sobre si el siguiente cambio a realizar es demasiado grande o demasiado pequeño, si tendrá impacto o si sirve para algo. Oye, lo que necesitas es:
- Definir un cambio a realizar en una capsula de 2 minutos
- Entender que lo importante no es el resultado sino mantener la repetición.
- Si no funciona corregir escogiendo otro cambio.
- Si funciona, incrementar.
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No te puedes ahorrar el esfuerzo y las fricciones derivadas de la implantación de un nuevo hábito, o la sustitución de uno malo. Lo que sí se puede es ahorrarse la frustración y el sufrimiento, entendiendo mejor cómo funciona el proceso y afinándolo progresivamente.
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